El auge de la ultraderecha: un desafío para la democracia global

En el panorama político global se evidencia una expansión inquietante de discursos de ultraderecha que amenazan la esencia misma de la democracia. La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca ha significado mucho más que un regreso a la política convencional: ha venido acompañado de un discurso sumamente conservador y excluyente, que rechaza los derechos de la comunidad LGBT, se opone a pactos internacionales en favor del medio ambiente y fomenta el racismo y la segregación racial.

Esta nueva etapa no se limita a palabras. La nueva administración estadounidense ha llevado a cabo acciones radicales como la censura a la crítica contra el gobierno, la negación de la comunidad “trans” y la deportación masiva de migrantes. Además, se han registrado acciones simbólicas extremas, como el polémico gesto de saludar de forma nazi realizado por Elon Musk durante la toma de protesta de Trump. Este hecho ilustra cómo se reivindican símbolos totalitarios para legitimar agendas políticas excluyentes.

Este fenómeno de la proliferación de la ultraderecha no es exclusiva de Estados Unidos, sino que se ha observado desde hace algunos años en las distintas regiones del mundo. En Latinoamérica, líderes como Nayib Bukele (El Salvador), Javier Milei (Argentina) y Daniel Noboa (Ecuador) han aprovechado cada oportunidad para expresar su afinidad con los ideales de Trump y las corrientes de derecha extrema. Un ejemplo reciente de esto, fueron los aranceles que Noboa impuso a nuestro país como una manera de alinearse a Estados Unidos cuando este anunció aranceles en contra de Canadá y México.

En México, el escenario político ha sido testigo de intentos por consolidar fuerzas de derecha radical, como el promovido por Eduardo Verástegui en el proceso electoral pasado, aunque sin lograr un respaldo significativo. Hoy se baraja la posibilidad de formar un partido nacional denominado “México Republicano”, que pretenda enarbolar una bandera de ultraderecha en un contexto en el que el Partido Acción Nacional (PAN) ha representado tradicionalmente la derecha mexicana, integrando tanto a militantes pragmáticos como a sectores abiertamente radicales, como lo fue en ocasiones el polémico grupo conocido como El Yunque.

Es fundamental reflexionar sobre el papel de los sistemas democráticos en este contexto. Las instituciones deben generar espacios de diálogo y consenso que permitan la convivencia entre posturas diversas, sin caer en la tentación de censurar únicamente el discurso de la derecha. Sin embargo, para salvaguardar la democracia, es imperativo trazar límites frente a aquellos discursos que incitan a la violencia, ya sea física o sistemática, contra grupos vulnerables. Solo así se podrá construir un espacio político donde el pluralismo y la no violencia sean los mecanismos para resolver los conflictos inherentes a la vida en un Estado moderno.

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