Ruin grilla contra Altagracia. Claudia, ver los impuestos de la gente buena

Interesante artículo de Jorge Zepeda Patterson en Milenio, “Reforma o persecución fiscal”. Debe leerlo la presidenta de México porque él no es un periodista odiador de la 4T. Normalmente es un analista muy objetivo, inclusive cuando sus textos son laudatorios respecto del segundo piso de la 4T.

Cito lo más relevante del texto de Zepeda:

1.- “Con razón o sin ella, entre sectores empresariales y algunos contribuyentes, corre la queja de que el SAT está recurriendo a estrategias cada vez más hostiles para cumplir las ambiciosas cuotas de recaudación que se ha planteado”.

2.- “El gobierno asegura que simplemente está cerrando las muchas oportunidades de evasión fiscal, legales e ilegales, que existían en nuestro país”.

3.- “¿Exigencia legítima o terrorismo fiscal? Un dilema que merece un análisis de fondo, porque cualquiera de los dos puntos de vista puede encontrar datos sueltos que confirman su posición”.

4.- Pero, “al margen de la realidad, la percepción por parte de los contribuyentes adquiere vida propia y se transforma, a su vez, en factor que lleva a asumir decisiones que afectan a la economía”.

5.- “Para desgracia del gobierno, la gente tiende a dar más importancia a su propio bolsillo que al interés general, lo cual significa que será más receptiva a los argumentos críticos de una cruzada de recaudación, sea justa o no”.

6.- “El riesgo para las finanzas públicas, y en general para la actividad económica, es que en la medida en que se extienda esa percepción, los empresarios más grandes opten por estrategias internacionales para evadir al SAT, los empresarios medianos incorporen el temor fiscal a los otros factores que inhiben la inversión, y las empresas pequeñas y microempresas se vean tentadas a pasar a la informalidad”.

La inversión depende de muchos factores, algunos perfectamente medibles y otros de plano subjetivos

Entre los primeros hay que apuntar, sobre todo, a la rentabilidad esperada y a la infraestructura disponible en el lugar elegido para trabajar —carreteras, puertos, aeropuertos, energía confiable, agua, conectividad digital—. Entre los segundos, el más importante, así lo pienso, es la confianza empresarial.

¿De qué depende la confianza empresarial? Sobre todo de la certeza jurídica, que determina la aplicación sin sorpresas de las leyes, las reglas fiscales y las normas regulatorias.

Excepto por un solo debate, mediáticamente muy mal operado, el de la cosa juzgada, el nuevo poder judicial no ha generado mayor incertidumbre y hasta se podría decir que las cosas han mejorado, sobre todo porque ya se puso punto final a la interminable cadena de recursos legales con los que alguien como Ricardo Salinas Pliego había evitado, durante muchos años, que se le cobraran los impuestos que evidentemente no ha querido pagar.

Con las normas regulatorias no parece haber mayor problema: la 4T ha sabido ajustarlas cuando entorpecen la marcha de algunos sectores productivos.

A pesar del aplauso general por el caso Salinas Pliego —que genera esperanza de que la impunidad al fin podrá ser derrotada en México—, la actuación del SAT, justa o injustamente, empieza a ser un generador de desconfianza.

En algunos casos, como el de la forma en que las aseguradoras acreditaban el IVA relacionado con los pagos que hacían a terceros, la intervención de instancias superiores del Estado mexicano acabó con el problema, lo que mandó señales muy positivas a los y las inversionistas.

Hay otros asuntos mayores que no han logrado resolverse, no en total legalidad —a veces es demasiado tarde para la negociación política—, como un enorme crédito fiscal, que no está claro haya sido correctamente determinado y que afecta a Samsung, una de las más importantes empresas del mundo. Tendrá que llegarse a un acuerdo que satisfaga a todas las partes, pero sobre todo que no violente las leyes mexicanas.

He mencionado algunos casos de dimensiones extraordinarias, que el gobierno de la presidenta Sheinbaum sabrá solucionar de la manera más justa y legal posible. Lo hará porque las quejas llegan a lo más alto del poder político y se atienden.

Pero no se discuten arriba en el gobierno, y ni siquiera en la parte alta del SAT, la inmensa mayoría de los créditos fiscales que litigan las empresas, y seguramente no llegan a los niveles de decisión política los casos, muchos terribles, de retiro de los famosos sellos digitales sin los cuales nadie puede seguir facturando, es decir, operando, trabajando, luchando lealmente por conseguir recursos para pagar salarios.

Quizá sería buena idea que el recientemente creado Consejo para la Promoción de Inversiones haga algo más que solo posar para la foto en reuniones con la presidenta Sheinbaum. Algo como integrar un grupo técnico para analizar algunos litigios fiscales, seleccionados al azar. En tal grupo tendrían que participar expertos del sector privado y personas de reconocida honestidad que hayan tenido el cargo de magistrado o magistrada en el Tribunal Federal de Justicia Administrativa. Con tales análisis, independientes, la cúpula del Estado mexicano podría contar con elementos para un diagnóstico adecuado acerca de lo que verdaderamente está pasando con el cobro de los impuestos.

La verdad sea dicha, merecen el beneficio de la duda los hombres y las mujeres de negocios que se quejan por el tema de los impuestos. Son minoría las empresas, como las factureras, que pretenden engañar al SAT. Y apenas son unos cuantos los mercachifles venidos a más debido a su falta de ética, como Salinas Pliego.

Altagracia, ¿a quién le estorba?

Una importante asesora empresarial de Claudia Sheinbaum, mujer de negocios muy inteligente, Altagracia Gómez —ella es un factor de confianza sin duda— ha merecido este martes una primera página de Reforma bastante ruin.

El autor material de la canallada es el diario de la familia Junco. ¿Y el autor intelectual? No será difícil encontrarlo en el gabinete, específicamente entre quienes ven a Altagracia como una amenaza cuando llegue el momento de aterrizar las negociaciones comerciales con Estados Unidos y Canadá. ¿Se les ocurren algunos nombres? A mí uno solo. Ya sabremos quién es.

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