Tula no puede seguir igual

En la zona de Tula, Hidalgo, nadie necesita que le expliquen lo que significa vivir día a día entre las chimeneas petroleras y cementeras que han moldeado la vida regional por generaciones. La contaminación no es un concepto técnico: es una experiencia compartida por generaciones. Está en el aire que pesa, en los olores que cambian sin aviso, en la piel, en la garganta y en la certeza de que este territorio ha cargado más de lo que le corresponde. No es teoría: es vida cotidiana.

Y sí, todos tenemos una opinión sobre cómo se han manejado las cosas alrededor del proyecto. A veces uno ve decisiones y piensa —como diría Juan Gabriel—: “¿pero qué necesidad?”. Esa duda no aparece sola: nace de una región que ha resistido demasiado y que, por lo mismo, se cuestiona todo con razón. Pero una cosa es cuestionar el camino y otra negar lo que esta zona necesita hoy.

Porque no es solo Tula. Es Atitalaquia, Tlaxcoapan, Atotonilco de Tula, Tepeji, Huichapan, Nopala, Ajacuba y muchas comunidades que han vivido por décadas “a la sombra” de una industria que beneficia al país, pero cuyos impactos se quedan aquí. Esa sombra es parte de la identidad regional, pero no del futuro que merece. Esta región ha dado más de lo que recibe, y esa balanza ya no puede mantenerse así.

En esta zona vive más de una décima parte de la población de Hidalgo. Cada día personas de distintos municipios se mueven dentro de este corredor económico, social y ambientalmente presionado. Y ya vivimos en 2021 lo que significa no tener la infraestructura necesaria cuando se requiere. Esa memoria pesa; también orienta, porque cada omisión termina acumulándose en la vida cotidiana de miles de familias. La gente lo sabe: aquí la espera nunca ha sido una opción sostenible.

Por eso la consulta del 14 de diciembre sí importa. En los últimos años, la participación ciudadana se volvió parte de la vida pública en México, y esta consulta —más allá de coyunturas— es una oportunidad real para que la región decida sobre su propio futuro. La consulta fue aprobada por el Instituto Estatal Electoral de Hidalgo, lo que garantiza un proceso ordenado y verificable. El Parque de Economía Circular de Hidalgo, un proyecto que busca ordenar y modernizar el manejo de residuos en la región, no resolverá todo —ningún proyecto lo hace—, pero sí representa un avance serio hacia demandas históricas: manejo más seguro de residuos, infraestructura para separar y dar valor a materiales que hoy generan contaminación, reglas claras, vigilancia pública y un piso mínimo de orden en una región que ha esperado demasiado.

En esta región nada cambia sin infraestructura. Ya hubo suficiente diagnóstico y suficiente espera. Las dudas son comprensibles —son parte de la historia—, pero quedarse igual también tiene un costo, y siempre lo pagan las mismas familias. A mí, lo que me queda claro es que esta región ya no puede esperar más. Este proyecto, con todo y sus retos, abre una puerta que no se puede volver a cerrar. Decidir sobre infraestructura ambiental es decidir sobre salud, territorio y futuro.

Una zona que carga con los Atlantes —símbolos de fuerza y memoria— no debería seguir viviendo bajo la sombra de impactos que nunca eligió. Tula no puede seguir igual. Es momento de que toda la región comience una historia distinta.

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