¿Autoridad moral y cuarta transformación?

El presidente AMLO se ha jactado, desde el primer día de su gobierno, de contar con autoridad moral y de encabezar una cuarta transformación. Erigido en salvador de la nación, en una especie de redentor que exige a sus seguidores una fe incondicional, ha sostenido que él, a diferencia de sus antecesores, puede hacer y deshacer sin la necesidad de rendir cuentas.

Hace unos días AMLO, en una desfachatez que coqueta con lo absurdo y con características de un monarca absoluto, aseguró en su mañanera que su “autoridad moral” lo habilitaba para pasar por encima de la ley; lo anterior en el contexto de sus descalificaciones contra el New York Times. ¿Cree, usted, señor presidente, que está por encima de la ley? Se equivoca. Bien valdría recordarle el juramento que hizo el 1 de diciembre de 2018.

Aquella máxima lopezobradorista de “no me vengan con que la ley es la ley” parece haberse convertido en la brújula de la conducción de las acciones presidenciales. ¿Se ha olvidado AMLO del artículo 89 de la Carta Magna y de qué es presidente de la República y por tanto cabeza de uno de los poderes de la Unión, todos ellos con el mismo rango constitucional?

Según nos dice el presidente, él, con su autoridad moral, puede violar la ley y contravenir la Constitución. Sí, como si fuese un rey absoluto, él – en su entendimiento- no estaría obligado ni limitado por normas jurídicas, sino que su autoridad moral le posiciona por encima del documento que juró respetar y hacer guardar el día que se convirtió en jefe del Estado mexicano.

La pregunta es: ¿Quién dice que él tiene la autoridad moral? ¿Existe algún barómetro de medición que pueda sugerir que su autoridad moral es superior al de otros? ¿No es él mismo quien se auto asigna esa autoridad moral con criterios plenamente subjetivos?

El mismo criterio aplica para la autoproclamada 4T. AMLO y los suyos, anticipándose al juicio de la historia, decidieron llamar a su movimiento “4T” sin el menor miramiento hacia las posibles consecuencias futuras de los cambios implementados.

En suma, AMLO, imbuido de una necesidad enfermiza de trascender y de ser recordado a la altura de personajes como Benito Juárez, ha violado la norma fundamental, y con criterios absolutamente subjetivos, se ha auto reconocido con autoridad moral; una autoridad moral que está lejos de ser una verdad universal y que deberá ser discutida una vez que el actual presidente haya dejado el cargo. La historia, al final, le juzgará.

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