Venezuela y México: un encuentro de descontento con Calderón y Fox

La reciente declaración de Felipe Calderón y Vicente Fox como personas non gratas en Venezuela abre una ventana a las tensiones diplomáticas y a las críticas que estos ex presidentes han recibido a ambos lados de la frontera. La decisión venezolana se basa en el apoyo explícito que ambos han dado a la oposición venezolana, particularmente a Edmundo González Urrutia, lo cual ha sido interpretado por el gobierno de Nicolás Maduro como una clara injerencia en asuntos soberanos. Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, no dudó en calificarlos de “indignos, perdedores y seres indeseables que son odiados por sus pueblos”.

Pero, ¿qué tan cierto es este odio en México? La historia aquí es más compleja y refleja un descontento que va más allá de la política exterior. Durante sus sexenios, Calderón y Fox fueron los rostros del neoliberalismo en México, una época marcada por políticas que, según muchos, beneficiaron solo a una minoría mientras el grueso de la población sufría bajo el peso de la desigualdad. Fox prometió un cambio, pero su administración es recordada por la falta de avances significativos en la lucha contra la pobreza y por políticas económicas que ampliaron la brecha social. Calderón, por otro lado, lanzó una guerra contra el narcotráfico que, en lugar de pacificar al país, lo sumió en una espiral de violencia que dejó un saldo trágico de vidas perdidas y un tejido social desgarrado.

En México, las acusaciones de saqueo, privatización de servicios esenciales y aumento de la desigualdad no son palabras vacías. Muchos ven en Calderón y Fox a líderes que no cumplieron con la protección de los más desfavorecidos. Además, la corrupción durante sus gobiernos, ejemplificada por casos como el de Genaro García Luna, ha dejado un legado de desconfianza y una sensación de injusticia que aún resuena en la sociedad mexicana.

Así, cuando Venezuela decide vetar a estos ex presidentes, no solo responde a lo que percibe como una amenaza a su soberanía, sino que también refleja un sentir que en México no es ajeno. Es un curioso espejo en el que ambos países se miran: en Venezuela, el rechazo es por su apoyo a la oposición y su crítica al gobierno actual; en México, por las políticas que dejaron un país más dividido y menos seguro.

Este episodio invita a una reflexión sobre cómo las acciones de los líderes pueden trascender sus propios países, generando una convergencia de descontento en diferentes contextos, pero con raíces comunes en la decepción y el resentimiento hacia quienes, en su momento, tuvieron el poder de cambiar el rumbo, pero, según muchos, fallaron.

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