Los cuatro ejes de la confrontación actual con Estados Unidos. Parte II

El pensamiento conservador, neoconservador y ultra conservador en la sociedad y los gobiernos estadounidenses se ha ido acentuando gradualmente en la medida en que dicha nación ha entrado en un proceso de declive histórico, y a la par del ascenso de otros poderes que emergen y se expanden por nuestro planeta, en la economía, la diplomacia, la ideología, la cultura y las capacidades militares. A Donald Trump le ha tocado tal vez la etapa más crítica de dicha decadencia, concepto histórico usado por el mismo para describir la etapa actual de los EUA.

A diferencia de su primer mandato, en donde sostenía la necesidad de un repliegue histórico hacia sus propias fronteras para recuperar las fortalezas nacionales y confrontar a los retadores estratégicos (China y la Federación de Rusia, esencialmente, a nivel global, pero también Irán en la región de Medio Oriente y Levante, por ejemplo), en nuestros días, Donald Trump ha ajustado su enfoque estratégico, para priorizar al robustecimiento inusitado del Estado nacional y una concepción absoluta de la seguridad nacional, dotando de nuevos controles territoriales estratégicos a ambos factores de poder, el Estado y la seguridad: Canadá, Groenlandia, Canal de Panamá, Franja de Gaza, los “territorios raros” en Ucrania para recuperar la gigantesca e inútil ayuda miliar dada al gobierno títere de Zelenski, y en busca de los contratos de reconstrucción para las grandes firmas constructoras, tal vez incluyendo las de él mismo.

De allí su derivación hacia recortar distintas partidas presupuestales de los rubros sociales (incluyendo lo relativo a la inmigración irregular) para encauzarlos hacia el presupuesto de defensa, hacia apoyos a los aliados estratégicos en todo el mundo, la idea, cobrar a los países europeos por el uso disuasivo del “paraguas nuclear” estadounidense o fracturar la alianza atlántica e ir por un orden tripolar con China y Rusia, relegando a Europa.

En todo ello pretende tomar ventajas tácticas dentro de una estrategia de recargar el poder nacional de EUA sobre los adversarios (aquellos que puedan oponerse a sus planes tal cuales), sobre los más débiles, como sería el caso de México. Por ello, la ofensiva diplomática y las amenazas ideológicas, jurídicas y veladamente militares sobre nuestro país.

El mundo latino, hispano y asiático -este, en nuestros días- millonariamente presente en EUA, le estorba al presidente de dicho país para concretar y expandir, su ideología de la supremacía blanca. Las adicciones de los blancos a las drogas ilícitas que entran desde su frontera sur y desde el océano pacífico, sin marginar la proveeduría desde el sur del continente, y del lejano Oriente, son letales para su proyecto nacional, especialmente el fentanilo, por su carácter inmensamente destructivo. Ello cristaliza en las estructuras criminales que las ponen en el mercado de EUA, sin embargo, con su política antidrogas y antiinmigrante va por una depuración racista de la nación americana para avanzar en ello lo más pronto posible. Esta es la ruta y el costo del renacimiento del Estado y la nación americana, principio de una nueva hegemonía.

Declarar a las organizaciones criminales como “terroristas”, no sólo significa poner por delante de las tensiones diplomáticas y las amenazas, una construcción ideológica, sino, dar el banderazo de salida para que los “halcones” de su administración y los aliados de privilegio del injerencismo más agresivo especulen sobre la opción de operaciones militares de cualquier tipo en territorio mexicano, como el ex propietario de la firma Blackwater, experto en ejércitos mercenarios y terrorismo privado.

En el pensamiento conservador en sus distintas variantes, el intervencionismo en América Latina, el Caribe y Asia, está consustancialmente ligado. Todas las doctrinas militares de intervencionismo político-militar de EUA se han experimentado primero en América Latina y Asia: desde la guerra anti subversión, también llamada “guerra revolucionaria” de la escuela militar francesa, pasando por la contrainsurgencia, en su versión de guerra al comunismo o la más reciente, de guerra contra las drogas y al crimen transnacional, las guerras de baja intensidad, las guerras de ocupación y control territorial o las de los ataques preventivos.

