Transiciones y transformaciones: enseñanzas de la historia
La historia es la maestra de ceremonias de la vida.
Como buena mujer, es sensible al cuidado que se brinde a sus expresiones, mensajes y experiencia acumulada.
En la historia política y jurídica del país, la maestra de ceremonias nos alerta de los errores en que hemos incurrido en momentos de transición o transformación profunda.
Aporto algunas estampas.
Así ocurrió en la Independencia, hace 200 años, cuando en el diseño constitucional insertamos la figura de la vicepresidencia de la República.
Esta se asignaría a la candidatura que obtuviera el segundo lugar en la elección respectiva. Ello generó luchas fratricidas al interior del Gabinete y las fuerzas políticas, incluidos asesinatos y golpes de estado.
En consecuencia, la eliminamos en 1857 y, luego de repararla en 1904, la cancelamos desde 1917 a la fecha.
Otro aprendizaje inducido por la historia es que los sistemas constitucionales deben ser flexibles, pero no al grado de suprimir los mecanismos de control y arriesgar la legitimidad, consistencia o eficacia de las normas.
Así, sabemos que cuando en 1824 se estableció un candado de diez años para reformar la Constitución y no se contaba con un sistema práctico para interpretarla y adaptarla a las circunstancias, el resultado directo o indirecto fue el aumento de las malas prácticas, presiones desmesuradas y, al concluir esa década, una reacción ultraconservadora que derogó toda la Constitución.
Por el contrario, la sobreinterpretación de la Constitución durante la República Restaurada entre 1867 y 1877 –lo mismo que entre 1994 y 2024– nos ha enseñado que si tenemos gobiernos divididos –presidencia de un partido y congreso de otro– se incentiva la discusión plural, pero también la controversia, el conflicto y desgaste entre poderes y partidos, hasta el punto en que se puede neutralizar e inutilizar la acción oportuna del estado.
Hoy estamos viendo las implicaciones de esas dinámicas, pues el poder judicial está en vías de reajustar sus atribuciones o alcances para encontrar diques frente a los poderes políticos y el titular originario de la soberanía: el pueblo.
Ahora bien, sin equilibrios, por ejemplo, el examen previo de constitucionalidad de sus importantes reformas, así sea no vinculante, es decir, con el valor de una opinión, las equivocaciones graves pueden florecer
Un aprendizaje más de nuestra historia es que cuando un poder súper mayoritario invade los poderes políticos, ejecutivo y legislativo, como tuvo lugar durante el Porfiriato o el “Priato”, el marco constitucional y el mandato recibido es clave pues puede orientarse en el sentido de favorecer la libertad de los más poderosos o la igualdad y la justicia para las mayorías sociales.
Dado que no todos los actores sociales pueden ganar, más bien, alguien o algunos tienen que perder algo, ceder privilegios, el arte del estadista consiste en instrumentar un esquema de diálogos constantes y una estrategia de compensaciones combinadas.
Para los días, semanas y meses que corren y por venir, estimo de la mayor importancia tener presente ese tipo de enseñanzas de la historia para no repetir los errores que la frustraron y divorciaron, incluso respecto de las mejores intenciones o propósitos posibles.