¿Cuánta muerte es demasiada?

Como humanos somos capaces de acostumbrarnos a muchos escenarios. Como humanidad quizá sea una virtud el poder adaptarnos a casi cualquier clima, casi cualquier situación.
La desventaja creo es que la tendencia puede hacer que normalicemos conductas, cifras o situaciones que en otro contexto serían escandalosas. Quizá uno de los efectos de una época en la que las redes sociales y el internet, que nos acercan a casi cualquier sitio, es que somos cada vez más resistentes al asombro, a la indignación y también nos deja fuera del chispazo que puede provocar la furia para buscar justicia.
El 11 de marzo pasado se cumplieron 5 años de la pandemia mundial de Covid-19. En esa fecha la Organización Mundial de la Salud dictó la declaratoria de pandemia a nivel mundial e hizo diversas recomendaciones para evitar que el virus se expandiera, contagiara a las personas y murieran por esta causa.
Siete días después del anuncio, el 18 de marzo, en México falleció el primer paciente por el contagio de ese virus. Las autoridades en ese momento tomaron decisiones que al inicio no sonaron descabelladas porque en general el mundo no entendía ni la magnitud ni el comportamiento de un virus nuevo.
El problema fue que, cuando cayeron las recomendaciones, se hicieron más caso a criterios políticos que buscaban negar la gravedad y seguir con la vida a toda costa, a los criterios científicos que sacrificaban economías y recursos hospitalarios para conservar vidas.
El 5 de junio Hugo López-Gatell calculó que podía llegarse a unas 30 o 35 mil muertes en toda la pandemia. Un mes después, en julio de 2020, la cifra de muertes llegó a más de 54 mil 400.
Aún así no hubo cambios en la estrategia o fueron mínimos. Reportajes en ese momento documentaron que la capacidad hospitalaria estaba maquillada y más bien se sacrificó la atención médica para atender las gráficas.
Según las cifras difundidas por el Gobierno, los muertos solo por Covid llegaron a ser más de 334 mil 336, aunque la cifra dejó de actualizarse en junio de 2023.
El número de personas fallecidas no cambió ninguna política. Incluso la disparidad de cifras —entre las que reportó el Gobierno federal y las que registró el Inegi, por ejemplo— habla de esa normalización en las muertes. Hubo una falta de registro minucioso, tanto que sin mucha diferencia pasamos de 334 mil a 477 mil personas fallecidas, dependiendo quién contara.
Lo que me parece alarmante es que todas esas muertes terminaron siendo números. A cinco años de distancia no hay un ejercicio de reconocimiento en las fallas, la intención de fortalecer un sistema de salud o mejorar las condiciones de los médicos.
Los fenómenos de muertes frecuentes nos despiertan quizá un reflejo que acalla el horror. Y aquí la duda genuina: ¿a cuánto estamos dispuestos a acostumbrarnos? Ayer fue la pandemia, pero hoy parecen ser las fosas o los campos de exterminio.
En general casi cualquier muerte violenta, por impericia o falta de acción del estado, tendría que ser altamente estruendosa.
@Micmoya