Y podemos estar peor…

Las masacres registradas en el último mes en México no son fortuitas, son el resultado de una estrategia de seguridad que no ha logrado prevenir y mucho menos evitar los hechos violentos, son el resultado de la falta de combate al crimen organizado por parte de las autoridades de los tres órdenes de gobierno y son el resultado de dar abrazos e impunidad a los delincuentes.

En mes y medio del nuevo Gobierno federal se han visto escenas inenarrables y lamentables de personas de todas las edades muertas a manos de la delincuencia.

En Chautipan, Guerrero, el asesinato de 11 comerciantes dejó nueve viudas y 20 huérfanos.

En dos hechos distintos, durante octubre asesinaron en uno sólo día a 10 personas en Culiacán y Mazatlán, Sinaloa.

Este fin de semana, fueron asesinadas cinco personas en un bar en el municipio de Cuautitlán Izcalli, Estado de México.

Sin embargo, el hecho que más sorpresa, indignación y terror ha causado es la masacre ocurrida en el centro de Querétaro, donde 10 personas que sólo acudieron a divertirse fueron asesinadas.

En este contexto, esta semana se discutirá en el Senado de la República una iniciativa enviada por la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, para otorgarle más facultades a Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, quien incluso ahora podrá asesorar a la Presidenta en temas de seguridad nacional; facultad que era exclusiva de las Fuerzas Armadas.

Será la Secretaría de Seguridad Pública la encargada de formular, coordinar y dirigir la Estrategia de Seguridad Pública, esa que tanta falta hace y que en mes y medio no ha logrado disminuir los homicidios dolosos, los feminicidios, las extorsiones, los robos y los delitos en general.

A la iniciativa presentada por el Ejecutivo se le olvidó la existencia del sexenio del expresidente, Andrés Manuel López Obrador, porque en su justificación hace referencia a que las estrategias implementadas en periodos neoliberales mostraron deficiencias en la coordinación entre cuerpos de seguridad, lo que llevó a su fragmentación y colusión con actores criminales y generó un aumento de la violencia y división de las células delictivas.

Se les olvidó mencionar que el sexenio de López Obrador superó los 200 mil homicidios dolosos, lo que representa la cifra más alta en la historia reciente del país, 67 por ciento mayor a la registrada en el sexenio de Felipe Calderón, y 29 por ciento superior a la del gobierno de Enrique Peña Nieto.

Y en medio de esta espiral de violencia en México se tiene una indolente Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), encabezada por una militante de Morena que lejos de velar por las víctimas ha procurado, desde hace cinco años, por cuidar al Estado y así pretende ser reelecta, esta semana.

Y sí, siempre se puede estar peor.

 

Y en Pregunta Sin Ofensa:

Con la soberbia mostrada por el dirigente del Partido Acción Nacional, Jorge Romero, hay esperanza de que se reestructuren, o seguirán en declive en las próximas elecciones.

 

      @aguilarkarina

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