Plan México y Claudia Sheinbaum

Me gustó el Plan México, presentado por la presidenta Claudia Sheinbaum. Me gustó que, más que objetivos, establezca doce metas para este plan durante su gobierno. No descubrió el hilo negro, no hay nada nuevo bajo el sol, pero sí la presidenta y la iniciativa privada ordenaron y sistematizaron las tareas de manera lógica.

Ante la incertidumbre por el regreso de Donald Trump al poder y sabiendo que el horno no está para bollos, pregunto y me pregunto: ¿el Plan México es realista o un simple sueño guajiro? ¿Son viables las metas propuestas por la titular del Ejecutivo en colaboración con la iniciativa privada? La pregunta de coyuntura: ¿el Plan México es la respuesta correcta ante las medidas que podría poner en marcha Trump en una semana?

Mi percepción inicial es que sí son viables, pero –siempre existe un “pero”— requieren de la combinación, diría virtuosa, de varios aspectos. Respecto a si son suficientes para hacer frente a las presiones del nuevo gobierno de Estados Unidos, no sé, pero sí puedo afirmar que van en el sentido correcto.

Veamos la viabilidad de algunas metas. La primera: ser la economía número 10 del mundo. Llegar al número 10 requiere del cumplimiento de por lo menos las once metas restantes. Para el cumplimiento de las metas económicas, en materia de inversión, turismo, productividad y sustentabilidad, el gobierno no sólo debe eliminar la burocracia y acortar los trámites de dos años y medio a uno, sino combatir la corrupción y mejorar la seguridad. Así que Raquel Buenrostro y Omar García Harfuch deben ponerse las pilas.

Otorgar programas sociales universales es un derecho y un hecho de justicia social, pero una persona realmente no sale de la pobreza sólo con apoyos gubernamentales; requiere integrarse a los ciclos económicos más allá del consumo. Por lo tanto, cumplir con la meta referente a disminuir la pobreza y la desigualdad requiere la generación de empleos dignos y políticas de inclusión social.

Una condición importante que no está textualmente en el Plan, pero que se inscribe en su discurso, consiste en que el gobierno federal debe gastar bien, rápido y de manera transparente. Uno de los mayores problemas en el gobierno anterior, de ya saben quién, fue el subejercicio presupuestal por la concentración en las decisiones y la lentitud con la que fluían los pagos a los proveedores.

También sería importante delegar parte de la promoción de la inversión a los gobiernos estatales. Para ello, debe asignarles recursos para la inversión, no como en el gobierno anterior, donde los gobernadores hacían promoción de sus estados solo con saliva y redes sociales.

El factor más importante es el político, el cual es la “sustancia” transformadora para convertirnos en una versión más joven y mejor de uno mismo, como se dice en uno de los parlamentos de la película del mismo nombre.

La presidenta Claudia tiene el desafío, o la oportunidad, de convertirse en esta coyuntura en una “estadista”. Posee la legitimidad, la legalidad y los recursos para hacerlo. Pero tiene que hacerlo con justicia, coraje, sabiduría y temple y, si la virtud está escasa, al menos con sentido común y prudencia. Eso pienso yo. ¿Usted qué opina? La política es de bronce.

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