Norma Piña, ¡son 12 años de chicanas! Y la ‘razón escalofriante’ de Castañeda

Para bailar tango se necesitan dos. Entiendo que esta frase es de una canción de los años 50 del siglo pasado, ‘Takes Two to Tango’, escrita por Al Hoffman y Dick Manning e interpretada por Pearl Bailey y Louis Armstrong. Si eso no es verdad, deberá atribuirse la falsedad a Wikipedia. Para animar cualquier caso dejo enseguida una de las versiones:

Si para bailar tango se necesitan dos, para las chicanas judiciales también. Hablo de dos profesionales del derecho indecentes: un litigante perverso y un juez infame.

A la ministra Norma Piña le molestó lo que dijo Omar García Harfuch acerca de por qué a 29 capos del narco se les expulsó o extraditó —o desterró, expatrió, exilió e inclusive deportó y hasta ostracizó: sinónimos sobran y hay libertad, o debería haberla, para utilizarlos todos— .

Harfuch lo dijo con claridad: a los 29 criminales peligrosísimos se les mandó a la tierra de Donald Trump porque en México, con el sistema judicial que tenemos, podían escaparse de las prisiones en que se encontraban.

La presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, indignada, exigió pruebas al secretario de Seguridad. Pruebas sobran, ya que ha ocurrido antes, ¿o no recuerda la ministra Piña el caso de Rafael Caro Quintero, liberado en 2013 por tecnicismos legales, o sea por los purititos huevos de un juez corrupto convenientemente motivado por un abogado mañoso?

Hay algo peor, que menciona Jorge Castañeda en su artículo de Nexos que alguien me hizo llegar: a los 20 delincuentes jurídicamente hablando se les expulsó y no extraditó “debido al cúmulo de amparos y otros recursos que los presos han presentado, que siguen pendientes y que han impedido su extradición desde hace años (desde 2013, en el caso del Z40, por ejemplo)”.

La verdad de las cosas es que, por causa del abuso en lo relacionado con las suspensiones o amparos, el sistema judicial ha paralizado al apartado de seguridad. Magistrados y ministros con quienes he hablado culpan a las fiscalías porque hacen mal su trabajo, esto es, “integran mal los expedientes”.

Suponiendo que así sea, ¿por qué carajos los jueces, en vez de corregir en chinga los famosos expedientes para castigar a la gente mala, se valen de tales deficiencias para beneficiar a quienes se dedican a traficar con drogas, secuestrar y asesinar? Las personas juzgadoras no tienen por qué ser tan dogmáticas o intransigentes cuando se trata de homicidas terribles como los jefes de la mafia.

La corrupción y el miedo son las únicas explicaciones al hecho de que las personas juzgadoras busquen con lupa fallas de los fiscales para favorecer a los criminales. Desde luego, eso es más que suficiente para justificar haber entregado a las autoridades de Estados Unidos a 29 jefes de cárteles.

Por lo demás, no puedo dejar de comentar un argumento de Castañeda, elaborado con ganas de joder. Dice El Güero que quizá se expulsó y no extraditó a los capos por una razón escalofriante: la extradición no permite que se les aplique la pena de muerte en el vecino país, y la expulsión sí.

Tan humanista siempre, El Güero Castañeda dice: “No quisiera amanecerme con la noticia, dentro de un tiempo, gracias a la tergiversación de la ley por el gobierno de México, de que Caro y otros más fueron ejecutados. No porque me merezcan compasión, sino porque me opongo a la pena de muerte, por principio. ¿Y tú, Claudia?”.

Lo único que cabe comentar ante semejante sandez es que el querido Güero ya enloqueció. No es el único que ha perdido la razón porque las cosas le están saliendo bastante bien a la presidenta Sheinbaum. El problema es que la frenopatía política no se ha desarrollado lo suficiente en México, así que don Jorge y otros como él seguirán sin tratamientos adecuados. El whisky ayuda y hay que utilizarlo, aunque desgraciadamente llegue a ser mortal en los casos extremos, como parece ser, precisamente, el caso.

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