Los cuatro ejes de la confrontación actual con EU. Parte IV y última

En esta serie de cuatro artículos que hemos presentado sobre los ejes de la conflictividad actual del gobierno mexicano encabezado por la Dra. Claudia Sheinbaum con el de Donald Trump nos restaba por comentar la confrontación de intereses en materia de comercio de armas. En este punto para México sin el cual las estructuras del crimen organizado que actúan desde suelo mexicano no serían lo que son en cuanto a capacidad de confrontación con otras organizaciones criminales rivales, de intimidación y control social en distintas partes del territorio nacional, y con las fuerzas federales del Estado mexicano.

La venta ilegal de armas al nivel mundial genera anualmente un rango de variación de entre 170,000 y 320,000 millones de dólares, y el contrabando internacional de ellas, es decir, su comercio ilícito formalmente castigado por las más diversas legislaciones nacionales, e incluso por acuerdos internacionales fincados y vigentes en la OINU y el Derecho Público y Privado Internacional, no se aplica salvo en casos muy relevante en los que convergen diferentes gobiernos para el efecto. El contrabando de armas es la segunda actividad ilegal más rentable en el mundo, después del trasiego multinacional de estupefacientes prohibidos.

En consecuencia, las armas son un factor altamente relevante para la existencia y desarrollo de la criminalidad ligada al narcotráfico y al blanqueo de capital, y dentro de la muy conflictiva problemática que el gobierno mexicano tiene hoy con su homólogo de los EU, pero en este trascendente espacio de disensos y desencuentros, México se enfrenta al gobierno, pero detrás de él a una industria de armamentos poderosísima a escala mundial, aunque el tipo de armas que entran a México para la criminalidad transnacional no son de carácter estratégico (pesado), pero además, confronta a organizaciones sociales como la Asociación Nacional del Rifle y otras de perfil de tiro deportivo que también inciden en lo que sucede en dicha industria en todo el país, al ser consumidores masivos de armas de uso civil y deportivo por millones de unidades.

La tradición en EUA que viene desde la lucha independentista, la cual tuvo su soporte central en ejércitos civiles de ciudadanos, milicianos, luego confirmada por los ejércitos confrontados durante la guerra civil del norte industrial contra el sur esclavista, en donde nuevamente los milicianos tuvieron un papel determinante, derivó en la llamada “Segunda Enmienda Constitucional” que permite a los ciudadanos estar armados, poseer armas en casa para su defensa, y dicho texto constitucional establece que ello es condición de un “Estado libre”, lo cual en un país de más de 200 millones de personas, genera una demanda descomunal de armas. Una sola empresa llega a producir al año 4.5 millones de armas, o muchas más, dependiendo la demanda y el tipo particular, y de ellas hay decenas que lideran los distintos subsectores de producción de un tipo de armas específicas.

Además, históricamente los gobiernos estadounidenses desde el último tercio del siglo XIX, han asentado la doctrina militar fundamental de sus ejércitos para respaldar sus procesos de expansión internacional, territorial y de influencia y dominio político, en esa poderosísima industria de armas. Las guerras que ha peleado EU desde finales del siglo XIX con distintos países, luego su entrada en la primera y segunda guerra mundial, y en todo el periodo de la guerra y la posguerra fría, son inseparables de su poderosísima industria militar. Sus asesorías y contratos de venta de armas durante los conflictos, su asistencia y cooperación militar, el adiestramiento técnico de contingentes militares y hasta policiales de otros países, están soportados en sus consorcios armamentísticos privados.

La “guerra contra las drogas”, la “guerra global contra el terrorismo” y la “guerra contra el narcoterrorismo”, fortalecen de manera constante e inusitada la demanda de armas de una industria transnacional estadounidense “sedienta y hambrienta” de conflictos y confrontaciones armadas como las “guerras de baja intensidad”, “guerras asimétricas”, “guerras de ocupación y estabilización”, de “ataques preventivos” o de “guerras estratégicas” como la de Rusia-Ucrania, lo que ha generado desde un siglo y medio una poderosísima estructura de doctrinas militares, industria de arnas, tecnología, aparatos de financiamiento, relaciones internacionales, etc.

De manera que contender contra los intereses de este inmenso poder en una parte mínima del mismo es una tarea titánica. ¿Por qué parte una mínima? Porque la industria de armas se divide en tres grandes niveles de su estructura global: la industria del armamento estratégico, que incluye los aviones de combate, los misiles diversos, e incluso, las armas nucleares tácticas de alcance medio, y las de largo alcance; luego las armas convencionales, que incluyen, tanques, cañones, ametralladoras, bazukas, morteros, etc., y dentro de las armas convencionales, las armas ligeras: rifles diversos, pistolas de amplia variedad, incluyendo los cartuchos para su abastecimiento.

Sin embargo, de las 10 principales empresas líderes, siete son estadounidenses y tres extranjeras, y aparte, un número importante de ellas son importadoras de armas al mercado de los EUA, y dentro de la producción de armas convencionales y ligeras, hay socios de las empresas de EUA, alemanes, austriacos, ingleses, holandeses.

En EUA las restricciones para su producción, venta, distribución y comercialización exterior son mínimas, porque los llamados “lobbies” que se oponen a cualquier tipo de restricción y que incluyen a las empresa fabricantes y comercializadoras que suman miles, se oponen con todo, y han llegado a boicotear a otras empresas que han asumido una restricción para su venta a consumidores “insuficientemente identificados” , porque la cultura predominante es la del “negocio de las armas” y no “la del destino y uso de las mismas”. Estos criterios son totalmente contrarios a cualquier tipo de disposición oficial de orden restrictivo, la desregulación, los criterios laxos, son clave para el funcionamiento fluido de la industria, como al necesita EUA, tanto internamente como para su comercio internacional, masivos ambos.

A México entran armas por vía legal o ilegal (contrabando). Por nuestro país circulan según algunas estimaciones muy cercanas, unos 13.5 millones de armas, de las cuales, el 85% ingresan por vía ilícita, y de la totalidad de todas las que entran, el 74% son de origen estadounidense. Ese 85% es en extremo difícil contenerlo, porque aunque se conozcan los nombres de empresas, tal vez, no hay manera de ganarles un juicio en EUA por todo lo antes explicado, y lograr una legislación restrictiva, también es muy difícil, en el contexto de fronteras terrestres y marítimas mexicanas porosas y con altos grados de corrupción.

Los grandes brokers que facilitan el comercio ilícito de armas, distribuyen mucho dinero para introducirlas a distintos países, sus márgenes de ganancias son amplios y se los permiten, en consecuencia, es muy difícil contener el flujo de las armas, porque son redes de tráfico ilegal poderosas que tienen altos sustentos en la administración pública federal y estatal, y quizá también, en los propios cuerpos armados del país. Así que nuevamente, los avances en este pantanoso espacio devienen de orden interno en su inmensa mayoría, y lo que logre hacerse y lograse en el frente externo será muy bien venido, pero los avances o progresos sensibles en esta materia, corresponderán a los gobiernos mexicanos, en sus dos principales niveles de gobierno, federal y estatal, con todos los dispositivos y normas, prácticas y penalizaciones que seamos capaces de articular. Con EU se ve en extremo complejo un avance de alto impacto, estamos frente a estructuras de inmensa magnitud y poder que rebasan, no sólo al gobierno, sino al Estado mexicano.

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