Infamias sobre ruedas
“Las infamias tienen su modo de rodar.”
Francisco de Quevedo
Hay de mentadas de madre a mentadas de madre. Y esta las supera todas. Así que, de favor, prohibido llamar farmacias a los carritos ambulantes donde se pretende despachar la ignominia en tabletas, jarabes y placebos administrativos. No son establecimientos: son toldos ambulantes, vitrinas expuestas al clima, puestos improvisados con la dignidad estructural de un tianguis mal montado. Y aun así, el gobierno insiste en elevarlos a la categoría de política pública y solución sanitaria.
Las primeras 500 “Farmacias” del Bienestar —así, con comillas obligadas— operarán en el Estado de México. Estarán afuera de unidades del IMSS, del IMSS-Bienestar, en los alrededores de centros de salud, incluso dentro de las Tiendas del Bienestar. O sea: colocadas exactamente donde ya existe una farmacia real. Si la intención era demostrar creatividad en el absurdo, lo lograron. Si la intención era mejorar el acceso a medicinas, pues eso sí que no.
Porque en lugar de invertir en la compra y, sobre todo, la distribución de medicamentos —eso que escasea, eso que falta en hospitales, eso que desespera a los pacientes—, el gobierno decidió canalizar recursos a carritos de lámina que funcionarán como mostrador y como anzuelo propagandístico-electoral. Un despropósito con ruedas.
La justificación oficial es que entregarán medicinas gratuitas a adultos mayores y personas con discapacidad con receta del programa “Salud Casa por Casa”. En teoría, es apoyo. En la práctica, es abandono envuelto en celofán humanista con un moño electoral. ¿Dónde recibirán estos sectores vulnerables sus medicamentos? Afuera, sentados —si es que hay sillas— bajo el sol, la lluvia o el frío. La versión más literal y triste del “humanismo” oficial.
Y si de verdad estos módulos fueran complemento del programa “Casa por Casa”, uno esperaría que llevaran las medicinas al domicilio del paciente, no que lo obligaran a esperar junto a un carrito metálico. Incongruencia mínima; burla máxima.
La improvisación trae consigo otra piedra en el zapato: las normas sanitarias existen. Los medicamentos deben almacenarse en espacios frescos, secos, lejos del calor, la humedad y los más de 25ºC que se alcanzan en cualquier banqueta mexicana antes del mediodía. Ni hablar de los fármacos que requieren refrigeración, o de los psicotrópicos y controlados que exigen registro estricto de trazabilidad. ¿Cómo planean manejar eso? ¿En hieleras de playa con cadena de custodia de fantasía?
Los carritos tampoco cumplen las condiciones mínimas que marca la Ley General de Salud para operar como farmacia. Y aunque la Cofepris podría clausurarlos el primer día, no lo hará. El silencio regulatorio siempre es parte del guion del desgobierno.
Hablemos de dinero: si cada carrito cuesta 5,000 pesos —una cifra conservadora—, solo las primeras 500 unidades del Edomex significan 2.5 millones de pesos. Sin contar sueldos, inventarios, transporte, pérdidas, mermas, robos, mantenimiento, reposiciones y toda la cadena logística que ahora quieren simular sin infraestructura. Gasto sobre gasto para duplicar funciones que ya existen, porque todo ese personal de farmacia ya está en los centros de salud donde colocarán los puestos.
En un país donde robarse el cableado de un hospital es negocio, poner medicinas al aire libre es prácticamente una invitación oficial al hurto. “Del Bienestar”, sí; del bienestar de los amantes de lo ajeno.
Y como si hiciera falta un remate, la proveeduría correrá a cargo de BIRMEX, la misma empresa que ha fallado —una y otra vez— en las compras consolidadas. Si no pudieron surtir hospitales completos, es un misterio fascinante cómo pretenden surtir carritos.
Las “Farmacias” del Bienestar prometen dar mucho de qué hablar. Pero medicamentos… eso ya lo veremos.
Giro de la Perinola
(1) ¿En qué acabarán estas nuevas farmacias? Recordemos que la “Megafarmacia del Bienestar” terminó convertida en un mausoleo de incompetencia de 15 mil millones de pesos —¡QUINCE MIL MILLONES!—, sin rastro claro del gasto en los portales oficiales y sin medicamentos que entregar. Fue tan inútil como efímera: un monumento a la improvisación. Ojalá esta nueva ocurrencia no sea otra estatua al dispendio, la estulticia y la corrupción.
(2) Mientras tanto, ahí está Zoé Robledo, asegurando que lo de los carritos “está fuera de contexto”. Lo que no estuvo fuera de contexto fue su frase memorable: “la solución es no enfermarnos”. Y claro: si no nos enfermamos, no hay quejas, no hay medicamentos faltantes, no hay fallas que explicar. Una estrategia sanitaria basada en el deseo. O en la negación. O en ambas cosas.