Todo mal con Florencia Guillot: no es un caso de éxito, es delito; The Urban Beauty sigue siendo víctima

Durante los últimos días, el término “Grooming” ha tenido popularidad. El acto en realidad, surgió a partir de los contactos que pueden darse en Internet entre adultos y menores, donde los menores son manipulados y dirigidos a realizar conductas, principalmente de carácter sexual, por parte de adultos. El término “grooming” se refiere a la acción de establecer una conexión emocional con un niño con el objetivo de ganar su confianza con fines de abuso sexual. El grooming puede llevarse a cabo por parte de adultos que buscan explotar a menores, y a menudo involucra la construcción gradual de una relación, ya sea en persona o en línea.

En el ámbito de la informática y la tecnología, el grooming también puede referirse a la acción de preparar a una persona para actividades ilegales o inapropiadas, como la explotación sexual, la trata de personas o la participación en actividades delictivas.

Es importante señalar que el grooming es ilegal y perjudicial, y los esfuerzos se centran en prevenir y abordar estos comportamientos, así como en educar a las personas sobre cómo protegerse y proteger a los menores. También es delito.

El asunto es que Florencia Guillot en un podcast que llega a millones de niñas y mujeres, dio a conocer la historia de Paulina Florencia, quien ahora tiene 33 años pero que nació en 1990 y fue víctima de algún tipo de influencia bajo la cual, se enamoró tan joven (durante la pubertad, que según la Enciclopedia médica es un proceso entre los 10 y 14 años para las niñas) mientras realizaba un viaje con amistades en Acapulco, dando como resultado que ahora está casada con Mauricio “N”, quien la conoció cuando él tenía casi 30.

Su duradero matrimonio que ya rebasa los 17 años fue catalogado por Florencia Guillot como “Un caso de éxito”.  En el centro de aquella conversación que me niego a reproducir, hay una niña escondida en los ojos de una mujer adulta que a menudo busca la aprobación mediante el contacto visual de su pareja. Enarbola frases como que ella no sabía hacer cosas “del hogar” que Mau esperaba porque todo se lo hacía mamá, repite que su relación no era aceptada ni “respetada” por lo que contaba los segundos para poder irse de casa.

No puedo sentir más que tristeza y compasión. Profunda tristeza por reconocerme en aquella adolescente atraída por adultos que no paraban de repetir el discurso de lo “maduras que somos” para tener nuestra edad. Profundamente compasiva por Pau Florencia que tiene más de medio millón de seguidores como “The Urban Beauty”. Quisiera dejarle aquí un abrazo, decirle que nadie la juzga a ella sino a quienes abusaron y normalizaron el abuso. Abrirle todos los espacios para ayudarle a salir de ahí, para impulsarla a que viva y conozca más amor que el de aquel sujeto que la sometió en una de las etapas más vulnerables de los seres humanos. Decirle que  no tenga hijos con el famoso Mau, que así será más fácil seguir adelante e ir cerrando el capítulo que la mantiene eternamente adolescente, enraizada en aquella vulnerabilidad de niña.

Me encantaría decirle a Pau que hay tanta luz y camino después de la valentía para afrontar eso que no se siente bien, que está bien la necesidad de tener siempre disponible una sonrisa para los seguidores de la red, para las marcas, para los labiales y los maquillajes pero que eso que se siente en lo profundo del corazón como algo injusto es real.

Creo que lo peor de este podcast no es Paulina, quien en lo profundo de su pubertad fue convencida de que lo que vive está bien y que, de cierta manera, está siendo mejor de lo que su madre pudo ser. Durante el podcast se menciona que su madre “no había tenido relaciones duraderas” y que su padre “vivía en el extranjero”. También que fue muy apegada a quien, como se puede apreciar, trató de hacer todo por cuidarla. No puedo imaginar el dolor y la tristeza de su madre que, en primer lugar, fue negada de ser vista bajo el ojo de una mujer. Tal vez sí tuvo relaciones más duraderas, pero existieron antes del nacimiento de Pau.

Tal vez, querida Pau, te eligió a ti como una prioridad por encima de cualquier ejemplo de sociedad anticuada en la que alguna mujer tuviera que tener pareja duradera para ser considerada una mujer completa, como es que ahora quieres sentenciar. Tal vez, papá se fue y esa decisión no tuvo nada que ver con tu mamá. La realidad es que aquella necesidad emocional, Mauricio la llenó a base de manipulación. Cuatro años después de conocerse, el famoso “Mau” se divorció teniendo ya un hijo de 6 años. Los terminó de criar, no juntos, pero sí al mismo tiempo. A ella, mientras la abusaba haciéndole descubrir la vida y la sexualidad. Al niño, cuidándole de ella pues, afirma, “no sabía si era en serio o cuanto iba a durar”. Al final, Mauricio iba por la vida arrebatando inocencias virginales de aquellas que podía. Ahora tiene casi 50 y en las redes sociales han exhibido que sus gustos por las jovencitas, igual que un Enrique Guzmán o un Sergio Andrade, permanece.

Lo peor, después de la normalización de la propia Florencia y el tono apologizante con el que enuncia que la pederastia consumada es “una relación de éxito”, es la cantidad de menores que logran caer en los brazos de pedófilos en el país que tiene el primer lugar en abuso sexual infantil y las estadísticas más altas de embarazo adolescente. Lo peor es que las narrativas tienen consecuencias, que las “Lolitas” son refugios literarios de disfraces morales para sugerir que es normal, correcto o deseable que las mujeres jóvenes tengan experiencias con adultos.

