Entre rayos, truenos, sequías y orfandades

IRREVERENTE

Quien compensa una vez, dos veces se equivoca

Les platico:

Tengo muchos muertos en mi vida, demasiados, y la vida es a veces tan cabrona que hay quienes ni uno tienen.

Pero así es la cosa ésta de inequitativa.

En serio, mientras uno ahí anda a duras penas sobreviviendo en medio de orfandades, hay muchos que a mi edad no han sufrido la pérdida de ningún ser querido.

Y -créanme- no lo digo con resabio alguno, sino con tristeza y envidia de la buena.

Tampoco lo digo para inspirar lástima, pero un abrazo no le viene nunca mal a uno que es huérfano por todos lados. Sí, por todos lados…

El abrazo del oso

Hace no mucho llevé mi auto a su revisión periódica a una agencia de aquí cerca.

El gerente de servicio a quien le perdí la pista en uno de esos cambios de casa y de vida, era a toda madre, y sin que se lo pidiera acostumbraba llevarme a mi oficina, que estaba cerca.

Manejaba él cuando recibí una llamada.

Era mi hermana: “acaba de morir papá”.

No recuerdo que le respondí pero sentí la necesidad de voltear hacia mi amigo, el gerente de servicio, y así no más le dije: “se acaba de morir mi papá”.

Acto seguido, detuvo el auto en el primer rellano que encontró. Se bajó y abrió la portezuela de mi lado.

Cargándome en vilo me sacó a la calle y ya en la banqueta, me dio un abrazo de oso -porque tenía el tamaño de un oso- que todavía recuerdo.

En seguida, volvió al volante y sin decirme una sola palabra, me dejó en mi oficina.

Las trampas de la memoria

Suelo tener muy buena memoria para las cosas buenas que suceden en mi vida y pésima para las malas.

Entre las buenas están mis muertos, por irónico que esto parezca.

Por eso mi irredento optimismo para ver la vida, aunque muchas veces sea injusta y pendenciera.

Pero no toda la gente es así.

Hay quienes están llenos de odio, de resentimiento, y eso les vuelve seres pesimistas que se abrazan a un pasado que trastorna su presente y obnubila su futuro.

Yo me aferro a mis memorias buenas, mientras hay quienes recuerdan nítidamente incidentes malos que sucedieron hace años.

Los traen tan presentes en sus mentecitas, como si acabaran de suceder y se vuelven balas letales que disparan con rencor, resabio, resentimiento y hasta odio.

Cuando lo malo pesa más que lo bueno, se acabó el asunto.

Nada queda por hacer, porque el riesgo es que la quejumbre con que algunos se pasan media vida, contamine con ese virus a quienes andan a su alrededor.

Para eso, la única vacuna o cura que existe es la tierra de por medio.

El premio

Ayer recibí la confirmación de que me van a entregar el premio nacional para medios digitales.

Ya me lo habían anunciado, pero ayer me lo confirmaron.

Fue tan buena noticia que lo compartí con mi gente más cercana.

Me dormí plácidamente con una sonrisa.

No le hace que la realidad me haya despertado en la madrugada con rayos, truenos y relámpagos… en medio de ésta sequía…

Cajón de sastre:

“—”

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *