¿Quién es el ambicioso vulgar?
“El esclavo no tiene más que un dueño; el ambicioso tiene tantos cuantas son las personas que pueden ser útiles a su fortuna.”
JEAN DE LA BRUYERE
¿Quién dijo que Marcelo Ebrard es “un oportunista, un ambicioso vulgar, un grillo, un politiquero arribista”?… Esas palabras las pronunció López Obrador en su mañanera del viernes 10 y todo para desdecirse el día de ayer y mencionar que le da gusto que el ex corcholato continúe en Morena.
Tomen nota: el inquilino de Palacio se referirá así a quien haga falta. Ahora fue Marcelo, pero no es el primero ni será el último.
Y luego, ¿Ebrard se convertirá el hijo pródigo que regresa a casa después de importante berrinche? Temprano para saberlo.
Tanto López Obrador como Claudia Sheinbaum dijeron que les daba gusto que el excanciller se quedara en Morena, pero por lo pronto no hubo ni fiestas ni serpentinas. Para el “gran secretario”, ese que trajo las vacunas a México, el que compró las pipas para frenar el huachicol o que tuvo que hablar con Joe Biden cada vez que aquí se cometía una falta diplomática, no hubo fanfarrias, solo una fría recepción sin promesas de inclusión o invitaciones para integrarse a algún equipo.
Mas ya veremos qué le tiene deparado el presidente; en el fondo es el único que decide.
Pero en otras cosas, para mí que el anuncio de Marcelo relativo a seguir en Morena y a que buscará la Presidencia en el 2030 se oye más al de un político ingenuo que al de un ambicioso vulgar; a quien fuera jefe de gobierno de la CDMX y secretario de Relaciones Exteriores.
O quizá quiera imitar a AMLO, quien estuvo años y años en campaña (¿qué digo estuvo?, ¡está!), sin embargo se ve muy complicada su apuesta. Si según él no le respetaron los acuerdos para este año, ¿qué le hace suponer que se los respetarán para el 2030?…
Pero más allá de su ingenuidad o perversidad, a veces lo que sorprende es la candidez de todos nosotros. ¿Qué en verdad nadie se ha dado cuenta que CUALQUIERA en Morena es desechable? “Úsese y tírese”. Una vez consumido, directo al reciclaje morenista (y eso si bien les va).
Y subrayo lo de “cualquiera” pues hacer a un lado a Claudia no queda descartado, como tampoco reciclar a Marcelo aunque ahora sea para golpear a la Coordinadora Nacional…
Si una regla es clara e inmutable en todo aquello que tenga que ver con la 4t es esta: los que dejan de servirle al mandatario se vuelven desechables. Ahí —a excepción del propio Andrés Manuel— nadie es indispensable.
El obradorismo es así. Sin escrúpulo alguno te usa y te da una patada en el trasero cuando ya no te requiere. Lo que ocurrió con la designación de candidatos de Morena en los nueve estados que estarán en pugna en el 2024 lo ilustró. O con los damnificados de Acapulco, o los intelectuales y científicos que votaron por la 4t, y un largo etcétera; mientras se les requiere se les mima. Luego, cuando dejan de servir, se les hace a un lado.
López Obrador presume de ser el presidente historiador (mote endilgado por Enrique Krauze). Pues bien, entonces él sabe perfectamente que está cocinando una traición a Claudia (sí, tipo la de Salinas a Colosio; sin sangre, espero).
No desorbito cuando pregunto lo siguiente: ¿hasta qué punto al propio López Obrador le conviene una bronca Sheinbaum-Ebrard? Convertirse en el gran reparador; el que debe meter orden y continuar conduciendo las riendas del país.
¿Romper pactos? Para ello López Obrador se pinta solo. ¿Crear pugnas para luego resolverlas? ¡Exacto!, Andrés Manuel. Otra faceta del aspirante a dictador: pleitos soterrados entre Sheinbaum y Ebrard (igual que entre Claudia y Clara) para ser él quien resuelva…
Despierten. El problema no es Marcelo. Tampoco Claudia. Es el sistema presidencialista en el cual no hay instituciones fuertes salvo una y esa no quiere soltar el poder.
El ambicioso vulgar lleva nombre: Andrés Manuel López Obrador.