Hoy estamos en la fase histórica de las guerras híbridas. Los consejeros de Donald Trump lo han capacitado en la guerra psicológica que practica a diario para tensar la situación, amenazar, desestabilizar, etc. Pero en todas sus modalidades, aunque en especial desde las “guerras de baja intensidad” (GBI), las estrategias de seguridad se articulan a la intensificación de la lucha ideológica como primacía al ataque armado, se militariza con las amenazas y hostigamientos en las fronteras esa guerra ideológica profundizada, fijando en el imaginario colectivo y de los gobernantes adversarios o disidentes a los designios estadounidenses, un escenario militar o teatro de operaciones artificiosa, que eleva la tensión y la incertidumbre, o la zozobra.

Así la estrategia de tensión y amenaza se articula con la guerra limitada y se pivotea con la guerra psicológica, y las presiones diplomáticas y económicas, conformando una guerra híbrida para cada ocasión y conflictiva. Es nuestro retrato actual, nuestro segundo eje claramente identificado del conflicto bilateral con EUA.

Así el ataque ideológico constituye la fuerza básica de las amenazas militares.

Pero como todo no puede “caber en el mismo saco”, las contradicciones afloran con fuerza: el crimen transnacional organizado en México, se provee de armas desde EUA en sus 2/3 partes, para hacer pagos millonarios de encargos armamentistas y trasladarlos a México, se requiere proveedores con capacidad comercial suficiente para surtir pedidos de armamento pesado, millones de unidades de parque, equipo de telecomunicaciones avanzado, etc., y bancos que actúen como intermediarios de pago dentro de un sistema bancario, en México y EUA, o transferencias de otras regiones. Y luego transportistas, por mar, aire o tierra para su entrega en el lugar convenido, despachos aduanales que efectúen los trámites respectivos, salvo que sean entregas clandestinas en pistas de aterrizaje ocultas.

Tenemos allí entonces un pool de complicidades en el más estricto sentido jurídico que cruzan la frontera mexicana, y que deben acompañar a la declaración de terroristas. Se requeriría un maxi proceso binacional, o nacional dentro de EUA, para efectuar un procesamiento jurídicamente válido, integral. Tales contradicciones ya fueron percibidas por el gobierno mexicano y se apresta a demandar en EUA, a los fabricantes y distribuidores de armamento de EUA, como parte de la estructura criminal de los cárteles mexicanos clasificados como terroristas.

México tiene que actuar como si tuviera la “sonda de David” para atacar al gigante Goliat en distintos campos y momentos, clarificando sus puntos de vulnerabilidad y golpear allí, justamente. Así entonces por la explicación antes expuesta, la construcción ideológica sobre “los grupos terroristas” en su acepción jurídica también (las órdenes ejecutivas firmadas) se imbrican con las amenazas de ataque militar contra ellos, ambos, y otros, partiendo de la misma base de conformación ideológica y del enfoque estratégico, supra expuestos.

La mayor amenaza realmente, la constituye el discurso que pueda aterrizarse en la práctica de efectuar “operaciones encubiertas, porque esto sí puede salirse de control de las agencias de inteligencia y seguridad mexicanas. Y allí entra el rol que puede jugar en una estrategia de desestabilización de este tipo, corporaciones transnacionales privadas como la del antiguo dueño de Blackwater, Erik Dean Prince actualmente propietario de otra empresa de igual perfil llamada Costellaris. Muy cercano a Trump, ex marine estadounidense, mercenario, multimillonario, especialista en contrainsurgencia, terrorismo privado, etc., quien luego, luego, se apuntó para la conducción de estas operaciones encubiertas en México.

Aquí la postura mexicana sí debe ser radical: nada de operaciones encubiertas en México si no se avisan antes a las autoridades respectivas, medios y objetivos, duración y procedimientos. Esto puede ser una “punta de lanza” para desestabilizar más aún, la coyuntura de las relaciones bilaterales, y menos con mercenarios profesionales, que pueden arar ejércitos privados y lanzarlos a todo tipo de aventuras desestabilizadoras. Formó parte de una fuerza especial de la CIA.

La CIA llegó a darle a este empresario intervencionista formador de ejércitos de mercenarios a lo largo de varios años contratos clasificados por $600 millones de USD. La administración de Barak Obama le otorgó contratos por $120 millones de USD por servicios de seguridad para el Departamento de Estrado. Le hace también a la filantropía. Tengamos claro de quién estamos hablando.

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