María Teresa Ealy Díaz: “Estamos dejando sola a la presidenta Sheinbaum, por intereses personales”
En esta entrega, el suscrito se suma a la muy sensata idea de la joven diputada federal morenista María Teresa Ealy Díaz, quien ha resultado una auténtica revelación como figura política emergente, dada su sensatez y su valor para denunciar, aun en contra de la opinión mayoritaria y que, al parecer por consigna, les fue impuesta a la mayoría de las legisladoras de Morena, un manejo errático en el tratamiento del caso del exgobernador de Morelos y aun diputado, Cuauhtémoc Blanco, a quien se le brindó el pasado martes un apoteósico y abrumador apoyo de parte de las diputadas (y diputados) de las fracciones de Morena y del PRI, para que se evitara la procedencia de su desafuero y fuera juzgado en igualdad de circunstancias, de frente al posible daño de la víctima demandante.
En este caso por el probable delito de violación, de su propia hermana.
La legisladora Ealy Díaz declaró con firmeza en el programa televisivo de plataforma de Adela Micha en el transcurso de esta semana que agoniza, que “estamos tristemente dejando sola a la C. Presidenta Sheinbaum, en su propósito de romper ese techo de cristal, por los intereses personales de las mujeres políticas empoderadas”, ante los bochornosos hechos del martes pasado en la sesión del Palacio de San Lázaro.
Teresa Ealy se dio el lujo incluso, durante su participación como panelista en el espacio de Saga TV, de acuñar razonamientos: “Corrijo. Ciertamente, sí llegamos todas al poder en México, como dijo la C. Presidenta, pero no llegamos solas; llegamos con el lastre de una clase política compuesta por hombres aun machistas y con mujeres que anteponen intereses personalísimos a la lucha cívica del genuino movimiento de reivindicación de la mujer”.
Entonces, ¿cómo se explica, según Morena y el ala que apoyó en San Lázaro a Cuauhtémoc Blanco, ese afán de humillar y minimizar a la mujer organizada, tras tantos años de lucha por el agravio comprobado, por la inequidad intergéneros y por la disparidad en el terreno de las oportunidades en lo laboral y lo profesional? ¿Por qué su propio movimiento -Morena- les dio de esa forma la espalda? ¿Por qué la traición? ¿Qué hicieron? ¿En qué fallaron? ¡Si en realidad muchas de esas mujeres luchadoras han tenido que enfrentar a su propio entorno familiar para integrarse al activismo, han tenido que enfrentarse a sus padres, a sus hermanos, a sus maridos, a sus patrones… al mundo entero para poder integrarse a la lucha cívica!… Y a cambio, fueron desconocidas, defraudadas materialmente por un voto avasallador de las diputadas y diputados de Morena y otros partidos… sin dejar de reprocharles a las féminas legisladoras, un grito porril que se registró durante el desarrollo de la sesión en apoyo al presunto violador (investido de diputado) y que aun retumba en la conciencia de propios y extraños: “¡No estás solo!… ¡No estás solo!”, que debió haberse dirigido a la víctima del probable delito y no al presunto responsable aun con fuero.
¿Y tú qué creíste Cuauhtémoc? ¿Que te amaría tu pueblo por decir mentiras, por no ser honesto? Ningún liderazgo se construye con deshonestidad ni con mentiras.
Ninguna mentira puede salvar la vida ni la honra de alguien, pues es tan pesada que flota siempre a la superficie. Y es que, así como el verdadero amor se sustenta en la honestidad.
El genuino progreso material y humano se sustenta siempre en la verdad en la realidad, ante todo.
Aunque duela, primero la honestidad, pues fortalecerá la relación de este Gobierno con su pueblo. Fortalecerá la relación al interior de la sociedad entre los que piensan diferente. Fortalecerá la gobernanza y proveerá acuerdos y paz pública. Y óptimamente, eventualmente, nos devolverán el orden y la legalidad.
El Grupo Parlamentario de Moreno en San Lázaro y el propio Cuauhtémoc Blanco, debieron considerarlo e intentarlo todos, como sociedad deberíamos intentar anteponer la honestidad y la verdad de las cosas, ante todo.
