Si la Constitución cambia es porque, desde el 17, se diseñó para ello

La Constitución de 1917, considerada en sus orígenes de avanzada en lo referente a lo político y social, con la vanguardia que suponía eso de ‘las garantías individuales’, ha sido objeto de no pocos cambios, mismos que han sido el resultado de los tiempos en que estos se han instrumentado. Es (digamos) de corte tanto idealista democrática, pero a la vez pragmática, si bien en los pasados tres sexenios sufrió un peligroso viraje hacia la ultraderecha neoliberal, perdiendo incluso su esencia nacionalista revolucionaria, mismo y entreguista cambio de rumbo que ya durante el presente sexenio se ha venido corrigiendo.

Viene un nuevo paquete de reformas que el ejecutivo propondrá, ya sea para aprobar en la aún presente legislatura o en la próxima (que convivirá durante un mes con la administración lopezobradorista) y que ha provocado un teatral escándalo de parte de los comunicadores adictos al conservadurismo de siempre…

Pero, ‘pa que tanto brinco…’, si el sistema político y el la estructura primordial del Estado mexicano ha permanecido y así continuará, intocable. Peguemos el grito en el cielo cuando a alguien (como el ingenuo y soñador Porfirio Muñoz Ledo) proponga una Reforma del Estado, con cambios incluso que incluyan a una nueva Construcción, es decir, planteamientos como un sistema parlamentario, semiparlamentario u otro que coloque en una posición de vulnerabilidad a nuestro sistema presidencialista, que ese día, se estaría jugando con fuego, al poner en riesgo la gobernabilidad del país ante el peligrosísimo escenario de parálisis política, como en los últimos años lo hemos constatado con la España, el país mismo de la transición democrática ejemplar.

Mientras eso no ocurra, a festejar nuestra Constitución y su ductibilidad prevista en su texto original mismo, que indica la necesidad de las dos terceras partes del poder legislativo para cualquier cambio en su letra, más la suma de la mayoría de las legislaturas de las entidades federativas, y que, insisto, no se intenten cambios en su columna vertebral, es decir, en el diseño fundamental del Estado y sus instituciones fundamentales.

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