No alcanza

Aunque es obvio de que se trata de una declaración retórica, habrá que recordar que los mexicanos que salieron huyendo de la crisis y cruzaron de manera ilegal la frontera de Estados Unidos habían tomado una decisión histórica: romper con la realidad de su país porque ya no satisfacía sus necesidades de bienestar.

De acuerdo con las cifras más racionales, lo que el Palacio Nacional ha caracterizado como “héroes” migrantes en realidad son personas que abandonaron el país, porque el régimen priista-panista había optado desde 1982 por un modelo de desarrollo dependiente que ya no podía darles empleo o bienestar a las comunidades indígenas, el lumpemproletariado y a 55 por ciento de la fuerza laboral en condiciones de informalidad.

Esos migrantes, desde EU, saludaron con entusiasmo la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, porque vieron la posibilidad de cambiar el modelo de desarrollo para regresar al bienestar popular, pero las derrotas sucesivas los hundieron en el pesimismo; ante la candidatura de López Obrador y luego Sheinbaum Pardo, esos migrantes sólo miraron de soslayo la lucha mexicana por el poder.

Los migrantes mexicanos en Estados Unidos no son héroes sino víctimas propiciatorias de modelos de desarrollo restrictivos e insuficientes para responder a una población creciente. El Tratado bilateral tampoco les dio empleo y bienestar, ni siquiera con la engañifa demagógica de Salinas de Gortari de privatizar el ejido porque había cola de inversionistas privados dispuestos a asociarse con campesinos mexicanos, lo que provocó que la mayoría de migrantes siguiera siendo de campesinos engañados.

Algunos sondeos con migrantes irregulares en EU arrojan la verdad de las cosas: ni son héroes ni quieren regresar a México porque aquí sería mantener a sus familias con salarios informales de hambre, en tanto que en Estados Unidos aceptan empleos degradantes porque les proporcionan dólares que como remesas han sacado a sus familias de la pobreza.

 

Zona Zero

Los estrategas de seguridad nacional de EU y de México están esperando no tanto la política migratoria de deportación de personas que ingresaron de manera ilegal al país americano, sino una definición concreta a lo que debería ser la política de recuperación del control de la línea fronteriza de más de 3 mil 200 kilómetros cuadrados. Se trata de una zona sometida a la corrupción por parte de cárteles y funcionarios migratorios de ambos países y que puede considerarse como una tierra de nadie, aunque marcando el ritmo de la violencia que permite el contrabando de drogas y de personas.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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@carlosramirezh

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