Embriágame, Dios
Una noche, como un loco, mordió la copa de vino
Y brilló un cortante filo que su boca destrozó
Y la sangre que brotaba confundiose con el vino
Y en la cantina, este grito a todos estremeció
No te apures, compañero, si me destrozo la boca
No te apures que es que quiero con el filo de esta copa
Borrar la huella de un beso traicionero que me dio
Mozo, sírveme la copa rota
Sírveme que me destroza
Esta fiebre de obsesión
Mozo, sírvame la copa rota
Quiero sangrar gota a gota el veneno de su amor
La letra del tango de la copa rota no sorprende a pesar del dramón porque es del conocimiento común que el alcohol se usa para hacer escándalo y para ahogar penas. ¿Cuantas veces bailé este tango (antes de hacerme monja) sin pensar en la letra?… Sí, tomaba feliz clases de tango y bailaba con mi maestro en la oficina de mi Editorial Celeste. Por lo visto (ahora se han encargado de enterarme y me da mucha risa), a los visitantes y empleados les parecía desconcertante. En esa misma época, aprendí cinco conceptos del imaginario popular en esa loca oficina en torno al abuso del alcohol que son ideas más complejas que las muy conocidas del consciente colectivo y que quiero compartir aquí porque destruyen la idea reductiva de que nuestra relación con el el alcohol es solo una secuencia de experiencias: primero bienestar, después intoxicación y después malestar.
Estos extraños conceptos que aprendí en Celeste dejan entrever matices más interesantes a los que regresaré más tarde en este texto: 1) la palabra “Set”, así con T, que es una sed mucho mayor a la normal que aparece en la madrugada de una cruda y se distingue porque te levanta de la cama y nada la apaga. 2) La impactante frase “tenía tanta sed por la cruda que casi tomo agua”. Hay una creencia que el agua es nociva para la salud en la cruda, al parecer hay que tomar solamente más alcohol. 3) Tomar con el único propósito de estar crudo el día siguiente; aquí la embriaguez es un medio y no el fin. El objetivo es la cruda para desde esa perspectiva al día siguiente, poder ignorar con eficacia los problemas que se avecinan. 4) “Pájaro piedra”: cuando pasa un pájaro cerca a ti y crees que es una piedra que alguien te arrojó y tratas de evadirla con un movimiento brusco y rápido. Este estado sólo se consigue con una cruda superior o bien con medicinas para la gripa. 5) “El bate”: Shot de alcohol destilado que es el que rebasa el límite; ese uno más de lo que puede el cuerpo tolerar y que te descuenta. Se toma cuando ya te vas a ir de la borrachera para que los efectos demoledores no sean públicos.
No cabe duda que hay usos del alcohol mucho más conocidos que estos raros conceptos. Ya citamos que el trago es útil para ahogar penas, como en tantas canciones de cantina como “La copa rota” de José de Grandis o “En el último trago nos vamos”, popularizada por Chavela Vargas. Pero lo interesante para mí es que hay muchos otros usos muy comunes, demasiados diría yo. Recuerdo haber escuchado en un altavoz en la calle un vendedor que ofrecía la pomada del tigre enumerando lo que curaba. La lista era verdaderamene inverosímil tan solo por la diversidad de males en la lista, que iban desde un callo en el dedo hasta enfermedades mayores como el cáncer. Y pensé: ah mira, yo creí que solo el alcohol sirve para remediar todo. La diversidad de usos del alcohol supera a la pomada sin duda, pero además, lo más alucinante para mí, es que remedia no solo muchas cosas, sino también el exacto opuesto de cada una. Lo ejemplifico: un gin martini para llorar, sí, pero igualmente una champaña para festejar en grande; un coñaquito después de la cena para dormir, pero para despertarse también y no quedase dormido en la fiesta un shot de mezcal; una cerveza para ser más sociable y poder conversar, pero también cocteles hasta ser un bulto antisocial; una copita de vino para tener una sensación de bienestar generalizada, pero también brandy hasta provocar náuseas, vomitar y echar fuera el malestar emocional; un tequilita para tener más valor, pero también, el mismo tequila para ser cobarde y no responsabilizarte de tus acciones. Es difícil por lo tanto decidir para qué sirve el alcohol realmente porque sirve para TODO lo que se te pueda ocurrir, y también para su opuesto.
