Rompieron el protocolo y Claudia aprovechó: evitó la halitosis de Adán, Velasco y Monreal
Protocolo: ‘Conjunto de reglas establecidas por norma o por costumbre para ceremonias y actos oficiales o solemnes’.
Hace unos años empezó el proceso de autodestrucción de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ocurrió cuando la ministra presidenta Norma Piña rompió el protocolo en una ceremonia oficial: no se puso de pie cuando entró al recinto Andrés Manuel López Obrador, entonces presidente de México.
Según la comentocracia, la ministra Piña actuó de esa manera por rebelde y digna. Según yo, cito a un clásico, ella andaba en todo menos en misa. Como era su debut en la presidencia del poder judicial no controló los nervios y, en forma involuntaria, faltó al respeto al titular del poder ejecutivo.
Norma Piña recibió bastantes elogios por haber sido grosera con AMLO, y eso la perdió. Se la creyó y pensó que podía derrotar a un presidente mucho más fuerte que ella.
Nadie ha hablado bien de tres próceres de la patria que ayer domingo rompieron el protocolo en el Zócalo. Veamos la historia.
En efecto, en el Zócalo, tres políticos impresentables de Morena —Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Manuel Velasco— rompieron el protocolo: no estaban atentos cuando llegó Claudia Sheinbaum, y sin darse cuenta de la gravísima falta que cometían le dieron la espalda a la presidenta de México. Otras personas cayeron en el mismo error, pero no las voy a cuestionar porque tienen menos experiencia que los mencionados
Como Norma Piña, en el Zócalo estaban en todo menos en misa los señores Adán, Monreal y Velasco. En efecto, como los curas de barrio metiches que andan en cualquier chisme del vecindario menos en la que es su obligación.
Sigamos con los refranes. De Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Manuel Velasco también se puede decir que andaban en la pendeja. Así se dice de la gente que no pone atención, que está dispersa.
Sin duda, como bien diagnosticó Noroña, sus colegas papaloteaban. Es decir, perdían el tiempo, se ocupaban en lo que no debían.
Son políticos que viven en las nubes, esto es, no conocen la realidad, por lo tanto no vieron llegar a la presidenta y se ganaron que esta los ignorara; hoy son la burla nacional. No dan una Adán, Monreal y Velasco.
Los tres estaban en babia. Por eso no se enteraron de lo que ocurría alrededor de ellos.
¿Andaban en la luna? Pues sí: ahí se la pasan los mareados por el exceso de un poder que el pueblo no les dio.
Aplica también otro refrán: miraban a las musarañas, pero por favor, que nadie piense que estoy diciendo que ellos se veían al espejo. La verdad sea dicha, solo estaban distraídos y la cajetearon.
Lo cierto es que, ensoberbecidos por el poder que les prestó la presidenta, Monreal, Murat y Velasco se la pasan en la inopia, o sea, en la más absoluta ignorancia de sus verdaderos deberes.
En refranero diría que tales políticos en el Zócalo lucieron más despistados que un burro en un garaje.
Otro dicho que viene al caso: Cuando más descuidado estás, viene la presidenta y ¡zas!
La presidenta Sheinbaum aprovechó que estaban descuidados y aceleró el paso. Los conoce, así que se alejó para, de esa manera, evitar la característica fetidez de políticos con serios problemas de halitosis. Este no es un refrán, sino repulsiva realidad física.
No me constan los malos alientos de Adán, Monreal y Velasco, pero, como afirman frecuentemente periodistas con acceso a información confidencial, tres fuentes directas me confirmaron que ellos no fallan: abren la boca y hieden.
Cuánto debe lamentar la presidenta Sheinbaum que no se haya vuelto costumbre la bienoliente obligación que nos recetaron los epidemiólogos durante la pandemia: no saludar de beso ni de abrazo. Una pena que regresaran, y con más fuerza, los antihigiénicos besadero y abrazadero.
Lo que sea, los burros en el garaje no lograron quitarle brillo al extraordinario evento en el Zócalo, donde la presidenta Sheinbaum dio argumentos sólidos para demostrar que aranceles recíprocos no habrá.