¿Qué sigue?

El horizonte de las relaciones entre México y Estados Unidos se perfila con una tormenta anunciada, pero no por ello menos preocupante. Donald Trump, en su nuevo intento de regresar al escenario político, redobla sus apuestas proteccionistas y amenaza con un arancel generalizado, mientras que México, consciente de las tensiones, se mueve estratégicamente entre la diplomacia y las concesiones.

El discurso oficial en México es optimista: la economía nacional se fortalecerá con el nearshoring. Sin embargo, detrás de ello hay una estrategia calculada para mitigar el riesgo. Se ha intensificado la vigilancia en las fronteras, endureciendo el control migratorio y combatiendo el contrabando de productos asiáticos, así como también se ha presentado un Plan que, en el fondo, busca frenar la dependencia de insumos chinos en sectores estratégicos –medidas que no sólo buscan satisfacer las demandas de Washington, sino también mantener al país fuera del blanco de sus medidas más severas.

Pero mientras México refuerza su posición, Trump sigue adelante con su discurso. Su promesa de un “Servicio de Impuestos Externos” que grave a los exportadores extranjeros, es sumamente riesgosa, especialmente porque no sólo busca imponer aranceles, sino también atraer inversiones hacia su país, ofreciendo incentivos fiscales y mejores condiciones en estados fronterizos como Texas y California.

En ese marco, el nearshoring –la gran promesa para México– enfrenta una dura competencia. Si bien nuestro país cuenta con ventajas geográficas y acuerdos como el T-MEC, las diferencias estructurales con Estados Unidos siguen siendo un obstáculo. Además, las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China han provocado que otros países, como Vietnam y la India, se conviertan en opciones viables para las empresas que buscan diversificar sus cadenas de suministro. Por lo que la ventaja de México podría diluirse si no se adoptan medidas concretas para asegurar que el país sea el destino preferido para la reubicación industrial.

Frente a tal contexto, parece ser que el optimismo en México, aunque alentador, no es suficiente para contrarrestar las amenazas que se avecinan. En ese sentido, considero que  la clave estará en encontrar un equilibrio entre satisfacer las demandas de Washington, capitalizar el nearshoring y fortalecer la posición interna frente a eventuales tensiones comerciales.

Sin duda, el panorama está cargado de incertidumbre, pero también de oportunidades. Nuestro país tiene la capacidad de consolidarse como un jugador clave en la economía global, siempre y cuando logre superar los retos estructurales y aproveche el momento para diversificar su economía y reforzar sus instituciones.

Por ahora, las tensiones aumentan. Y aunque el discurso oficial insiste en el optimismo, lo cierto es que las decisiones que se tomen en los próximos meses definirán si la estrategia mexicana puede convertir amenazas en oportunidades o si este optimismo se debilitará ante las dificultades de una realidad tan compleja como desafiante.

 

Consultor y profesor universitario

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