En la práctica cristiana es un tema notorio. En la simbología el vino tiene un rol protagónico: En el primer milagro narrado por San Juan, en las bodas de Caná Jesús convierte el agua en las tinas para la purificación, en vino. Luego en la última cena transforma el vino en su sangre. Hay muchos textos, e incluso movimientos, que giran en torno a la sangre de Cristo y también en torno a la embriaguez… pero la espiritual. La sobria intoxicación del Espíritu Santo es un tema muy hermoso, pero también complejo. Si no hemos podido definir bien la utilidad o efectos de la embriaguez en el plano humano, pues más difícil aún transportarlo al terreno espiritual, pero trataré.
Hay un pasaje en el evangelio, en Pentecostés, en donde se describe que cuando los apóstoles recibieron el Espíritu Santo y comenzaron a hablar lenguas, la gente pensó que estaban borrachos. (Hch 2:1-15). Más allá de los tan controversiales movimientos contemporáneos cristianos que procuran llenarse del Espíritu Santo hasta parecer borrachos (tratando de imitar a los apóstoles de Pentecostés creo), prefiero concentrarme en el concepto poético y místico de la ebriedad espiritual como símbolo de un estado del alma. El evangelio deja muy claro que los apóstoles fueron juzgados equívocamente como borrachos, así que no me parece interesante concentrarnos en las apariencias (independientemente de la validez o veracidad de estas prácticas contemporáneas espirituales intoxicantes). María Chaparro dice que aunque estés sobria, si haces un esfuerzo por no parecer borracha se te tuerce la lengua al hablar como si estuvieras ahogado en alcohol. Coincido con ella que tratar de aparentar cualquier cosa, también la sobriedad, o la ebriedad para tal caso, es una misión fallida desde el arranque porque todas las apariencias son inherentemente fracasos futiles. Por eso, escojo enfocarme en investigar cómo es ese estado de intoxicación espiritual en esencia, no en apariencia.
Creo que en cuanto a la definición de ebriedad terrenal que hemos analizado hasta aquí, a pesar de la diversidad mencionada, se pueden no obstante vislumbrar algunos puntos en común: Indiscutiblemente es un estado alterado y también transformador que modifica la relación contigo mismo (con tu cuerpo y tus emociones), así como la relación con tu entorno tanto en el presente como en el futuro. Otro común denominador, me parece a mí, es la sensación de confianza que experimentan todos los ebrios independientemente del tipo o nivel de ebriedad. Estos dos aspectos, el transformador y el que te permite confiar, son los elementos principales que imagino y resuenan en mi alma cuando leo los textos de los grandes místicos cristianos.
La monja Cisterciense Santa Matilde describe esta embriaguez espiritual como “palabras dulces”, mientras que Santa Hildegarda habla de “ver una gran luz”. San Bernadro de Claraval, el famoso místico del Cister dice: “La oración es el vino que alegra el corazón del hombre; ese vino es el Espíritu que embriaga hasta relegar al olvido los deleites carnales. Empapa el interior de la conciencia reseca; ayuda a digerir las buenas obras y distribuye su fuerza entre los diversos miembros del alma: robustece la fe, conforta la esperanza, vitaliza y equilibra la caridad, y vigoriza las costumbres.” Para este famoso místico Cisterciense, es la oración la que emborracha y mejora todo.
La gran mística carmelita, Santa Teresa de Álvila, describió la embriaguez espiritual de la contemplación así: “En esto se pueden pasar algunas horas…, porque, comenzadas las dos potencias a emborrachar y gustar de aquel vino divino, con facilidad se tornan a perder de sí, para estar muy más ganadas… Después que torna en sí, si ha sido grande el arrobamiento, acaece andar un día o dos y aún tres tan absortas las potencias, o como embobecida (el alma), que no parece anda en sí”. Donde el alma parece perderse, viene su “Magestad darles mantenimiento, y no de agua, sino de vino, para que embriagados con este vino de Dios, no entiendan lo que pasan, y lo puedan sufrir”.
Me gusta mucho cómo lo describe Santa Teresa y San Bernardo porque esa confianza que otorga la embriaguez espiritual, lo describen como proveniente de la oración y la contemplación; me parece a mi que viene de una entrega absoluta, pero también, de abrir el espacio para recibir mucho amor de Dios. Mi amigo el monje tejano dice que hay que diferenciar la entrega de nuestro ser a Dios, de la noción de ebriedad espiritual, que él considera, es llenarnos con el Ser de Dios. Me gusta mucho la perspectiva del monje porque habría que pensar entonces cómo vaciarnos, para poder recibir a Dios en nuestras almas en el espacio más grande posible y poder experimentar ese consuelo que dejan entrever los místicos. Esta meta, la de vaciarse de uno mismo, me hace pensar en la expresión en inglés que se usa para criticar a alguien que se cree más de lo que es, se dice “he is so full of himself” (está tan lleno de sí mismo), e implica que esa persona tiene algo de arrogancia y charlatanería.
