Erika Rodríguez: transformación judicial en Oaxaca que rompe viejos vicios del sistema
El tiempo de mujeres va llegando a la impartición de justicia. Haciendo un balance previo al cierre de año, el Poder Judicial ha sido el tema con mayor relevancia por las elecciones, así como por las carencias y vicios que fueron analizados al máximo, convertidos en tema de reflexión y debate público, así como inspiración de nuevas propuestas e iniciativas para mejorar la impartición de justicia.
Temas como la desigualdad, la exclusión y la impunidad fueron motor para evidenciar que a pesar de vivir en el mismo país, no todos accedemos a la justicia de la misma manera.
Tradicionalmente la Ciudad de México ha sido el epicentro que desahoga los temas de mayor resonancia por su impacto federal o por la cantidad de justiciables en la megaurbe pero no se explica que a tan solo 5 horas en automóvil, el panorama para entidades como Oaxaca o Guerrero sea tan distinto. Pero hay momentos en la vida pública en los que una institución no necesita maquillaje, sino cirugía mayor. El Poder Judicial de Oaxaca atraviesa uno de esos puntos de quiebre, me atrevería a decir que la CDMX puede aprender mucho de la gestión oaxaqueña. Y no es una frase retórica: es un diagnóstico que quedó expuesto en el Informe de Actividades 2025 y en el balance de los primeros 100 días de gestión de la magistrada presidenta Erika Rodríguez Rodríguez.
Me parece profundamente inspirador que Oaxaca pueda presumir a una mujer en la presidencia del Poder Judicial y resulta más interesante el fenómeno al pensar que en esa entidad, el patriarcado ha enraizado su permanencia desde todas las estructuras e instituciones posibles, desde las escuelas, las familias, las tradiciones hasta la justicia.
Durante su informe, brindó un mensaje que podría leerse como una declaración de principios. Porque administrar lo que existe —cuando lo existente ya no responde a la realidad— es una forma elegante de perpetuar la injusticia. Y eso, en un estado con rezagos históricos, se vuelve éticamente insostenible. Ella lo sabe y lo está cambiando.
La magistrada presidenta Erika Rodríguez lo dijo sin rodeos: un Poder Judicial distante no sirve; uno que no escucha termina siendo cómplice de las desigualdades que dice combatir. En esa frase se condensa el sentido político —sí, político en el mejor sentido— de su llegada: desmontar viejas prácticas, confrontar inercias y reconstruir la confianza ciudadana desde dentro. Parece que lo está logrando.
“Nuestro deber no es administrar lo existente, sino confrontar lo que ya no puede sostenerse. Un Poder Judicial distante no sirve; un Poder Judicial temeroso no transforma, un Poder Judicial que no escucha se convierte, sin quererlo, en cómplice del orden que genera injusticias”, enfatizó en este recuento de cambios estructurales, cercanía social y coordinación inédita con los poderes Ejecutivo y Legislativo.
La presidenta del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de la Judicatura señaló que su llegada estuvo precedida por un diagnóstico directo en juzgados y regiones. Escuchar a jueces, secretarios y personal operativo, -la primera línea de batalla-, dijo, fue “una obligación moral”, ya que de ahí proviene y a ellos también se debe.
“Nos levantamos del escritorio para visitar comunidades, escuchar de manera directa a la población y acercar la institución a quienes más la necesitan”, manifestó.
Diagnóstico desde el territorio, no desde el escritorio
A diferencia de gestiones que inician con discursos y concluyen con diagnósticos inconclusos, la actual presidenta del Tribunal Superior de Justicia comenzó al revés: escuchando. Visitó juzgados, recorrió regiones, habló con jueces, secretarios y personal operativo. Con quienes sostienen la justicia todos los días, muchas veces sin reflectores ni reconocimiento. El resultado fue una reingeniería institucional para atender uno de los males más profundos del sistema judicial oaxaqueño: el rezago.
La saturación de expedientes se combate con decisiones. En apenas 100 días se realizaron cambios de adscripción, se habilitaron secretarios con facultades para dictar sentencias y se redistribuyeron cargas laborales en los Tribunales de Enjuiciamiento de todos los Circuitos Judiciales. Además, se crearon el Primer y Segundo Tribunal de Enjuiciamiento del Estado de Oaxaca, una medida que apunta directamente a la celeridad procesal y al acceso efectivo a la justicia. No es menor: es una transformación estructural que toca el corazón del sistema.
