México debe comenzar a construir distinto
Agradezco profundamente a Federico Arreola este espacio semanal que me permite compartir con la ciudadanía reflexiones sobre el rumbo que estamos construyendo desde el Congreso. Lo hago con la convicción de que el debate público es una herramienta poderosa para transformar realidades y para recordar que la política, cuando se ejerce con propósito es un servicio que trasciende.
Esta semana presenté dos iniciativas que tocan un tema que a veces pasa desapercibido, pero que define silenciosamente el futuro ambiental, urbano y económico del país: el uso de materiales reciclados en la construcción y la obligación de que los tres órdenes de gobierno integren criterios de sostenibilidad en sus decisiones. Hoy, la Constitución reconoce el derecho humano a un medio ambiente sano, pero ese derecho necesita instrumentos concretos que lo hagan realidad
Ambas iniciativas, una reforma al artículo 115 constitucional y una reforma a la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente buscan lo mismo, romper con la lógica de desperdicio que durante décadas ha acompañado a la industria de la construcción y que ha dejado una huella ecológica enorme.
En México, millones de toneladas de residuos de obra terminan cada año en tiraderos clandestinos, en barrancas o en suelos que después tardan décadas en recuperarse. Paradójicamente, muchos de esos materiales pueden reutilizarse sin perder calidad, como ya ocurre en países que han logrado reciclar hasta el 90% de lo que antes se consideraba basura.
Con estas reformas, proponemos algo muy sencillo pero profundamente transformador, que las licencias y permisos de construcción incorporen criterios obligatorios de reutilización, que se fortalezcan las normas técnicas ambientales y que la autoridad, desde lo municipal hasta lo federal, trabaje con academia, cámaras y sociedad civil para profesionalizar el manejo de estos materiales. No se trata de castigar, sino de modernizar nuestra forma de construir, abaratar costos, reducir emisiones y usar mejor los recursos de un país que no puede seguir extrayendo sin medida.
El reciclaje en la construcción no es una moda: es una política pública pendiente, una oportunidad económica y un acto de responsabilidad con las generaciones que vienen. Cada obra pública que incorpore materiales reciclados es un paso menos hacia el deterioro ambiental y un paso más hacia un modelo de desarrollo que mire al futuro sin hipotecarlo.
Estoy convencido de que México puede liderar este cambio en América Latina. Tenemos la legislación, la capacidad técnica y el talento. Lo que hacía falta era voluntad para dar el primer paso. Hoy ya lo dimos
Sigamos avanzando. Sigamos construyendo un país que cuide su entorno y que honre la tierra que nos sostiene. Sigamos apostándole a lo que sí funciona
Sigamos haciendo Querétaro fuerte otra vez