Culiacán bélico, sesenta días de asedio

Se antoja un pescado zarandeado, unos camarones para pelar, acompañados de una Pacífico bien fría; se antoja cantar con la banda o el trío y pasear por el malecón. Ir con la novia o el novio a bailar o cenar; qué tal una carne asada los domingos con la familia y los amigos o, mejor aún, agarrar las trocas y lanzarse a Mazatlán el fin de semana. Desde hace mes y medio, ninguna de estas actividades, tan representativas de la población de Culiacán, es posible, so pena de arriesgar la vida.

Desde la captura de Ismael “El Mayo” Zambada, Culiacán vive en asedio, experimentando un Estado de sitio que altera la vida no sólo de Culiacán, sino de todo el estado de Sinaloa. Culiacán bélico. ¿Qué hacer ante los casi 200 asesinatos, producto de los enfrentamientos entre “Los Mayitos” y “Los Chapitos”, muchos de ellos víctimas inocentes caídas en el fuego cruzado?

Los estragos del asedio no sólo afectan las actividades recreativas; sus efectos se sienten con fuerza en las diversas ramas económicas, sociales y, por supuesto, en la política. Con razón se habla de una “narcoepidemia” o de un Estado de sitio. Ejercer el periodismo en Culiacán es como ser corresponsal en Gaza o Ucrania.

En el último mes de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la decisión fue respaldar al gobernador Rubén Rocha Moya, incrementar la presencia de las fuerzas armadas y dejar que los grupos delincuenciales se enfrentaran, con la esperanza de que uno de estos ganara contundentemente al otro y, de esta manera, se restableciera la paz. Esto no ocurrió; los enfrentamientos continuaron con su caudal de muertos.

La presidenta Claudia Sheinbaum dijo que atendería la situación. Hace unos días, el secretario de la defensa nacional, Gerardo Trevilla, y el secretario de seguridad, Omar García Harfuch, fueron a Culiacán y caminaron algunas de las calles, fuertemente custodiados. Dijeron que el plan de reconstrucción de la paz está en marcha, pero los enfrentamientos y la alteración de la vida continúan.

En la más reciente encuesta de percepción de inseguridad del INEGI, Culiacán no aparece entre las cinco ciudades más inseguras; ese terrible honor lo ocupa esta vez Tapachula, Chiapas. Esas son estadísticas, la capital de Sinaloa puede considerarse ya como una zona de desastre y requiere un plan de reconstrucción integral.

En redes sociales, reportajes periodísticos y estudios académicos, hay importantes análisis que explican lo que se vive en Culiacán desde diversas perspectivas. Considero que buena parte del origen y la naturaleza de esta situación la podemos leer o escuchar en las canciones de Chalino Sánchez o en las letras de los primeros corridos tumbados de Natanael Cano.

En Culiacán no se pelea por una plaza; se está pagando una traición. No es un pleito para expulsar a un grupo del territorio, sino una venganza. Donde, al parecer, ambos bandos tienen recursos humanos y materiales ilimitados. Se trata de un drama bélico, donde el ahijado traicionó al padrino. Un asunto que en las leyes del narco no se perdona más que con la muerte. Un hecho que alteró el frágil equilibrio y la relativa paz en el corazón de Sinaloa. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.

X: @onelortiz

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