Microgravedad y radiación: riesgos que enfrentan astronautas en misiones espaciales prolongadas

El regreso de los astronautas Butch Wilmore y Suni Williams tras nueve meses en la Estación Espacial Internacional (EEI) pone sobre la mesa una cuestión crucial para el futuro de la exploración espacial: ¿qué le sucede al cuerpo humano en el espacio profundo?
Desde la pérdida de masa ósea y muscular hasta la exposición a la radiación y los trastornos visuales, los efectos de la microgravedad y el ambiente hostil del cosmos son un desafío constante. A medida que la humanidad se aventura más allá de la órbita terrestre, incluidos planes de exploración de Marte, los riesgos para la salud solo aumentarán, exigiendo estrategias innovadoras para mitigar sus efectos.
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Ejercicio contra la microgravedad
La ausencia de gravedad provoca una rápida desmineralización ósea y atrofia muscular. Para contrarrestarlo, los astronautas en la EEI siguen una rutina diaria de dos horas de ejercicio con equipos especializados, como máquinas de resistencia que simulan el levantamiento de pesas.
“El mejor resultado para demostrar nuestra eficacia es que no tenemos problemas de fracturas en los astronautas cuando regresan a la Tierra”, afirmó Rihana Bokhari, experta en medicina aeroespacial del Baylor College of Medicine. Aun así, los estudios muestran que la pérdida ósea es detectable y puede tardar años en revertirse.
El equilibrio también se ve afectado. Tras regresar a la Tierra, los astronautas deben someterse a 45 días de rehabilitación para reentrenar su sistema vestibular y recuperar la estabilidad.
AFP
El impacto en la visión y los fluidos corporales de los astronautas
Otro fenómeno es el desplazamiento de fluidos hacia la cabeza, lo que puede elevar el riesgo de cálculos renales y afectar la presión intracraneal. Esto está vinculado con el síndrome neuroocular asociado a vuelos espaciales (SANS), una afección que altera la forma del globo ocular y puede deteriorar la visión.
Sin embargo, en casos aislados, este efecto ha sido positivo. La astronauta Jessica Meir experimentó un cambio en su visión tras un viaje espacial: “Cuando despegué, usaba gafas y lentes de contacto, pero debido al aplanamiento del globo ocular, ahora tengo una visión de 20/15: la cirugía correctiva más cara posible”, comentó con humor antes de su último lanzamiento.
Radiación: un enemigo silencioso
En la EEI, el campo magnético terrestre aún proporciona cierta protección contra la radiación, pero en futuras misiones a la Luna y Marte la exposición será considerablemente mayor. La NASA busca limitar el riesgo de cáncer de los astronautas al 3% a lo largo de su vida, por lo que el blindaje contra la radiación es una prioridad.
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El astrofísico Siegfried Eggl señala que los materiales densos como el plomo o el agua pueden proteger mejor contra la radiación, aunque su peso limita su uso en naves espaciales. Alternativamente, estrategias como una aceleración artificial que simule la gravedad terrestre o terapias génicas podrían ayudar a fortalecer la resistencia humana en el espacio.