Las negociaciones en curso y el recuerdo de Múnich en 1938
Rusia y Ucrania están en proceso de negociar un cese al fuego que pudiese conducir, si se prestaran las condiciones, a una paz que diese un respiro a dos países cansados de un conflicto que luce interminable.
Vladimir Putin se encuentra en una clara posición de fuerza. Desde el inicio de la invasión de Ucrania en febrero de 2022, y previo a ello, la ocupación rusa del territorio ucraniano de Crimea, Moscú ha alcanzado grandes logros en términos de victorias militares.
A pesar del apoyo militar y de inteligencia ofrecido por Estados Unidos y otros miembros de la OTAN, Rusia ha consolidado sus posiciones en los territorios de Donetsk y Lugansk. Estas regiones, bien conocidas por su población rusófona, han sufrido de primera mano las consecuencias de un cruento conflicto que ha provocado la perdida inconmensurable de vidas humanas.
El gobierno de Estados Unidos, liderado por el presidente Trump y por el secretario Marco Rubio, han establecido como prioridad de su agenda el restablecimiento de la paz a cualquier coste, aun si conlleva la capitulación de facto de Ucrania ante el agresor ruso.
Funcionarios en Washington y analistas apuntan hacia la exigencia de que el presidente Zelenski se siente en la mesa de negociaciones. Así lo ha hecho. Sin embargo, a la luz de los resultados, Putin ha dejado claro a los interlocutores estadounidenses que no dará un paso atrás en la ocupación rusa de los territorios ucranianos ocupados.
En adición, Putin tampoco aceptaría cualquier condición de paz que implicase el estacionamiento de tropas aliadas en Ucrania, y mucho menos, que se ofreciesen posibilidades a Kiev de iniciar un proceso formal de adhesión a la OTAN.
En otras palabras, el presidente Putin estaría dispuesto a negociar la paz bajo condiciones que favorecieran en solitario a los intereses rusos, en detrimento de la seguridad de Ucrania y de la salvaguarda del derecho internacional.
Analistas e historiadores han apuntado hacia el recuerdo de las negociaciones que tuvieron lugar en Múnich, Alemania, en septiembre de 1938. En aquel dramático momento de la antesala de Segunda Guerra Mundial, los primeros ministros Neville Chamberlain y Edouard Daladier, bajo el imperativo de la preservación de la paz en Europa, concedieron la entrega de los Sudetes (territorios checoslovacos de mayoría germánica) a la Alemania de Hitler.
Bajo el engaño de buscar “saciar el hambre” del dictador alemán, los gobiernos británico y francés, sin la participación de los checos, regaron la semilla del conflicto, mismo que iniciaría poco más tarde con la ocupación completa de Checoslovaquia, incluida Praga, y después, tras la invasión alemana de Polonia en septiembre de 1939.
Los paralelismos son claros en contextos distintos pero bien similares en términos del intento de apaciguamiento de un dictador. Si bien no se antoja probable un conflicto internacional fuera de la órbita de influencia de Rusia, un triunfo de Putin en las negociaciones de paz podría conducir al fortalecimiento del autócrata, y a que iniciara, llegado el momento, una intervención militar en el resto de Ucrania con la eventual captura de Kiev. ¿La historia se repite? Al tiempo.