¿Estorbaba Acapulco a AMLO y su ‘amputado’ México turístico?
La foto que acompaña a esta columna periodística es de uno de los mapas turísticos que se pueden ver en el nuevo aeropuerto (AIFA) metropolitano, una solución impecable y obvio que no con el cortoplacismo, propio del mexicano, implícito.
Pero veamos. Ahí se puede reflejar fielmente la visión limitada, “mocha” y excluyente que tiene Andrés Manuel López Obrador (AMLO) acerca del México turístico, para el se limita al sureste, por ahí con la inclusión de Oaxaca y hasta ahí, o más bien todo el sur/sureste, con la dolorosa excepción de Guerrero, el estado, de los 32 de nuestra República federal, más sumido en la miseria de todo tipo: económica, moral, ética, cultural, educativa, en materia de desigualdad, violencia y (tristemente) un nada corto etcétera.
Y vamos, que aquello de que “al perro más flaco se le pegan todas las pulgas” es la frase ideal luego del espeluznante impacto del huracán Otis en Acapulco. De por sí, desde el día uno del sexenio, Guerrero se vio excluido de las grandes obras de la aún presente administración: Cero metros de vías férreas, de autopistas, ninguna refinería, cero puertos marítimos mercantes, polos turísticos nuevos e infraestructura en general; el otrora majestuoso centro internacional Acapulco incluido, dejado caer en una total y lastimosa ruina para salir con la mentada de madre de ocurrencia de convertirlo en un hospital del ISSSTE. Sí, habiendo terrenos de sobra, se pretende en el corazón y en plena zona turística.
Que me perdone quien me tenga que perdonar, pero todo eso parece, a todas luces, orquestado junto a los grandes intereses de la Riviera Maya y la península de Yucatán en general (con la obvia participación decidida del todavía presidente), y como dijo el clásico: el huracán cayó, para esos efectos, ‘como anillo al dedo’, para rematar, a Acapulco, y así dar aún más lustre al sureste con todo y su Tren Maya, dándole pues el tiro de gracia a Acapulco como la ya exigua competencia que ya de por sí representaba para aquella región del país. Es decir, se está quitando del camino por completo a Acapulco, dejándolo al turismo nacional y al de cada vez menor poder adquisitivo, para que el de mayor, se afinque por completo en los puntos turísticos del sureste.
Las limosnas del gobierno federal (así sean considerables en recursos de todo tipo) nunca podrán ayudar a Acapulco para renacer como destino turístico, así fueran diez veces el presupuesto público que representarán; Acapulco se convertirá, en poco tiempo, en el Puerto Príncipe (Haití) de la República mexicana: asesinatos (sí, aún más) y demás ilícitos por desempleo y hambre, polusión de sus aguas, falta de servicios, endeudamiento, abandono institucional, y muchos más males que iremos, poco a poco, viendo. Para rematar, dos esperpentos gobernando estado y municipio, que no saben (ya no digamos leer y escribir de forma correcta), es que no hablan siquiera bien el castellano, y sus perfiles están a años luz para las altísimas responsabilidades (ya no digamos, circunstancias) que ocupan.
Por último, la única esperanza para Acapulco, ante el casi total olvido del sexenio lopezobradorista, es la ya próxima administración federal de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, que tendrá en Guerrero (oveja negra de la Patria) quizás a su principal reto, y bien pudiera comenzar, en el multicitado tema, al estilo AMLO con su (más que correcta) decisión de cancelar el esperpento y la grosería que representaba el proyecto del aeropuerto en Texcoco, pausando la aberración del pretendido, con intenciones al parecer perversas, de la puntilla al también ya referido aquí centro internacional Acapulco (CIA), devolviéndole su regia dignidad y su vocación pura y eminentemente TURÍSTICA.