Cuidar la casa común para cerrar el año
Este cierre de año nos encuentra trabajando en una agenda que tiene un hilo conductor muy claro: el cuidado del medio ambiente entendido no como un discurso, sino como una responsabilidad concreta con la gente, con el territorio y con las próximas generaciones. Las iniciativas que hemos presentado no nacen del capricho ni de la moda, sino de problemas reales que ya están afectando la vida diaria de miles de personas.
Hablar del Banco del Agua, por ejemplo, es hablar de algo tan básico como garantizar que el agua alcance hoy y también mañana. En un país donde la escasez hídrica avanza y las desigualdades territoriales son evidentes, asegurar inversión en infraestructura, tratamiento y conservación no es opcional, es urgente. El agua es derecho humano, pero también es planeación, responsabilidad y visión de largo plazo.
En ese mismo enfoque preventivo se inscribe la regulación de la pirotecnia. Nadie quiere borrar tradiciones, pero sí poner límites cuando la salud, el medio ambiente y los animales pagan el precio del descontrol. Menos accidentes, menos contaminación y más alternativas seguras también son formas de cuidar a las familias.
Otro paso importante ha sido avanzar hacia una gestión responsable de los residuos de construcción y demolición. Durante años se ha construido sin pensar qué pasa después con los materiales. Apostar por la reutilización y la economía circular no solo reduce el impacto ambiental, también moderniza al sector, baja costos y nos obliga a construir con mayor conciencia.
También hemos trabajado en la regulación de la venta de animales, porque proteger a los seres sintientes es una obligación ética y legal. Evitar el maltrato, la venta irresponsable y el tráfico ilegal no solo protege a los animales, también cuida la salud pública y fomenta una convivencia más sana en nuestras comunidades.
En materia territorial, la regulación de los vehículos recreativos todo terreno responde a un fenómeno que creció sin reglas claras. El disfrute de la naturaleza no puede seguir significando destrucción de ecosistemas, contaminación de cuerpos de agua o afectaciones a comunidades locales. Ordenar esta actividad es proteger lo que nos da vida.
Un eje fundamental de esta agenda ha sido la consulta previa, libre e informada a los pueblos y comunidades indígenas, especialmente en temas ambientales y climáticos. No se puede hablar de justicia climática sin escuchar a quienes han cuidado los territorios durante generaciones. Su participación fortalece las decisiones públicas y hace las políticas más justas y más eficaces.
Finalmente, impulsar una ley contra el desperdicio de alimentos conecta muchos de estos temas: menos basura, menos emisiones, menos pérdida de recursos y más alimentos aprovechados. Combatir el desperdicio es una acción concreta contra el cambio climático y también contra la desigualdad.
Todas estas iniciativas tienen algo en común: buscan prevenir antes que lamentar, ordenar antes que prohibir y proteger antes que explotar. No son leyes aisladas, son parte de una misma visión ambiental, social y humana.
Cerrar el año así no es un punto final. Es un recordatorio de que el trabajo sigue. Seguiremos impulsando una agenda ambiental firme, responsable y con sentido social, porque cuidar el medio ambiente es cuidar la vida cotidiana de las personas.
Y porque trabajar por nuestro entorno es, también, una forma clara de hacer Querétaro fuerte otra vez.
Agradezco, como cada semana, a Federico Arreola por el espacio. Es un privilegio poder detenernos a reflexionar, sobre todo cuando el año está por terminar y vale la pena mirar con calma qué se ha hecho y hacia dónde vamos.