Donald Trump y la devastación del orden internacional
El presidente Donald Trump es un personaje impresentable por donde se le mire. Intentó descarrilar –el lector recordará– los resultados de las elecciones de 2020, amén de sus múltiples sentencias y juicios políticos lamentablemente infructuosos.
Sin embargo, como consecuencia de su personalidad y de la fascinación que ha sido capaz de provocar en una buena parte del electorado estadounidense, ha vuelto a la Oficina Oval con la voluntad de trastocar el orden internacional.
Trump repite en cada ocasión que tiene un mandato popular y que su victoria en noviembre en 2024 ha sido la más espectacular y apabullante en la historia de Estados Unidos. Mentira. Quizás se ha olvidado de que Joe Biden le batió igualmente en términos de votos electorales, y lo derrotó con diferencia en el voto popular en relación con los resultados del propio Trump contra Kamala Harris.
Quizás también el mandatario debería recordar que las mayorías en ambas cámaras del Congreso penden de un hilo, es decir, de un puñado de representantes y senadores republicanos que podrían, si fuese el caso, sumar fuerzas con el Partido Demócrata.
La bochornosa escena protagonizada por Trump y el vicepresidente JD Vance en la Oficina Oval ha retratado a ambos personajes de cuerpo entero: un par de individuos oportunistas sin el menor carácter como hombres de Estado, sin brújula moral, sin escrúpulos, sin estatura para los cargos que ostentan y profundamente displicentes hacia cualquier consideración legal o vinculada con las relaciones internacionales.
Trump y su vicepresidente han decidido traicionar los dogmas que por años cimentaron la salvaguardia del orden, léase, la inquebrantable alianza atlántica entre los Estados Unidos y Europa. Si bien el mandatario no ha anunciado aún la retirada de su país de la OTAN, su alineamiento con la Rusia de Putin ha enviado un mensaje inequívoco: Washington no está más interesado en los asuntos del mundo, y menos aun, si ello involucra acciones perpetradas por el dictador ruso.
Hace unos días, Estados Unidos, en un acto vergonzoso que será registrado en los anales más sombríos de la historia de la diplomacia, votó en el mismo sentido que Irak y Corea del Norte en contra de una resolución que condenaba el ataque ruso.
Ucrania será golpeada, atropellada, humillada, mancillada y finalmente aniquilada por una Rusia hambrienta que se regocija ante las humillaciones infligidas por Trump al presidente Zelenski.
Por otro lado, si bien los líderes europeos como Emmanuel Macron y Keir Starmer han reiterado su apoyo militar y diplomático a Kiev, se antoja poco probable que decidiesen el envío de tropas británicas y francesas a combatir a las fuerzas rusas en suelo ucraniano sin el apoyo estadounidense.
El orden internacional ha sido vulnerado. Atrás se han quedado los tiempos de hombres de Estado como Franklin Roosevelt, John Kennedy, Bill Clinton y Barack Obama. Ucrania está sola. Ha sido abandonada por el otrora “líder del mundo libre”.