El fin del T-MEC y la soberanía alimentaria en la era de los aranceles
Una de las conquistas más profundas de Estados Unidos fue la conquista alimentaria y de cultura de consumo. La idea sembrada desde los noventas sobre la hamburguesa y la fritura como símbolo de estatus.
La pizza y las gaseosas como sinónimo de capacidad económica para beneficiarse del recién firmado Tratado de Libre Comercio. Los festejos en McDonald’s o Burger King como parte de un relato de sofisticación así como el uso de prendas hechas en aquel país como identidad y pertenencia materialista a los mexicanos de primera.
A partir de las 12:01 a.m. del 4 de marzo de 2025, ha entrado en vigor un aviso del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, específicamente de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), que impone aranceles adicionales del 25% a los productos de México que sean ingresados para consumo o retirados de almacenes para consumo en los Estados Unidos.
En desventaja y sin piso parejo, una guerra comercial nos devolvería al tiempo en que portar prendas estadounidenses era un privilegio. Pensar que nada pasa mientras todo sucede, implicará dejar de mirar a todos los trabajadores de líneas de producción de ensambladoras de autos, por ejemplo, que perderán sus empleos por el cierre de plantas que buscan pagar menos impuestos.
Aunque tal vez, la cultura alimentaria logre imponerse con el sello “Hecho en México”, la realidad es que nos enfrentamos a un nuevo sistema económico. A una “transformación” no pedida en que verdaderamente se anuncia la caída de uno de los símbolos del régimen neoliberal o al menos, de uno de los logros más grandes del padre del neoliberalismo en México, Salinas de Gortari.
Esa caída puede ser estrepitosa y ningún líder político, por muy opositor, debería alegrarse de que la imposición de estas medidas serán realmente lesivas para los mas pobres.
Ni México, menos Canadá, podrían tener herramientas para la supuesta renegociación del T-MEC puesto que la actitud de Donald Trump es no cumplir. Sucedió con Ucrania, cuyo presidente apostó a intentar convencer y cumplir con los ultimátums del presidente Trump para finalmente, recibir una humillación internacional y el final de todo apoyo. Sucedió con el plazo concedido y lo que supuestamente buscaba que eran acciones contundentes por parte de México para combatir el tráfico de fentanilo y la crisis en seguridad. Ni los acuerdos hechos ni los 29 capos enviados lograron que la festejada negociación presidencial tuviese como consecuencia cancelar la imposición de aranceles.
Toca explorar las otras urgencias y primeros auxilios para la supervivencia económica de la República consistentes en estimular la industria propia, crear las versiones mexicanas de aquello que más se consume. Buscar nuevos mercados para aquello que usualmente y por temporadas, exportamos y principalmente entender que en las nuevas reglas del juego, no hay palabra ni cumplido suficiente.
De nada servirá renegociar un tratado que no será cumplido ni sentarse a la mesa en la que nuestro país es mirado de la manera en que lo es. Aún con cabeza fría de la presidenta, es momento de que cada una y uno de los mexicanos se tome este asunto de manera personal, que su moral pública le brinde compromiso privado a comprender lo que sucede, tener nuevos hábitos de consumo y principalmente, a participar en iniciativas de emprendimiento para reducir nuestra dependencia económica. Estados Unidos nos vende mucho más de lo que nos compra y en resolver todas las autonomías, podría irse una vida pero es lo necesario para que las próximas generaciones, no vuelvan a colocarse en este lugar. Que ningún tratado sea sinónimo de sumisión y dependencia. Que las familias soporten. Que encontremos las palabras para lo que vendrá y el coraje para afrontarlo.