Por un segundo debate de mayor autenticidad para Xóchitl Gálvez y menor superficialidad

Hablar de una elección presidencial en la que forzosamente una mujer será quien gobierne el país tan grande que es México tendría que implicar un gran compromiso con un desempeño de nivel.

Me parece que el país apenas y ha logrado combatir los estereotipos en contra de las mujeres, un poco por las labores y logros de la agenda feminista, otro poco porque la confianza presidencial que resulta ser una brújula moral para una mayoría del país se ha postrado en Claudia Sheinbaum.

Sin embargo, eso no implica que México tenga disponibilidad o apertura para las mujeres que no encajan en las clásicas normas de “las mujeres que gobiernan”. Ante un país que quiere ver comediantes, vulgares y groseros en los videos virales y la comedia, hay un mismo país que quiere gobernantes serios. Es como el fenómeno de los hombres misóginos que esconden tras el machismo dos tipos de preferencias: esposas recatadas, serias, elegantes y hasta un poco intensas; novias o amantes al exceso delirantes, vulgares, sexuales, con las que puedan bailar, experimentar, viajar y que nunca llevarían a presentar a sus padres.

Por eso quiero insistir en un mensaje muy simple para Xóchitl Gálvez: la autenticidad no es error ni pecado, la superficialidad sí lo es. Este domingo, el contenido debe vencer al huipil o al traje sastre.

Los debates no cambian la tendencia del voto de manera radical. Los encuentros oficiales como debates institucionales o en TV, tan solo logran confirmar las tendencias y sirven para reafirmar los trabajos hechos previamente. Las elecciones se ganan mucho antes de los debates y tan solo se manifiestan en elecciones como si ese evento democrático fuese un examen final que confirma las tendencias.

Es por ello que el desempeño de Xóchitl debería concentrarse en el contenido de nivel; en dejar de utilizar los micrófonos y los espacios mediáticos para desahogar sus incomodidades existenciales, si es que la ropa le incomoda, si es que las miradas la enmudecen, si es que tener sobreexposición y más oportunidad para darse a conocer en un debate le afecta, si las consejeras del INE la intimidan, si los asesores le pidieron hacer algo y ella no supo establecer límites, etcétera.

Por supuesto que esa experiencia sería enriquecedora para un círculo de mujeres que aspiran al poder, sería un gran libro o a lo mucho, una buena conferencia acerca de cómo vencer las incomodidades por los estereotipos estéticos que nos han impuesto. Pero no es material para un post-debate.

Sinceramente, como una mujer que escribe y que trata de guardar las memorias de otras mujeres narrando los pasos y puertas que abren, me encantaría que este debate logre tratarse de algo más que de cuerpos, ropas y culpas. Que deje de tratarse sobre prejuicios y estigmatización sobre quienes no tienen casa a los 60.

Hay tantísimas causas por las que ahora mismo, Xóchitl Gálvez y Clara Brugada tienen persecutores en común: a ambas les critican los estilos de ser y hacer política, ambas parecen incómodas, ambas parecen dentro de un soliloquio de equipos cercanos que no logra levantar a todas las otras fuerzas de sus propios partidos impulsores, pero a gran diferencia de Xóchitl, Clara Brugada tiene un proyecto propio tan sólido y profundo, con propuestas, estrategias y una razón para hacerlo. Se ha preparado para este momento durante toda su vida.

Si son tan distintas, me atrevo a compararlas porque más allá de las distintas visiones, hay una estructura patriarcal que aplasta a todo lo que no es masculino. No digo que Claudia Sheinbaum sea masculina, simplemente digo que es tanto el apoyo que ha recibido ella de otros patriarcas, que en el caso de Claudia no hay nada que dudar. Su desempeño será extraordinario porque tiene disciplina, proyecto, experiencia y ventaja. Pero en nombre de todas las mujeres y todas las causas que hoy nos atraviesan, tendríamos que aspirar a que todas las nuestras tengan actuaciones públicas de calidad, en el primer nivel, alejarse de lo típico a lo que nos han condenado que es justamente, a ser superficiales.

A ser altavoces de lo colectivo y no micrófono de monólogo. No hay tendencia que logre revertir el segundo o probable tercer lugar de Xóchitl, pero al menos, debería aspirar a que en la memoria, la narrativa de este debate se trate de una mujer que se levanta en vez de tratarse de la participación de un naufragio anunciado que se hunde todavía más.

Dignas y valientes, a lo único que hay que aspirar cuando ya no queda nada más.

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