Maduro, el gobierno mexicano y el expresidente
En el momento de la redacción de este texto tiene lugar la toma de posesión de Nicolás Maduro en Caracas, Venezuela. Tras una polémica elección y serias acusaciones de fraude por parte del candidato Edmundo González y la oposición, el Consejo Nacional Electoral declaró el año pasado la reelección del presidente venezolano.
La evidencia apunta, empero, hacia un fraude electoral perpetrado por Maduro. A pesar de las exigencias públicas, el gobierno y las propias autoridades electorales se han negado rotundamente a presentar las actas de votación que avalen su triunfo. Ante este hecho, y frente a los propios resultados mostrados por la oposición, se indica que Edmundo González ganó las elecciones presidenciales de 2024.
Así ha sido reconocido por la mayoría de los países del mundo, incluyendo, desde luego, las democracias occidentales y Estados bajo gobiernos progresistas (si se permite recurrir a este término con las salvaguardas debidas) como Brasil, Chile y Colombia, amén de Estados Unidos y Canadá.
Claudia Sheinbaum, por su parte, en un acto de impericia diplomática, optó por no acudir a la ceremonia de investidura. Sin embargo, la propia Secretaría de Relaciones Exteriores anunció que Leopoldo de Gyves, embajador de México en Venezuela, representaría al país en el evento.
Se trata, como ha sido señalado por numerosos especialistas en política exterior, de una torpeza diplomática, tanto por la imagen de México en el mundo como por la futura relación con Estados Unidos, especialmente frente a Donald Trump y al futuro jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio.
¿Qué motivaciones yacen detrás de la decisión de la presidenta Sheinbaum de enviar representación al acto, y con ello, entregar su reconocimiento oficial a un régimen abiertamente dictatorial y represivo? ¿Dónde ha quedado el aparente compromiso del régimen contra los fraudes electorales? ¿No alzaron ellos vivamente la voz en 2006 tras el supuesto fraude electoral?
¿Habrá Sheinbaum cedido a las presiones del grupo radical de Morena que admira al régimen venezolano? ¿O derivará de una recomendación de su equipo asesor? ¿O estará relacionado con la simpatía ideológica de la pseudo izquierda mexicana con el chavismo afianzado con el financiamiento otorgado por Chávez a la campaña de AMLO en 2006?
Es difícil saberlo. Lo que sí es un hecho es que Claudia Sheinbaum, Juan Ramón de la Fuente y el valioso equipo que integra la Cancillería mexicana deberían torcer hacia otra dirección, en pos de los intereses generales del país.