Los pilares están claros y, sobre todo, enunciados con responsabilidad: mérito judicial, rapidez procesal, modernización tecnológica y probidad. Cuatro palabras que, juntas, suenan simples, pero que en la práctica implican romper con décadas de simulación.
De la “sana distancia” a la cercanía institucional
Otro giro significativo fue el cambio en la relación con los poderes Ejecutivo y Legislativo. El Poder Judicial dejó atrás la cómoda “sana distancia” para construir una “saludable cercanía” basada en diálogo, respeto y coordinación. No subordinación, no confrontación estéril. Institucionalidad madura.
Quizá uno de los símbolos más potentes de esta nueva etapa es el programa “Justicia más cerca de ti”. Magistradas, magistrados, juezas, jueces y personal judicial salieron de los edificios para caminar comunidades como Pochutla, Ixtlán de Juárez y Santo Domingo Tehuantepec.
Las giras por la justicia permitieron crear consciencia en piel directa sobre las dificultades y obstáculos para acceder a la justicia y dar seguimiento a los asuntos por simple distancia y falta de recursos. Levantarse del escritorio para escuchar a la gente no es un acto menor. Es reconocer que la justicia no se legitima en el papel, sino en la experiencia cotidiana de quienes la necesitan y rara vez la alcanzan.
Oaxaca en el mapa global del conocimiento jurídico
La transformación no se limita a la operación diaria. También mira al futuro. La reactivación del convenio con la Universidad de Perugia, en Italia, para fortalecer la Maestría en Derecho Judicial, así como la formalización del proyecto de Doctorado en Derecho, colocan a Oaxaca en una conversación internacional que durante años le fue negada.
Lo están haciendo de forma social y la apuesta le abre una puerta a quienes nunca podrían costearse un posgrado, con la formula de círculo virtuoso en la que los funcionarios capacitados podrán brindar mejor servicio a los justiciables y devolver de esa manera lo que el Poder Judicial les brinda. Profesionalizar no es elitizar; es dignificar la función judicial y elevar el estándar de quienes deciden sobre la libertad, el patrimonio y la vida de las personas.
La sesión solemne, con la presencia de representantes de los tres poderes, autoridades civiles y militares, fue más que un acto protocolario. Fue una señal: algo se está moviendo en el Poder Judicial de Oaxaca. Erika Rodríguez llegó —al menos hasta ahora— a honrar el compromiso de servir mediante hacer real el acceso a la justicia aún si para eso hay que incomodar estructuras, tensar inercias y a recordar que la justicia no es un edificio, sino una responsabilidad viva.
En tiempos donde la palabra “transformación” se usa con ligereza, conviene observar los hechos. Porque cuando la justicia cambia desde adentro, el eco se siente afuera. Y Oaxaca, históricamente postergada, está sembrando para que esa realidad cambie y el Poder Judicial se convierta en una institución confiable, todo terreno y principalmente eficiente para la construcción de paz mediante la estricta aplicación de la ley para todas y todos, no solo para los que pueden costearla.
Ojalá hubiese más mujeres presidiendo los poderes judiciales, que son instituciones en donde el piso pegajoso como fenómeno que limita el crecimiento así como el techo de cristal que impide la llegada femenina a los cargos más altos de una institución se hacen presente. La reforma judicial evidenció que la mayoría de los poderes judiciales tiene más de 60% de mujeres en cargos administrativos, medios y bajos pero muy pocas logran convertirse en juzgadoras y magistradas. El porcentaje de mujeres presidentas de un poder judicial no llega ni al 20%. La justicia ha sido dominada y guiada por hombres con el respectivo machismo inherente al sistema cultural que vivimos, es por eso que cuando una mujer hace bien su trabajo, vale la pena decirlo y destacarlo, tal como sucede con la presidenta Claudia Sheinbaum, cuya visión resuena en la profunda transformación del poder judicial de Oaxaca encabezado por la magistrada Erika Rodríguez.