¿Negacionismo discursivo frente a Donald Trump?

Se especula con una buena dosis de fundamentos que Donald Trump llegará a la Casa Blanca fortalecido. Por un lado, no buscará una nueva reelección, y por el otro, contará con todo un aparato burocrático, de inteligencia y de seguridad nombrado a su imagen y semejanza.

Miembros de su gabinete y numerosos medios de comunicación estadounidenses han hecho alusión a la idea de que el gobierno debería intervenir en territorio mexicano con el propósito de desmantelar a los cárteles de la droga, o si se quiere, de destruir los laboratorios de fentanilo.

Ante pavoroso panorama en términos de la defensa de la soberanía nacional y de la relación bilateral, la presidenta Claudia Sheinbaum, tras la innecesaria polémica iniciada con el New York Times, parece haber torcido hacia una dirección equivocada.

El martes en su mañanera expresó que “la posibilidad de que se fabrique fentanilo siempre se está investigando”. En otras palabras, y sin el ánimo de tergiversar las expresiones de la presidenta, aseveró que el gobierno mexicano no tenía conocimiento sobre la existencia de laboratorios de esa droga en el país.

Muy poco han importado pues las investigaciones periodísticas llevadas a cabo por Le Monde o el New York Times, o mismo lo que el mundo entero sabe: los carteles de la droga, con precursores chinos, fabrican (elaboran o cocinan, utilícese el verbo que mejor convenga) opioides sintéticos para luego ser transportados hacia Estados Unidos, en connivencia, según fue dado a conocer hace un año por el diario francés, con las autoridades mexicanas.

¿Considera la presidenta Sheinbaum que negar –o poner en duda– la existencia de laboratorios de fentanilo en México es la mejor estrategia frente a un gobierno estadounidense que luce implacable en su política de seguridad y de combate contra el narcotráfico?

Tampoco es verdadero –como lo han repetido torpemente altos funcionarios del gobierno mexicano– que el problema resida en solitario en los Estados Unidos por el consumo de la droga. Por lo contrario, se trata de una crisis compartida: unos no atajan con eficacia la fabricación y trasiego, mientras otros consumen.

El gobierno de Claudia Sheinbaum luce novato, inexperto y sin la menor idea sobre cómo hacer frente a un presidente intransigente. En lugar de apostar por una estrategia coherente, han optado por batallas intrascendentes con medios de comunicación nacionales y extranjeros, en un ánimo de evitar lo inevitable y de salvar la cara frente a lo que se viene en 2025.

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