Las mujeres organizadas han demostrado en el movimiento por la reivindicación del género, con su participación de hecho, que dan lo mejor de sí en cada acto de protesta y exigencia colectiva y las que se encuentran ostentando un cargo de representación popular o de alguno de los poderes ejecutivo o judicial, han puesto en cada acción, en cada determinación, algo del espíritu reivindicador de la lucha contra el patriarcado con el compromiso y la sororidad suficiente.
La culpa de lo que pasó el martes en la Cámara de Diputados no fue del movimiento de reivindicación feminista ni de los afanes bien intencionados por romper ese “techo de cristal” enquistado en México como una auténtica jefatura.
La culpa de esa falta de respaldo no fue tampoco de los electores que creímos y votamos fervorosamente -hasta los límites con el fanatismo- en el famoso “cambio verdadero” y en la llamada “revolución de las conciencias”.
La culpa es del gobernante y del representante popular deshonesto que nos mintió, que nos defraudó y que le ha infringido un sensible agravio al genuino movimiento reivindicador de las mujeres y que lucha por acabar con el “patriarcado histórico” que dimensiona a la mujer como un ser diferente, limitado e inferior a los hombres.
La culpa es de Cuauhtémoc Blanco -hoy, aun diputado federal- y todos los actores que lo ayudaron el pasado martes en el Congreso de la Unión, con su voto, con su anuencia, con su apoyo con su legitimación a ese deplorable acto mediante el que revictimizó a su víctima ofendida ni más ni menos que su propia hermana… la culpa es de todos aquellos que con sus acciones protagonizaron esa burda ofensa al feminismo y a los principios de la izquierda moderna y humanista.
Cuauhtémoc Blanco, al igual que cualquier individuo gobernado frente a la ley, al igual que cualquier ciudadano mexicano, tiene los mismos atributos y obligaciones que cualquier otro ciudadano y merece ser tratado en los mismos términos. En las mismas circunstancias que quien de entrada ya es la víctima de un probable delito… De ahí la importancia del principio de equidad de la ley misma, que marca la necesaria igualdad de todos -absolutamente todos- los gobernados de frente a la norma vigente y de ahí la importancia que reviste que tú te presentes sin fuero ante la representación social correspondiente. Sin ventaja alguna, sabedor -como tú sostienes- de ser inocente y no haber cometido tal delito.
Así que, estimado Diputado Cuauhtémoc Blanco:
Lamento decirte o publicar que me decepcionaste, mi antiguo héroe deportivo, poseedor de un talento innato que rozaba los límites de lo artístico, según la crítica especializada de aquel Francia 98 en que nos hiciste sentir orgullosos y vibrar de emoción a todos los mexicanos, con tus “cuauhtemiñas”.
Hoy, tu insensibilidad, tu soberbia y tu ambición por “seguir pegado a la ubre” detentando el poder, te hacen ver como un villano que causa repulsión al más fiel de tus exadmiradores, muchos de ellos hubiéramos preferido que siguieras siendo aquel humilde pero honesto Cuasimodo, “el Jorobadito de Nuestra Señora”, tal y como el personaje de aquella novela clásica del mismo nombre, del año 1831 y escrita por el inmenso Víctor Hugo a que te revelaras como el mismísimo archidiácono y juez secular Claude Frollo, que por cierto es el misógino que persigue para condenar a la hoguera a una mujer a Esmeralda.
Recuerda mi admirado héroe deportivo, que el deporte forja la honra y educa también para convivir en sociedad.
Que la culpa, por pesada que sea y aunque se reconozca en el plano personal o de la conciencia propia no salva por sí sola.
Hay que ofrecer sentidas disculpas y reivindicar nuestras faltas; más cuando son a un sector entero del llamado conglomerado social.
Y hay que corregir, lo que en derecho corresponda. ¿Acaso las mujeres de México y del mundo, no lo merecen?
Héctor Calderón Hallal e X: @CalderonHallal1; @pequenialdo
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