Reforma judicial. Claudia, mandar a Noroña y Adán a la… capital de Frigia
En el caso de las candidaturas a jueces, juezas, magistrados, magistradas, ministros y ministras, la Constitución establece cuatro filtros para llegar a la boleta de votaciones: (i) elegibilidad, (ii) idoneidad, (iii) insaculacion y (iv) aprobación.
Por culpa tanto de la Suprema Corte como del Tribunal Electoral, en el caso de quienes se registraron ante el poder judicial para los cargos de ministros y ministras se tomó la decisión, absolutamente inconstitucional, de pasar directamente de la elegibilidad a la boleta. Si senadores y senadoras aceptan semejante despropósito violarán la reforma constitucional que recientemente el actual Senado aprobó.
Cuestioné a un senador importante acerca de lo anterior y su respuesta fue: “El Tribunal Electoral tiene la última palabra. No podemos hacer nada. Entiendo el problema, pero no tiene solución. O dime tú cómo podríamos resolverlo”. Le di la salida: “¿Cómo solucionar el problema? En gerundio, querido senador: solucionando”. En efecto, como en el legendario nudo gordiano.
Ante el reto de desatar el nudo más enredado de todos los tiempos, Alejandro Magno no se rindió como quienes integran en Senado mexicano, así que sin perder tiempo sacó la espada y lo cortó. De ahí su famosa frase: “Es lo mismo cortarlo que desatarlo”.
¿Es tan difícil proceder con la decisión de Alejandro III de Macedonia ante el enredo generado por dos instituciones que se supone deberían proteger la Constitución y no invitar a desobedecerla, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación?
Sorprende que ahora actúen como burócratas achumpipados —temerosos de lo que se dirá de ellos en Radio Fórmula y El Universal— dirigentes de Morena que en sus tiempos opositores invariablemente enfrentaban sin medias tintas toda clase de dificultades.
Enseguida presento la espada para cortar el nudo imposible de desatar que la SCJN y el TEPJF entregaron al Senado.
Hay juristas de primer orden en la actual Suprema Corte, es la verdad. Si han actuado con tanta frivolidad en el caso de la reforma al poder judicial no se debe a falta de conocimientos constitucionales, sino simple y sencillamente a ganas de joder. En el caso del Tribunal Electoral, integrado por profesionales del derecho de segunda división, sí cabe decir que la ignorancia les ha llevado a actuar con tanta irresponsabilidad.
Lo que sea, el brete en el que está metido el Senado con la orden de integrar las listas de candidaturas del comité de evaluación del poder judicial es atribuible tanto a la Suprema Corte de Justicia de la Nación como al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Los dos altos tribunales, en desacato a su deber de hacer guardar la Constitución, ya sea por mala lecha o por incompetencia profesional, han operado más bien para socavarla. De eso no hay duda.
Pero que la solución a ese desacato sea meter a la boleta a personajes impresentables es todavía más grave. Me refiero a Marisela Morales, la extitular de la PGR acusada de haber recurrido a la tortura, aliada de Felipe Calderón y Genaro García Luna, una de las operadoras del absolutamente autoritario desafuero de AMLO.
Ayer, en defensa de su decisión, una magistrada y dos magistrados del Tribunal Electoral —Mónica Soto, Felipe de la Mata y Felipe Fuentes— señalaron que su labor era eliminar obstáculos y garantizar la elección. Más analfabetismo constitucional no puede haber.
Ignoran la magistrada Soto y los magistrados De la Mata y Fuentes que, de acuerdo a la propia Constitución, para que la elección de personas juzgadoras se lleve a cabo no son estrictamente necesarias las candidaturas del comité de evaluación del poder judicial. Habría sido deseable que este poder cumpliera con su obligación y hubiera hecho la tarea. Pero no la hizo. ¿Qué procedía? Simple y sencillamente eliminar tales candidaturas. Hay muchas otras, las de los poderes legislativo y ejecutivo.
Si el comité de evaluación del poder judicial decidió detener sus labores y así lo avaló la SCJN, la consecuencia era perder su derecho a enviar postulaciones.
Someter candidaturas al voto popular es una prerrogativa de los tres poderes y si uno renuncia a ella la elección sigue adelante. Así lo dice la Constitución. ¿No saben eso Mónica Soto, Felipe de la Mata y Felipe Fuentes? Ojalá sí lo entiendan senadores y senadoras a quienes encabezan Gerardo Fernández Noroña y Adán Augusto López.
Otra evidencia de la ignorancia de la magistrada Soto y los magistrados De la Mata y Fuentes es aducir que la idoneidad ya estaba definida. Increíble la falta de capacidad de análisis de quienes participan en el Tribunal Electoral.
La etapa de la la idoneidad no se cumplió porque, conforme a las reglas del propio comité de la SCJN, este requisito debía acreditarse mediante un examen de conocimientos, que nunca se llevó a cabo. Con el pase directo a la boleta, los y las aspirantes no habrán pasado entrevistas ni exámenes, a diferencia de quienes se inscribieron a los otros poderes. Algo totalmente contrario a la Constitución.
Agrego otro elemento: la Constitución establece que una vez aprobados los listados de las personas mejor evaluadas “los comités los remitirán a la autoridad que represente a cada poder de la unión para su aprobación y envío al Senado”. Es decir que hay una aprobación final, un control político a cargo del poder que postula, y que la sentencia del Tribunal Electoral se permite obviar, al igual que el examen de idoneidad.
Por donde se vea, este mecanismo lleva a un escenario indeseable para esta elección que histórica. Bastantes problemas ya con la reforma al poder judicial, una pena que la Suprema Corte y el Tribunal Electoral la hayan ensuciado en el último minuto. Más penoso aún que en el Senado nadie conozca la leyenda del nudo gordiano que Alejandro el Grande desató por la vía rápida: con su espada.
Si no son capaces de comprenderlo los senadores Gerardo Fernández Noroña y Adán Augusto López, deseable sería que la presidenta Claudia Sheinbaum les enviara una tarjetita con la historia abreviada de Gordio, capital del reino de Frigia.