La clase de las 8 am de historia de México

AMLO es muy hábil para encontrar la forma de seguir hablando de lo que no debería de seguir hablando. Es un genio en el arte de engañar, de convencer, de cautivar, de encantar, es un excelente orador.

Pero son tiempos electorales y legalmente él no podría estar hablando de política como tal. Supuestamente el INE lo tiene prohibido, aunque las cosas con Andrés Manuel López Obrador siempre salen como él quiere que salgan, porque la ley no es la ley y porque Lupita Taddei, quien es su amiga, es quien dirige dicho organismo, entonces como quien dice no pasa ni pasará nada.

Pero, seguramente, alguien le habrá dicho al presidente: “Usted siga haciendo proselitismo en estas épocas electorales, pero sea discreto; no abuse”. Y no dudo que es a él a quien se le haya ocurrido lo de la brillante idea de dar “clases de historia de México” todos los días en su mañanera a las 8:00 horas.

El presidente dijo y reiteró ayer que estas clases son y serán  dirigidas para los jóvenes, para que conozcan la historia de México y sepan de qué lado está el bien y de qué lado está el mal.

La cosa es que no sé qué tantos jóvenes estén viendo estas clases a las 8 de la mañana entre semana, porque supongo o estarían o estudiando o trabajando o haciendo algo. Pero bueno, el discurso de que esas clases son para jóvenes para justificar la existencia de las mismas son de esas genialidades que se le ocurre decir  al presidente de todos los mexicanos para distraernos e incluso para que los más ignorantes o fieles a él piensen y digan: “Ah, pues sí… Qué buena idea que los chavos tomen clases de historia mexicana con el presidente”.

El tema es que en la mañanera de ayer y de hoy hubo presencia de periodistas y reporteros, cuya chamba y objetivo no es ir a tomar clases de historia impartidas por AMLO.

Ellos van con la consigna de poder haber recibido la gloriosa oportunidad de lanzarle alguna pregunta al presidente y recopilar información relevante para sus trabajos obtenida de  dichas mañaneras.

Pero nada. Ahí están los pobres periodistas y reporteros desde las 5 de la mañana, esperando entrar a Palacio Nacional ¿para qué?: Para oír clases de historia.

Hoy un periodista insistió en hacerle una pregunta al presidente, pero él le pidió que por favor no se le hicieran preguntas porque estaba por empezar su clase de Historia.

Pienso al ver al presidente hablar de la historia de México algunas cosas:

1.- Es un hombre que ha leído acerca de la historia de nuestro país, eso sin duda.

2.- El presidente tiene alma de catedrático, creo que si hubiera escogido la profesión de docente hubiera sido muy feliz.

3.- Hoy advirtió que mañana hablaría de Benito Juárez y que los conservadores iban a estar muy enojados por ello, que mejor ni la escucharan.

Las clases de historia inventadas por el presidente son una buena forma de infiltrar información partidista y hablar de política. El presidente sabe cómo cautivar a las masas.

Pero los reporteros y periodistas están cubriendo algo que sus jefes no les mandan cubrir y debe de ser muy frustrante y desesperante para ellos.

Una vez terminada su clase de historia, le dio la palabra a Lord Molécula, este personaje que ya sabemos que es solo eso, un personaje que aplaude, encubre, cuestiona lo que le agrada al presidente; ataca a Felipe Calderón y al resto de los reporteros más famosos en este país y se deshace en halagos hacia el presidente.

El presidente lo vio y le concedió la palabra. Sabe muy bien que al hablar Lord Molécula se genera polémica y se desvía la atención, cosa que el presidente busca con desesperación y finalmente lo logra al darle el micrófono a este diminuto hombre.

Y es que hablar de la historia de México en las mañaneras es también crear espacios y llenar huecos para tener de qué hablar.

Porque hoy por hoy ya no hay más resultados visibles y contundentes de qué hablar.

Finalmente y ya se sabe no se creó para este mes el sistema de salud como el de Dinamarca como el presidente lo había prometido.

Estos meses, López Obrador insiste e insistirá en hacerse presente y visible porque son los meses más definitivos en la historia política de este país. Son tiempos de elecciones y no se siente absolutamente seguro de que Morena las pueda todas.

“Los líderes hablamos mucho”, dijo hoy el presidente de México. Y pues sí, realmente se siente un líder, o alguien lo convenció de que lo es y ama recordárselo constantemente.

Pero el país pende de un hilo en muchas áreas, sobre todo en la de la salud mental y la  inseguridad, pero don Obrador dijo hoy que los mexicanos están felices y llenos de amor y que los que dicen lo contrario es porque están contra él.

Francamente yo no me siento ni feliz ni llena de amor. A lo mejor es algo que necesito trabajar en terapia, pero no sé si todos los demás mexicanos realmente se sientan así.

Dijo también que “vamos muy bien, estamos muy bien”, como una forma de convencer de que no hay nada que temer, como dando a entender que la oposición ha creado un estado de miedo en la gente para debilitarla, pero que no hay miedo, que todo está bien. Me gustaría tener esa certeza, pero no la tengo.

Sobre mi cabeza vienen imágenes de hospitales públicos saturados y gente que no está alcanzando a ser atendida médicamente.

La suegra de una muy buena amiga fue diagnosticada con metástasis en el cerebro hace unos dos meses, pero le dieron cita en el IMSS para noviembre. Pienso que la señora no va a poder resistir mucho tiempo más en ese abandono.

¿De qué felicidad habla entonces el presidente?

Hoy como siempre escribo para desahogarme porque cada vez más, siento que nada puedo hacer para que esto cambie.

No hay día que no escuche a Obrador carcajearse en su mañanera.

Sé que no debería ni de hablar de ella ni ponerle atención, pero también siento que si callo me vuelvo cómplice y hay que alzar la voz hoy más que nunca.

Que Dios tenga piedad de nosotros.

Es cuanto.

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