Maryfer Centeno y el “Grafo Cartel”: la caída de una pseudociencia

Ayer, en la conferencia matutina de la presidenta Claudia Sheinbaum volvió a salir a la luz un tema que ha estado en boca de todos desde hace un par de meses: la polémica en torno a Maryfer Centeno y la grafología. Este no es un escándalo más en el mundo del espectáculo; es un reflejo claro de cómo la manipulación de la opinión pública puede desembocar en una crisis de credibilidad y ética.

Maryfer Centeno, quien se ha autoproclamado experta en grafología, ha mostrado una habilidad innegable para atraer reflectores, pero no por las razones correctas. En esta ocasión, su comportamiento ha llegado a un punto de no retorno, donde cada acción parece contribuir más a su desprestigio que a su defensa. La grafología, una práctica que una inmensa mayoría en la comunidad científica considera pseudociencia, ha sido el caballo de batalla de Centeno, pero ahora se ha convertido en su gran talón de Aquiles.

El uso que ha hecho de colectivos como el de feministas ha sido particularmente controversial. Centeno intentó ampararse bajo la bandera de la lucha por los derechos de la mujer, pero rápidamente quedó claro que su interés no era la causa, sino la protección de su reputación. Incluso líderes y activistas feministas se han desmarcado de ella, señalando que sus acciones no sólo no ayudan al movimiento sino que lo dañan al usar a las mujeres como escudo para sus intereses personales.

Su red de influencia, conocida ahora como el “Grafo Cartel”, es una maquinaria de manipulación donde influencers, periodistas y hasta funcionarios de la Fiscalía de la CDMX han sido, supuestamente, parte del engranaje que le ha permitido operar con una libertad alarmante. Esta red no solo ha tratado de moldear la narrativa pública en su favor, sino que ha sido acusada de presentar información a medias, como demostró ayer un periodista en la mañanera, quien solo ofreció parte de un audio, convenientemente editado o presentado para favorecer la imagen de Centeno.

Además, no podemos ignorar el daño que ha causado a otras mujeres. En un vídeo recientemente publicado, una influencer relató cómo un análisis corporal y de lenguaje de Centeno la expuso a un ataque masivo de los seguidores de la grafóloga en redes sociales, revictimizando a la persona en cuestión. Este patrón de conducta no solo es irresponsable sino moralmente cuestionable.

La manipulación no se ha limitado al público general; Centeno ha intentado también influir en el discurso de la mismísima presidenta de México, tratando de dirigir la conversación hacia una validación de su ‘expertise’. Pero la administración de Sheinbaum no parece dispuesta a ser parte de esta farsa. La presidenta ha sido clara en su postura sobre la pseudociencia, comparándola con horóscopos, reafirmando que la grafología no tiene lugar en un sistema judicial serio.

Es hora de poner fin a este espectáculo. Maryfer Centeno ha escalado una situación que inicialmente fue incendiada por MR. Doctor, quien, aunque no debe ser justificado por su violencia verbal, sí puso el dedo en una llaga que muchos preferían ignorar: la falta de rigor y la manipulación detrás de la grafología. La responsabilidad de Centeno en este desenlace es innegable. Si hay algo que aprender de este episodio, es que la verdad y la ética siempre salen a flote.

Es tiempo de buscar consecuencias legales por el daño causado, no solo por lo que significa para la justicia, sino por el precedente que establece. La creación del “Grafo Cartel” debe servir como una lección sobre los peligros de la manipulación y el influyentismo sin escrúpulos. Reflexionemos sobre este punto final, no como un acto de venganza, sino como un necesario acto de justicia y restauración de la integridad pública.

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