México, el puente (incómodo) entre China y Estados Unidos
“China y México deben seguir aumentando los intercambios, renovar la amistad, hacer buen uso de la naturaleza altamente complementaria de las dos economías, impulsar constantemente la cooperación práctica y fomentar el desarrollo integral de las relaciones bilaterales en la nueva era.”
Xi Jinping, presidente de China
México se encuentra en el centro de una disputa comercial que pone de manifiesto las tensiones entre China y Estados Unidos. La controversia radica en cómo el país aprovecha las reglas del tratado para producir bienes con materiales chinos y exportarlos con beneficios arancelarios y no arancelarios hacia Norteamérica.
En otras palabras, México desaprovecha la oportunidad del nearshoring, y para entregarlo en bandeja de plata a los chinos y a la oligarquía mexicana.
Pieza clave del T-MEC
El punto de fricción es la regla de origen que determina qué productos califican como “originarios” y, por tanto, libres de aranceles en el comercio regional. En términos sencillos, un producto puede elaborarse con materiales fuera del T-MEC (como los chinos) siempre y cuando cumpla con un proceso de transformación significativo en México. Esto se conoce como salto arancelario.
Sin embargo, con el T-MEC se elevaron las exigencias de integración regional especialmente en sectores clave como el automotriz. Por ejemplo, mientras que el TLCAN requería un 62.5% de contenido regional en automóviles, el T-MEC lo aumentó al 75%, además se impusieron reglas específicas sobre el uso de acero, aluminio y el valor generado en zonas de alto salario (como EE.UU. y Canadá). Estas reglas y la forma de implementarlas habían hecho de México el principal hub de autos en el mundo desplazando a países como Brasil. Además se generaron importantes cadenas productivas y desarrollo de empresas nacionales que se incorporaron a la cadena productiva. Con los autos chinos esto se pierde.
Salto arancelario
A pesar de las restricciones, empresas chinas instaladas en México encuentran formas de cumplir con las reglas del T-MEC y de evitar aranceles al exportar a Estados Unidos. Este “atajo” ha generado malestar en Washington que lo percibe como una competencia desleal para su industria manufacturera.
Mientras Canadá ha pasado de ser un competidor de México en la atracción de inversiones a un socio que no enfrenta las mismas tensiones. El enfoque de Canadá en la estabilidad regulatoria y sus incentivos de alto valor agregado atraen capital que podría haber llegado a México imponiendo más presión sobre el gobierno mexicano para defender su posición estratégica en la región.
El contexto se complica con el regreso de Donald Trump. Su retórica y acciones sugieren que usará estas tensiones comerciales para presionar a México en frentes como el control migratorio, la lucha contra el narcotráfico y el espionaje ruso. También podría aprovechar la situación para introducir políticas y acciones que castiguen la apertura de México a China y generar mayor tensión en otras aéreas de la relación bilateral como la seguridad nacional de EE.UU, migración, crimen organizado, energía, telecomunicaciones y sector agropecuario.
Un desafío para la política comercial
Por un lado, México debe mantener su compromiso con el T-MEC y cumplir con las reglas más estrictas mientras busca atraer inversión extranjera incluso de China en sectores como el automotriz, donde los requisitos de contenido regional pueden cumplirse con ingeniosas combinaciones de materiales y procesos.
El fondo del conflicto radica en las tensiones geopolíticas entre dos economías que compiten por el dominio global y México, como socio estratégico de EEUU, con su pretensión de obtener beneficios y apoyos políticos de China.
Un dilema que determinará el desarrollo, estabilidad política y bienestar de la sociedad mexicana o terminará en una situación crítica.
Además, con Canadá como competidor silencioso y Trump como factor de presión, México enfrenta retos económicos, diplomáticos y de seguridad. El futuro dependerá de cómo se manejen estas tensiones y de la habilidad para consolidarse como un puente competitivo y confiable con la inteligencia y los arrestos para contener la presión de China.
La oligarquía cuatrotera
El gobierno tiene además la presión de la oligarquía a la que conviene la relación con China, donde invierten poco y se olvidan de la capacitación, ecología, el uso de tecnologías de punta o investigación, o derechos laborales.
Con el favor de AMLO, el magnate Slim, trajo el auto chino JAC que comercializa en Liverpool hace cinco años, así logró ganarle mercado a Audi, BMW, Tesla o la mexicana Zacua, empresas que invierten y desarrollan tecnología, bajo este esquema, Slim sólo genera ingresos para sus bolsillos y los chinos.
En las reuniones bilaterales que tuvo México en el G-20, se solicitó una reunión con el mandatario Chino, lo que no cayó muy bien, sobre todo después de haberse reunido con líderes y aliados como el canadiense Justin Trudeau y el francés Emmanuel Macron. La misión diplomática de México quiso cancelar la reunión, pero ante la reprimenda y amenaza de los chinos, la prefirieron llevar a cabo.
Bien lo explicaron los ganadores del premio Nobel de Economía 2024, en su obra “Por qué Fracasan las Naciones”, el modelo chino consiste en la implementación de monopolios en lugares como México y socios como Slim, oligarcas que se benefician del control gubernamental para amasar sus fortunas, que tarde o temprano llevarán a México a una posición como la de los setenta, de ser un importador de productos y servicios, solo habrá maquila china que difícilmente entrará a EU y México será el principal importador de China.
El reto es claro, el país debe ir con extremo cuidado en un tablero comercial y político donde las reglas son cada vez más estrictas y las presiones más intensas, y finalmente, definirse ante las posiciones de China y EEUU que cada día son más irreconciliables, algo con lo que no se puede jugar cambiando leyes y las reglas del juego.
X: @diaz_manuel