Un gobierno limitado ante el peor escenario

El año 2025 no luce bien para México. El triunfo de Donald Trump en noviembre anticipó que el año que viene conllevaría enormes retos para el país.

A diferencia del Trump que se conoció en 2017, aún desconocedor de las intrigas y complejidades de Washington, un nuevo hombre llegará a la Casa Blanca; ahora renovado, consciente que no podrá buscar una nueva reelección y dispuesto a inflar su ego hasta límites inimaginables.

Se trata, quizás, de uno de los mayores peligros históricos para México en términos de su viabilidad económica, de gobernabilidad, de defensa de la soberanía y de la relación bilateral con el vecino del norte.

Así lo ha demostrado el republicano con sus más recientes nombramientos. Desde el zar fronterizo hasta el futuro embajador de Estados Unidos en México, Marco Rubio luce sorprendentemente como el hombre más conciliador dentro del círculo cercano del próximo presidente.

El panorama para México se ve bien complejo. No contento con la amenaza de iniciar una ola de deportaciones masivas, Trump parece encaminado a endurecer dramáticamente la política comercial de su país; sumado, desde luego, a su estrategia –aún sin decidir– de combatir el ingreso de fentanilo.

El gobierno mexicano, por su parte, no parece contar con los elementos para hacer frente a la tormenta que se avecina del otro lado de la frontera. A diferencia de lo que sucedió en 2017, cuando un equipo de funcionarios experimentados como Ildefonso Guajardo lideraron las negociaciones del T-MEC, el presente gobierno luce improvisado y más preocupado por la popularidad de la 4T que por cualquier resultado de las futuras conversaciones con Washington.

Sumado a ello, el gobierno deberá trabajar con severas limitaciones presupuestarias impuestas por el dispendio de la administración anterior y las obligaciones constitucionales. En esta materia, de acuerdo a especialistas, el noventa por ciento de la recaudación estará comprometida con el pago de la deuda y los programas sociales.

Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente, a pesar de su relativa experiencia y sentido de la mesura, no han brillado hasta ahora por una estrategia pública dirigida a detener la ofensiva de Trump.

La presidenta Sheinbaum, sobre quien recaerá la responsabilidad de los resultados, luce más enfocada en la repetición de la narrativa lopezobradorista. Al son de melódicas canciones dedicadas a los migrantes, la realidad se acerca inexorable.

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