Trump y Sheinbaum: ¿combatir el narco o defender la soberanía?
Los medios de comunicación nacionales e internacionales se han hecho eco de las especulaciones en torno a una posible, o quizás, probable, intervención estadounidense en suelo mexicano con el objetivo de combatir los cárteles de la droga, y en particular, en el estado de Sinaloa.
No se trata, empero, de una ocurrencia surgida en los últimos días, sino que forma parte de un discurso reiterado del otrora candidato Trump. Las cadenas de televisión estadounidenses de derechas como Fox News han hecho hincapié, en sus canales de opinión, en la necesidad de una operación especial por parte del ejército de Estados Unidos, sea a través de drones o de soldados en tierra, para aniquilar a los capos de la droga y destruir los laboratorios de fentanilo.
En todo caso, cualquier acción ordenada por Trump sería considerada una violación flagrante de la soberanía nacional, y sí, desde luego, un casus belli si no contase con la anuencia del gobierno mexicano.
La presidenta Sheinbaum, a pesar de su falta de experiencia en relaciones internacionales, lo sabe bien. También es consciente, ante pavoroso escenario, que no podría políticamente sostener ante sus bases su apoyo ante el ultraje de la bota yanqui.
Por otro lado, tampoco podría sostener una confrontación abierta con Estados Unidos de cara a la abierta amenaza de imposición de aranceles. Es un momento difícil para la jefa del Estado mexicano, y aun más, para un país lastimado por la corrupción y por un régimen que no mira sino hacia la consolidación del autoritarismo.
En adición, sí que se destaca el hecho de que la presidenta Sheinbaum, en sus respuestas a las amenazas de Trump, tanto en materia de aranceles como de posible intervención estadounidense, fije su atención en el discurso de la defensa de la soberanía, y no así en el diseño de una estrategia dirigida a combatir a los cárteles de la droga.
¿No sería mejor que el Estado mexicano combatiese por su cuenta y con sus medios a las organizaciones criminales, y que ésta fuese la idea que debería ser comunicada al presidente electo? ¿No ha llegado el momento de desterrar ahora y para siempre la peregrina idea de “los abrazos” y de hacer valer la ley y el peso del Estado? Veremos.