El día en que las desapariciones comenzaron a importar

La versión del montaje sobre las desapariciones y el campo de exterminio en Teuchitlán, Jalisco, no se sostiene por sí misma. Tan fue un vergonzoso exceso y falta de empatía por parte del presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, qué se vio obligado a recular.

El mensaje de la presidenta Claudia Sheinbaum fue profundamente sensato y sobrio. Reconoció el fenómeno de la desaparición forzada como urgente. Planteó reformas distintas, como equiparar este delito al secuestro en cuanto a penalidad. Lejos de pensar en sí este tipo de medidas punitivistas tienen éxito para disminuir la incidencia delictiva, vale la pena reconocer la seriedad que al tema se le ha dado.

No me parece de interés acentuar si es que esta decisión rompe con la política de seguridad de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, quien prácticamente optó por ignorar al gigantesco elefante blanco dentro de la habitación.

Cuando la presidenta Claudia Sheinbaum anuncia que en su gobierno “no habrá medias verdades ni manipulaciones” sobre el tema de los desaparecidos, cabe preguntarnos: ¿además de Ayotzinapa, cuantas verdades históricas y manipulaciones hubo antes? Ahí es en donde su papel en la historia marca un sello propio.

Las desapariciones en México no son una crisis reciente ni un fenómeno aislado. Son el resultado de años de impunidad, colusión y negligencia de las autoridades. La masacre en Teuchitlán es solo una pieza más del rompecabezas del horror. Y ahora, ante la presión social y política, el gobierno responde con promesas: fortalecer la Comisión Nacional de Búsqueda, crear una Base Nacional Única de Información Forense, impulsar una Plataforma Nacional de Identificación Humana. Suena bien, suena necesario. Pero, ¿suena creíble?

Durante el periodo en que Karla Quintana encabezó la Comisión Nacional de Búsqueda, hubo avances notorios que brindaron escucha y datos a las organizaciones, colectivas a las víctimas y a los gobiernos. El principal obstáculo que enfrentó fue la falta de disposición y orden por parte de distintas fiscalías estatales, es decir, que la presidenta Sheinbaum tiene un reto de operatividad y coordinación para que en todo el país, particularmente en las entidades más violentas, los y las fiscales decidan colaborar con esta estrategia, comenzando por contabilizar correctamente estos crímenes, subirlos a la plataforma en tiempo real y atender inmediatamente a la búsqueda abandonando ese espacio palaciego limitado a lo que las madres y familias buscadoras encuentran.

La desconfianza no es gratuita. Los familiares de desaparecidos han escuchado discursos similares en otros momentos, mientras seguían recorriendo morgues y fosas clandestinas en busca de sus seres queridos. La administración anterior también habló de verdad y justicia, pero el registro oficial de desaparecidos aún excluye a desaparecidas cuyos padres siguen marchando en cada 8 de marzo o 10 de mayo, dejando a miles de víctimas en el limbo estadístico.

El dolor de las familias no se resuelve con conferencias de prensa ni con anuncios de reformas que tardarán años en materializarse. Se resuelve con justicia. Y la justicia en México sigue siendo un privilegio para pocos. El hecho es que vale la pena reconocer a Claudia Sheinbaum como la primera presidenta que anuncia un esfuerzo enorme como una Plataforma Forense, algo que nunca pudo materializarse por lo caro que es procesar restos fósiles, clasificarlos y hacerlo con los kilos de huesos encontrados, pues para horror de México, los restos han dejado de ser contabilizados por pieza para ser identificados por kilo.

Sheinbaum denuncia a la oposición por “manipular” los hechos con tintes amarillistas e hipócritas. Pero la pregunta real es: ¿qué hicieron aquellos gobiernos por las familias de los desaparecidos, más allá de permitir que las fosas se multiplicaran mientras la desigualdad y precariedad se profundizaba? Poco o nada podrán “capitalizar” esta crisis pues prácticamente, el origen de los puntos más altos en esta tragedia comenzó con la “Guerra contra el Narco” de Felipe Calderón pues recordemos que el número de personas “desaparecidas y no localizadas” se ha disparado en los últimos años, principalmente, desde 2006, cuando el narcogobierno del panista implementó la militarización de la seguridad pública como estrategia de combate al crimen organizado. Puntualmente, el 88% del total de los reportes de desaparición se han realizado entre 2006 y la actualidad.

Con tristeza, me atrevo a decir que aquellos que tanto criticaban como “ninis” por no estudiar ni trabajar, son los jóvenes con mayores posibilidades de sobrevivir pues aquellos que se envalentonaron a buscar empleos, corrieron con la espantosa circunstancia de caer en ofertas falsas. Que ironía para las derechas qué hoy pretenden fingir apoyo a las madres buscadoras mientras que toda la historia de sus administraciones estuvo plagada de desprecios y condiciones para excluir a los más jovenes.

Si el compromiso con la verdad es genuino, que lo demuestren con resultados haciendo que en las entidades opositoras con altísimos índices de desaparición forzada como Jalisco, Guanajuato y Nuevo León así como las gobernadas por Morena, como Zacatecas y Tamaulipas, transparentan su información al tiempo que renuevan y perfeccionan sus protocolos de búsqueda. Que el fortalecimiento de las instituciones no quede en el papel. Que se investigue y sancione a los responsables de la crisis humanitaria que vivimos. Que la Base Nacional de Información Forense y la Plataforma de Identificación Humana sean más que buenas intenciones.

Porque la verdad no se decreta en un discurso. Se construye con hechos. Y hasta ahora, sigue faltando pero el compromiso y el reconocimiento son el mejor inicio para la verdad y la reconciliación.

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