Algunas voces dirán que “Mau” era también un joven, sin embargo, la realidad es que el abuso no solamente se mide por edad sino por asimetría de poder. Mauricio tenía más de 25, casi 30 cuando salía de antro con la pequeña Paulina y sus amigas menores de edad, en los tiempos en que eso era posible, mientras lo aclamaban por ser el adulto que, según dice en el podcast, las invitaba, las cuidaba, las llevaba de antro y las regresaba a casa, el que les facilitaba alcohol (que es corrupción de menores, otro delito) mientras Paulina se enamoraba más pensando que encontró al mejor.

Nada quisiera más que Paulina pudiera escuchar esa vocesita que por dentro extraña a su mamá. La que nos dicta desde la intuición hacia donde vamos. Desearía con tanto amor que Paulina pudiera ver que ya es una mujer, que ya no es vulnerable, que ya es capaz de salir adelante por si misma, que un montón de niñas la siguen y la admiran, que las mujeres no venimos a la vida a ser las mujeres que el rol patriarcal nos impone, que no venimos a servir a los hombres, que no venimos a cocinarles ni a servirles sexualmente, que no venimos a saber que comprar en el súper para ellos o que se necesita para una familia. Que las niñas vinieron a la vida a crecer sin preocupaciones y a ser felices, tal como su mami intentó al evitarle la carga de responsabilidades del hogar. Que las niñas venimos a estudiar y alcanzar nuestros sueños, que ahora que es una mujer sigue teniendo tanto por vivir.

Me encantaría que Pau se atreviera a salir de casa y visitar secundarias, que pudiera platicar con niñas de la edad que ella tenía cuando se “enamoró”. Me encantaría que terapeutas como Nilda Chiaraviglio pudiera acompañarla sin que sintiera que estas letras son un ataque. Que simplemente, encontrara un refugio cálido en más personas, en una red de apoyo que le permitiera saber lo maravillosa que es, entender por qué tomó las decisiones que tomó y sanarlas.

El ojo público es tan incisivo y después de tantos días de “Cancelación” contra Florencia Guillot y contra la exitosa pareja, desearía que Paulina Florencia pudiera entender que no son afrentas cargadas de odio sino cientos de cuentas llenas de coraje en contra de un adulto que abusó. Que ella pudiera seguir siendo víctima, que la vida es tan bella y tan larga, que ella es tan inteligente, que merece mucho más. Ojalá que ahora, en la vida adulta, Paulina Florencia pueda abrazar a la pequeña Pau del pasado que se refugió en ese lobo. Uno que sabe la incorrección de sus actos y que evita hablar de ellos, el que la controla con la mirada, el que la corrige y la apaga con la superioridad del adulto. Esa pequeña Pau ya no pudo ser salvada por mamá, pero puede continuar viviendo por Paulina adulta.

Escuchando alguna vez “La Magia del Caos” con Aislinn Derbez, la psicoterapeuta Nilda Chiaraviglio decía de la manera más amorosa posible que algunas heridas de la infancia pueden sanar cuando nos re-maternamos. Un ejercicio en el que las mujeres nos damos el amor o nos pedimos el perdón que quisimos recibir de mamá, y aunque ciertamente puede ser muy incómodo que existan miles de internautas opinando sobre la vida íntima y personal de Paulina Florencia, creo que todo el entorno le espera con ganas de decirle que no fue su culpa. Que era una niña. Que lo hizo bien. Que toca seguir adelante y vivir como la única vida que tenemos, tan larga como para no estar cercanas a mamá. Que eso no lo tienen que vivir otras niñas y que, por eso, es importante que las disculpas vengan no de Florencia sino del pederasta y pedófilo que es el tal “Mau”.

Ojalá pueda entender que ella no le hace daño al agresor por contar su historia, que no es su culpa. De origen, esto no tuvo que pasar. Ojalá alguna voz pueda decirle a Pau que el mejor ejemplo de autonomía y dignidad se lo dio su madre al priorizarla y priorizarse a sí misma. Que se vale cambiar de opinión y entender que la vida no siempre es como en algún momento creíamos que era, que ahí radica la sabiduría y la magia de crecer. Que sanar es de valientes y lo más importante: que Paulina Florencia, la niña y la adulta, no están solas. Aunque el “diablito” con el que comparte vivienda insista en hacérselo sentir. Ojalá su voz sirva para decirle a otras niñas que no es normal tener un novio 15 años mayor, que no está bien, aunque en algún momento haya sido visto como “la sensación”, según Florencia Guillot.

También este caso tendría que hacer pensar al sistema completo sobre la tolerancia que existe en delitos como el estupro, que pueden perdonarse con el consentimiento de la víctima y que no tienen consecuencias y los padres están de acuerdo. La pedofilia, el estupro y la pederastia tendrían que ser delitos que se persigan de oficio, imprescriptibles como todos los delitos sexuales contra menores que ahora son reconocidos.

Su cárcel no tendría que ser la misma que la del criminal narcomenudista, feminicida o asesino, tendría que ser una especie de reformatorio psiquiátrico en el que no tuvieran nunca más acceso a ninguna menor. Nos falta endurecer la reacción social y legal contra los que abusan y nos falta educar a las miles de Florencias para hacerles entender que los delincuentes no son la sensación.

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