El sínodo de la sinodalidad, la muerte de De Mellerais y la compleja ruta de la tradición en la iglesia por venir
Bernard Tissier de Mallerais nació el 14 de septiembre de 1945 en la alta Saboya. En octubre de 1969 entró al seminario de San Pio X y estuvo entre los tres primeros seminaristas que, ante la crisis propiciada por el concilio Vaticano II, buscó a monseñor Marcel Lefebvre para que lo ordenara sacerdote. Estuvo entre los 4 sacerdotes que monseñor Lefebvre consagró obispos en 1988, acarreando con ello la excomunión a la que estuvieron sujetos el propio Lefebvre, el obispo brasileño Del Castro Mayer y los entonces consagrados, excomuniones que fueron levantadas en 2009 por Benedicto XVI, quien había sido testigo de primera mano de lo ocurrido en torno a la fraternidad de San Pio X durante la crisis que derivó en las consagraciones. El pasado 28 de septiembre, el gran biógrafo de monseñor Lefebvre, monseñor Tissier de Mallerais cayó de las escaleras en el seminario de Econe, falleciendo el 8 de octubre de este año, a los 79 años de edad. Es destacable que menos de un año antes de su muerte, visitó México para cumplir con su labor pastoral.
Esta segunda baja después de la ruptura de monseñor Williamson (el obispo inglés que consagró a Lefebvre) con la fraternidad de San Pio X, deja sólo a dos obispos en la tradición: Bernard Fellay de 66 años de edad, de origen suizo, y monseñor Alfonso De Galarreta, de 67 años, originario de Argentina.
El sínodo de la sinodalidad concluye con un documento que ha generado toda clase de reacciones complejas entre los católicos tradicionalistas pues, parece pretender que hay un nuevo nacimiento de la iglesia, lo que desde luego atenta contra el magisterio ordinario defendido por la tradición.”El padre David Pegliarini, superior de la fraternidad de San Pio X, ha definido el mismo como un método confuso, o mejor, una práctica, que se puso en marcha sin conocer todos los puntos de llegada. Concretamente, se trata de una voluntad decidida de hacer que la iglesia funcione a la inversa”. Las conclusiones de la segunda etapa del sínodo llevan a asumir una “democratización” de la iglesia que pone en riesgo, tanto su naturaleza jerárquica, como su unidad doctrinal, cosas ambas que han sido la quintaesencia de la concepción católica pues la iglesia ha sostenido siempre que, a su cabeza y como monarca incuestionable y absoluto, se encuentra el mismo Jesucristo quien delega en su vicario el mando del cuerpo místico, fundamentalmente, de la iglesia militante, y este vicario es quien ostenta la potestad del apóstol Pedro, designado según los evangelios, por el propio Jesús con la emblemática frase: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Con semejante nombramiento otorgado por la segunda persona de la santísima trinidad, cualquier sesgo derivado de una práctica “democrática”, naturalmente atenta contra los fundamentos mismos de la fe. Así es que el sínodo convocado por Francisco, quien ya no se ostenta como el vicario de cristo, y que hace cada vez más énfasis en que su jefatura como obispo de Roma no le otorga el carácter jerárquico que, desde tiempos pre cristianos, el sumo pontífice de la ciudad eterna ha ejercido autárquicamente. Se ha convertido en un sinónimo del progresismo dentro de la iglesia católica romana.
Cuando en 1988 el obispo Lefebvre, cansado y enfermo, pide al Vaticano que le permita consagrar un obispo que continúe con su obra en defensa de la tradición, ordenando sacerdotes y dando asistencia a los cientos de miles de fieles de la fraternidad sacerdotal que encabezaba en todo el mundo, el Vaticano juega con los tiempos, presumiblemente esperando que Lefebvre muriera antes de consagrar a su sucesor, a esto y no a otra cosa se debe el acto de rebeldía que costó la excomunión a uno de los mejores obispos de la iglesia.
Treinta y seis años después, ya con dos bajas, la FSSPX y en un entorno altamente progresista y liberal en el Vaticano, habría que preguntarse si esta apertura democrática que preconiza cercanía y fraternidad con otras religiones y franca acción conjunta con las iglesias separadas y ortodoxas, va a aplicar la misma tolerancia con los defensores a ultranza de la doctrina eterna de la iglesia católica romana o, si tendrá de nuevo que prepararse otro acto de rebeldía para garantizar la sucesión apostólica en dicha fraternidad. El obispo Williamson, ya separado de la misma, ha realizado cuando menos tres consagraciones: la de Jean-Michel Faure, otro sacerdote muy cercano a monseñor Lefebvre que había rechazado su propia consagración en favor de Alfonso de Galarreta y la otra, la del sacerdote Miguel Ferreira D´acosta; así como la del mexicano Gerardo Zendejas en mayo del 2017. Es destacable que, monseñor Zendejas tiene 61 años, lo que lo convierte en el obispo más joven vinculado a las consagraciones de Lefebvre.
Las consagraciones realizadas por monseñor Williamson, aunque válidas en tanto a la sucesión apostólica, implican la excomunión latiae sentenciae. Lo que ocurra en la tradición, sin duda será un signo de los tiempos pues, cada vez un mayor número de católicos acude a la misa tridentina y se resiste a los profundos cambios impulsados por este papado.