Chingue y chingue y chingue… ¿Se trata de golpear solo por golpear a Morena desde dentro?

Lo que se hizo mal debe corregirse y castigarse, pero no se vale golpear de más a un partido político solo por el protagonismo incontrolable y las ambiciones vulgares de Ackerman y Rojas Díaz Durán.

Publiqué un tuit acerca de la irracional necedad de John M. Ackerman relacionada con el proceso de elección de congresistas en el partido del presidente López Obrador:

Criticar la elección en Morena, pasa. Pero abusar con los cuestionamientos —estar chingue y chingue—, como lo hace @JohnMAckerman , es inmoral. Y aun traición porque él es un militante famoso. Doble traición si con ello la prensa golpea a un pilar de la 4T como @epigmenioibarra

— Federico Arreola (@FedericoArreola) July 31, 2022

Y es que, sin duda, se ha excedido el señor Ackerman, cuyas críticas han sido utilizadas por los diarios amarillistas para golpear al partido de izquierda y a gente fundamental en el proyecto de AMLO, como el productor de TV Epigmenio Ibarra.

Alguien me dijo que no es Ackerman el único militante de Morena que se la ha pasado chingue y chingue —y chingue y chingue y chingue— en las redes sociales con la tesis de que no fue legal lo que ocurrió en el proceso electoral interno del mencionado instituto político. Me enviaron, por WhatsApp, mensajes emitidos por Alejandro Rojas Díaz Durán, colaborador de Ricardo Monreal. Triste lo que dice este personaje, quien insiste en descalificar lo realizado por su propio partido.

Espero que sepan mantener la unidad tanto la dirigencia formal de Morena, encabezada por Mario Delgado, como los principales líderes del movimiento encabezado por AMLO, como el propio presidente de México, la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, el secretario de Gobernación Adán Augusto López y los ideólogos más limpios como Epigmenio Ibarra, Pedro Miguel y Rafael El Fisgón Barajas.

Lo que se hizo mal debe corregirse y castigarse, pero no se vale golpear de más, ¡desde dentro!, a un partido político tan importante solo por el protagonismo incontrolable y las ambiciones vulgares de militantes conocidos pero marginados por sus errores, como Ackerman y mi amigo Rojas Díaz Durán.

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