Allí no hay “sangre”

IRREVERENTE

Les platico el primero:

Bajé por las escaleras de la sala más oscura del museo más oscuro de la ciudad del mundo más oscura: el Franz Kafka, de Praga.

Al hacerlo, sin venir al caso dije esto en voz alta:

“Lo único que nunca hiciste por mí lo estás haciendo ahora: dejarme solo”.

Le hablaba así a mi padre, que acababa de morir en una ciudad distante a diez horas/vuelo de donde me encontraba.

A pesar de haber vivido en el peligro de las motocicletas de carretera, murió en la cama de un hospital a donde cayó no por accidente, sino por una repentina enfermedad que se lo llevó tan rápido como él viajaba.

“Allí no hay ‘sangre”…

Me dijo cuando le avisé a los 15 años que había conseguido mi primer empleo.

Quería estudiar Periodismo pero ni cómo, porque la primera escuela al respecto que se abrió era en el Tec y por lo que costaban las colegiaturas, ni cómo…

Entonces, mi primer trabajo fue en otra cosa, no en lo mío.

Segundo:

Dos años después logré estar donde tanto quería, y un día, quien era mi jefe, el licenciado Abelardo A. Leal Jr., me sorprendió cuando le escuché la misma frase pronunciada por mi padre:

“Allí no hay ‘sangre”, respondió al pedirle que me dejara cubrir eventos culturales.

Estaba asignado al área de investigaciones y por lo tanto, mis textos aparecían en otras Secciones, menos en la que se llamaba “Sociales”.

Irreverente

El primero que me llamó así fue el gobernador Pedro G. Zorrilla -QEPD- cuando me corrió de sus oficinas al calificarme como “non grato” por una serie de artículos que escribí y que exhibían la ineficacia suya y de sus colaboradores.

No volví a “cubrir” la fuente de gobierno porque los guardias del palacio de cantera, apenas me veían, me cerraban el paso.

Entonces se abrieron ante mí las puertas de una Sección, que de Sociales pude convertir en Culturales, porque me nombraron jefe.

La primera reportera que contraté para lograr ese cambio, se llama Martha Treviño y hoy sigue siendo directora editorial lo que yo llamo mi Alma Máter: el Periódico El Norte.

Tercero:

Ayer fue el último día de Azucena Uresti en Milenio TV.

El dueño de ese grupo, Francisco González, terminó sucumbiendo ante las presiones del gobierno de López Obrador.

El próximo lunes, si es que me animo a ver el espacio televisivo que antes ocupaba Azucena, pronunciaré la misma frase que les escuché a mi padre y a mi mentor en periodismo:

Allí (en Milenio TV, ahora sin Azucena, ya…) no hay sangre”.

Cajón de sastre:

En el argot periodístico, “sangre” equivale a emoción, pasión, libertad, diversión, sorpresa, adrenalina, peligro, riesgo, aventura.

La peor censura es la auto impuesta.

A ti te lo digo, m’ijo, entiéndelo tú, mi nuera.

Mañana, cambio completo de programa, sin faltar el Incomparable Iván.

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