Zedillo: El triste ocaso del beneficiario de un crimen

Al expresidente Ernesto Zedillo lo agarraron en curva, lo asesoraron muy mal, no pudo más contener su franco odio, hasta hace dos días callado, al lopezobradorismo. Por fin lo convenció Claudio X. González o bien todas las anteriores, más su dosis personal de torpeza política que es inherente a su ser, y que nos llegó en forma de una transición democrática, así haya sido con las mejores intenciones (Madero también las tuvo y lanzó al país a un infierno), fallida por lo acelerada e ingenua. Pero tratemos de analizar algunos puntos de esta, tan desafortunada reaparición.

– Para ser el principal beneficiario de un crimen de Estado, que fue el de Luis Donaldo Colosio en el fatídico 1994, el doctor Zedillo gozaba incluso de cierto prestigio, de menos quizás era el único expresidente que podía salir a las calles sin ser injuriado por la ciudadanía ni tampoco sufría del repudio popular, máxime comparándolo con, en sus respectivos momentos, con los villanos favoritos por antonomasía, López Portillo, Salinas y hoy Calderón.

– El ‘timing’ de su salida del ostracismo político, misma regla no escrita, pero fundamental, del sistema político mexicano, que el expresidente había seguido escrupulosamente, contrario a las chachalacas Fox y Calderón no pudo ser peor: exactamente el día apoteósico de AMLO, su último grito de independencia, su despedida ante su medio por excelencia, la plaza pública, relegada pues la noticia de su histriónico discurso a la casi total irrelevancia política, esto también aplica a cualquier pretendida mejora en la percepción de aspectos positivos para su imagen histórica, ya que el pueblo de México ha tenido bien en recordar varios esqueletos en el closet del último sexenio del Siglo XX, como por ejemplo:

El Fobaproa, es decir, la mayor deuda pública contraída por el Estado mexicano, en beneficio de la banca privada, mismos pasivos que aún al día de hoy cargan las finanzas públicas mexicanas y que además no hay ni para cuándo termine esa sangría de recursos públicos; la mayor y más obscena transferencia de recursos públicos a manos privadas. Cabe destacar que casualmente (o quizás no tanto), el mismo Zedillo fue el funcionario pionero en programas de gobierno para privatizar los haberes y socializar las pérdidas, encabezando el Ficorca, un fideicomiso que cubría a los magnates en sus pérdidas por cuestiones de volatilidad cambiaría luego de la tremenda crisis económica originada en 1982 por la altísima deuda externa combinada con la caída abrupta en los precios internacionales del petróleo. “Doctor Focorca” era, para los amigos, conociendo así ya el caminito rumbo al atraco del siglo que significó el otro rescate que diseñó e implementó, el Fobaproa mismo.Zedillo fué el principal beneficiario de una serie de crímenes, todo apunta a que fueron de Estado, principalmente el de Luis Donaldo Colosio, a quien relevó en la candidatura a la presidencia de la República (1994-2000), mismo hecho que obviamente lo hizo presidente de México.Ser el padre del neoliberalismo en México, cuando menos y eso sí seguro del neoliberalismo a ultranza, el dogmático, misma doctrina de la que hasta el mismísimo Carlos Salinas de Gortari ha renegado públicamente en repetidas ocasiones: En entrevistas y en sus libros, demarcándose de él y sus excesos, encasilando (no sin cierta razón) a su gobierno en el llamado liberalismo social, término acuñado por el legendario político veracruzano don Jesús Reyes Heroles (padre). No olvidar que el programa social estrella del salinato fue el PRONASOL, innovador y efectivo. Los que vinieron de Zedillo en adelante eran una mezcla de lismosnas en forma de migajas acompañadas de una corrupción obscena.La crisis económica, que al final del día y así durante el final del gobierno de Salinas haya sido retrasada artificialmente, le estalló a su gobierno en la manos, y bien es cierto que en algo falló y/ó pudo haber hecho mejor, de ahí el famoso ‘error de diciembre’, mes en el que justo arrancó su administración.Se dirá que en su gobierno y por primera vez un familiar de un expresidente pisó la cárcel y es cierto, pero también en su gobierno el siniestro funcikaro aquel de apellidos Chapa Bezanilla armó el penoso escándalo de La Paca y la osamenta, mismo hecho que al paso del tiempo se ve solo como un elaborado ardid jurídico para desestimar los cargos en el juicio a Raúl Salinas y así conseguir a la postre su libertad.Volviendo a sus convicciones neoliberales a ultranza, es Zedillo el origen del debilitamiento del Estado mexicano en favor de una élite pequeñita pero voraz, hecho del que nacen no pocos de los males que han vendo a quejando a México desde entonces, y que sería incluso ocioso (y tedioso) aquí en numerar.

Para rematar, entre su aparición, además de la espectacular despedida de Andrés Manuel en Zócalo capitalino, estuvo acompañada de la también intervención en el debate público del funcionario que más crímenes trae a cuestas, que no es más que Genaro Garcia Luna y su patética carta enviada a los medios, plagada de disparates y de faltas de ortografía; en fin, que en el imaginario popular los dichos de Ernesto Zedillo quedan mucho más del lado de Garcia Luna que de las arengas de AMLO la noche del 15 de septiembre.

Un tristísimo ocaso pues el del multicitado doctor Zedillo, que ya tarde es que pudo comprobar las mieles amargas de aquella sentencia de Miguel Alemán Velasco en uno de sus libros, en cuanto a que todo expresidente en México no es sino, así no lo quiera y muy a su pesar, un TEHUACÁN SIN GAS.

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