Sheinbaum, Batres, Delgado y Rosa Icela: el acuerdo histórico por la educación
A nuestro juicio, que hemos apoyado al proceso de transformación que encabeza Claudia Sheinbaum, se ha fortalecido la confianza que tiene la presidenta con las causas que aquejan a la población civil. Hoy, por ejemplo, eso ha quedado claro en el momento en que la jefa de Estado retiró la iniciativa de reforma a la Ley del ISSSTE que había enviado al legislativo federal como parte del paquete de iniciativas para continuar profundizando la vida pública de México. Desde luego, el tema no se trataba de hacer ajustes que atentan contra los derechos de los trabajadores. De hecho, la misma Sheinbaum, fiel a los principios de la cuarta transformación, se apegó a uno de los elementos fundamentales que es el diálogo flexible y abierto con todos los sectores de la población, máxime con el magisterio que, en dos procesos electorales, ha demostrado ser aliado, más aún en la defensa activa del voto a través de brigadas de vigilancia en 2018 y 2024.
Y en retrospectiva, dado los grandes avances en materia educativa y laboral, no podemos soslayar el compromiso que firmó AMLO para modificar el artículo tercero de la Constitución. Eso, sin lugar a dudas, fue el parteaguas que puso fin a la represión que, en décadas, propagó el conservadurismo en contra del magisterio. Recordemos que, como tal, fueron manifestaciones pacíficas ante la inconformidad de la clase trabajadora. Cómo no recordar, por ejemplo, cuando el gobierno del PRIAN ordenó la persecución contra líderes sindicales del CNTE. La buena noticia es que, en concreto, ese tiempo se terminó con la llegada de la cuarta transformación en 2018. Poco a poco, en efecto, las demandas de las expresiones se fueron resolviendo con una atención directa en distintas mesas de trabajo que organizó el gobierno.
Desde la época del expresidente López Obrador, naturalmente, se fueron notando los avances sustanciales en obra e infraestructura en educación, lo mismo que mejoras laborales para la plantilla trabajadora de todos los niveles; o sea, el ingreso de los maestros subió, lo mismo que las prestaciones e incentivos por la profesionalización y los méritos por los años de entrega. Ese respaldo, en sí, lo sigue profundizando la presidenta y el propio Mario Delgado, con la puesta en marcha de la Nueva Escuela Mexicana, que muy pronto entrará en vigor. Precisamente ayer, en estos espacios de opinión, hicimos énfasis en la importancia que tendrá este paradigma para mejorar los planes y programas de estudio, el mejoramiento al diseño curricular, así como el aprendizaje continuo a través de mecanismos pedagógicos que se adapten a las necesidades de los niños y adolescentes.
Y con ese amplio compromiso de Claudia Sheinbaum, precisamente hace un par de días, se congeló la iniciativa de reforma de la Ley del ISSSTE. Confieso que, como tal, fue una decisión muy acertada de la presidenta de México. Recurrir al diálogo directo con los trabajadores de la educación, en sí, abonó para construir acuerdos al más alto nivel. Hay muchos aspectos que consideró la jefa de Estado para frenar la iniciativa. El primero, claro está, garantizar la participación y la toma de decisiones para buscar soluciones que beneficien a todos. Claramente, a pesar de no reformar este tópico en la Constitución, habrá instrumentos administrativos que parte de esa consigna de asegurar acceso a financiación de vivienda, más prestaciones y, de paso, poner fin a los duraderos créditos hipotecarios ante financiamientos que nunca tenían fin.
La apuesta de Claudia Sheinbaum, además de fortalecer los lazos con el magisterio, fue darles mayor certeza y garantizar una mejor calidad de vida. Desde luego, todo eso constituye, de manera paralela, un proyecto educativo que hemos detallado a través de la Nueva Escuela Mexicana. Eso es, ni más ni menos, el resultado de un gobierno plural, flexible y democrático que, por encima de todo, pone el interés nacional. Uno de esos temas, que es una prioridad, es la educación y el fortalecimiento a los procesos de enseñanza y aprendizaje. Con ello, la lógica se apoderó de ese clima que fuimos anticipando de entendimiento entre el gobierno y el magisterio. Esa vía para acordar, evidentemente, es el acceso que aperturó Sheinbaum en Palacio Nacional.
Y sí, esa educación que muchos anhelamos, lo mismo que el trato digno a la clase trabajadora, está siendo un punto crucial en el gobierno de la cuarta transformación. Fue fundamental, de hecho, la operación que llevó a cabo la titular de la Secretaría de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, mujer de todas las confianzas de la jefa de Estado. De igual forma, qué importante fue la coordinación de Martí Batres y Mario Delgado. En efecto, el diálogo fue directo para avanzar a concretar acuerdos.
Eso, a la par de la reforma al artículo tercero, fue un hecho histórico que marcó un precedente relevante en la educación de nuestro país. Si nos remontamos a la época de los gobiernos neoliberales, esos hechos los minimizaban e, incluso, los reprimían. Para tal efecto, la misma Sheinbaum, una y otra vez, ha dicho que ese tiempo se terminó; no habrá persecución ni mucho menos represalias hacia ningún sindicato y grupo magisterial. El mejor ejemplo de ello, que hemos visto hace un par de días, fue el acuerdo que signaron con la educación, específicamente para mejorar todas las áreas de oportunidad. Eso es lo que todos esperábamos siempre, sobre todo con la entrada de la izquierda en México. Tenemos una presidenta a la altura de las circunstancias que ha sabido, antes que todo, dar un trato digno y humano a ese espiral de demandas que aquejan a la ciudadanía.
Estas fechas, para la posteridad, quedarán grabadas por el decreto presidencial que firmará Claudia Sheinbaum para optimizar la educación en todos los sentidos.