En el nuevo testamento, el pasaje que comienza por: “Jesús lleno del Espíritu Santo… fue llevado por el Espíritu al desierto…” (Lc 4:1-13) no es el pasaje en el que hace milagros, o se ríe y se divierte en una boda, o está inspirado dando sermones o haciendo curaciones… ese pasaje es en el que Jesús va al desierto a ayunar y estar solo por 40 días; ahí va a ser tentado. Este pasaje me hace reflexionar sobre la soledad de los ermitaños, como yo, y de qué manera, aunque es tema suficientemente complejo para desarrollar otro texto, en mi experiencia la soledad puede ser es en verdad un herramienta espiritual muy poderosa si lo que deseas es vaciarte de ti mismo.
Regresando a los 5 conceptos novedosos sobre la embriaguez que aprendí en Editorial Celeste, me resultan de pronto muy útiles para hablar de la embriaguez espiritual. 1) esa “set” insaciable, la verdadera, es cuando se tiene sed de Dios. Lo he experimentado como algo muy fuerte y superior a la sed corporal. 2) Así como el crudo que no toma agua sino solo alcohol, ante la “set” de Dios, está claro que no se puede saciar en el mundo. Una vez que la oración provoca esta enorme sed, solo más oración y más contemplación parece calmarla; pero sí, al igual que el alcohol, también da, a su vez, más sed. 3) Así como el que se emborracha solo para estar crudo y desde ese estado busca no preocuparse tanto de los problemas, creo yo que la embriaguez espiritual también no es un fin en sí mismo. Es un estado que tiene enormes consecuencias y cambia nuestra perspectiva en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Como dice Santa Teresa, nos ayuda a llevar el sufrimiento. 4) Ni hablar del síndrome del pájaro piedra. Yo creo que nuestras heridas nos hacen estar a la defensiva, pero la serenidad de la embriaguez espiritual revierte este sistema y podemos ver como pájaros lindos hasta a las piedras que nos arrojen. 5) Por último “el bate”, yo creo que este último trago, el definitivo, hay que hacerlo en privado también en la vida espiritual. De lo que estamos hablando aquí no es de un arrebato escandaloso, sino una sutil entrega aunque completa y total. Y para eso se necesita un espacio de intimidad con Dios. Santa Teresa diferencia y aclara que no son largas horas de adoración para que todos vean lo piadosa que eres las que hacen la diferencia, sino los encuentros íntimos, en secreto, en tu privacidad con Dios, los que describe como embriagantes. Me parece que esforzarnos por tener una cercanía con Dios es una meta a la que podríamos aspirar en general, pero especialmente en Cuaresma.
Una de mis canciones favoritas que canto diario en adoración es “Anima Christi”. En esta oración, uno de los versos dice: Sangre de Cristo, embriágame. Creo que es lo más a lo que podemos aspirar las personas consagradas a Dios, como yo; en esta entrega de nuestras vidas a Dios, procuramos estar vacíos de nosotros mismos y transformados por la embriaguez del amor de Dios, abandonándonos en su confianza y alterando por consecuencia en nuestra borrachera espiritual la relación con nosotros mismos y con los demás; esto nos permite, sin querer, actuar con serenidad, paz y misericordia.
Sobre la autora:
La madre Stella Maris es una monja ermitaña diocesana de Monterrey y es Familiaris Cisterciense de la abadía de Heiligenkreuz en Austria. Después de trabajar en arte contemporáneo como crítica y curadora casi 30 años, dejó su trabajo en Frieze Art Fair (Londres y N.Y.) y el Museo Tamayo en CDMX (en donde dirigía la FORT) y se mudó a Alemania del este en 2018 para ser monja. Vive sola en una granja que convirtió en su ermita. Reza con con monjes Cisterciences a quienes ayudó a fundar un nuevo claustro en Neuzelle. El nuevo monasterio en construcción fue diseñado por la arquitecta mexicana Tatiana Bilbao. Stella Maris creó y editó la revisa Celeste, asociada con Federico Arreola y después con Jorge Vergara. Como dueña de Editorial Celeste, Stella Maris publicó también la premiada revisa BabyBabyBaby entre muchas otras publicaciones.