Alta política: El regreso del PNR

Uno de los libros más provocativos sobre el origen y evolución estable del sistema político mexicano en el siglo 20 lo escribió Saúl Álvarez a inicios de los ochenta bajo el título “Alta política. El secreto detrás de la sucesion del poder en México”.

La tesis central consiste en sostener que a partir de la pérdida de más de la mitad del territorio nacional en 1848 los políticos mexicanos mantuvieron el pacto secreto de que una tragedia así no volvería a ocurrir.

De allí que en cada capítulo decisivo de la historia posterior a ese hecho en el último segundo se dieran acuerdos o actos contundentes que se legitimaban en la preservación de la integridad nacional y la reproducción del poder político.

Luego de dos décadas de revolución y luchas intestinas entre 1910 y 1929, que incluyó el asesinato político y hasta el magnicidio (Madero, Carranza, Obregón), la fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) significó una operación de cirugía mayor para refundar el sistema político.

Este hecho capital se dio en pleno desarrollo de la Segunda Revolución Industrial (la electricidad y el petróleo), la caída de antiguos imperios y el ascenso de la Unión Soviética y los Estados Unidos al liderazgo mundial.

La recreación del Estado mexicano sobre las bases sentadas por la revolución política y social implicó un acuerdo fundamental entre los actores principales de aquel momento y, según Alvarez, consistente en que cada sector del nuevo partido de partidos, el PNR, iría alternándose en el poder presidencial y acomodará a los otros sectores durante el sexenio en curso.

Así, por ejemplo, Lázaro Cárdenas sería apoyado y representaría al campesinado, Manuel Ávila Camacho a los trabajadores o Miguel Alemán al sector popular de los nuevos profesionistas y clases medias.

Para Álvarez, ese acuerdo fue roto en el sexenio de Miguel de la Madrid, lo que conduciría a la ruptura interna y la formación del Frente Democrático Nacional, luego convertido en Partido de la Revolución Democrática (PRD) a finales de los ochenta, y de allí a la transición democrática y la alternancia (completaríamos el argumento de Álvarez).

El punto a destacar aquí y ahora, en el momento que estamos viviendo en México y a la vista de los acontecimientos que cada semana nos sorprenden, es que en plena Cuarta Revolución Industrial (biotecnología, nuevas fuentes de energía e inteligencia artificial) y reconfiguración del mapa político internacional, el fin de un sistema político y su progresiva transformación, cada decisión tendrá efectos en su forma y contenido.

Si el saber acumulado es útil, el proceso de fundación del PNR y su secuela sería una fuente en la cual abrevar para guiarse mejor, reconcentrar y redistribuir sabiamente el poder relevante, cometer el menor número de errores posibles y aprender rápidamente de ellos.

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