¿Y la ética?
Tras largos meses de especulación en torno al futuro de la ministra Yasmín Esquivel, la UNAM anunció ayer que acataría la resolución judicial que confirmó lo que un juez administrativo había decidido: el Comité de Ética de la universidad no puede hacer público el resultado de las investigaciones en torno al plagio cometido por la abogada.
En otras palabras, lo que ha sucedido es que se ha echado a un lado cualquier consideración relacionada con la ética jurídica. Se ha resuelto la parte judicial, dejando un enorme vacío ante los mexicanos y la opinión pública en torno a la estatura moral de Yasmín Esquivel; pues a pesar del anuncio inicial de la UNAM, donde se informaba sobre el plagio, la institución debe dar por terminada la querella, a la vez que no puede siquiera considerar la anulación del título universitario.
Y sí que tiene relevancia derivado de dos hechos fundamentales: 1) Yasmín Esquivel, no satisfecha con haber llegado a la Suprema Corte, pretende convertirse en presidente del tribunal, lo que sentaría un precedente infame en la historia de México; y 2) el artículo 95 de la Constitución establece que…”Para ser ministro de la Corte se necesita… IV. gozar de buena reputación…”
En otras palabras, a pesar del desahogo del asunto desde la esfera jurídica, el caso del plagio de la ministra Esquivel no ha sido resuelto. Lejos de ello, persiste el hecho, confirmado en su momento por las autoridades responsables de la universidad, de que la ex alumna reprodujo textos completos de otra tesis de licenciatura.
Este acto de condenable deshonestidad académica no únicamente habría supuesto la invalidez del título universitario, y por tanto, de su acreditación como candidata a la Corte, sino que ha puesto en tela de juicio, quizás para siempre, la reputación pública de la abogada, lo que conllevaría, si México se rigiese por un auténtico Estado de derecho, a una contravención del citado artículo 95 de la Constitución.
En suma, el caso Esquivel es una pena para un México cuyas instituciones democráticas están en vías de desmantelamiento, y ante la necesidad urgente de líderes que se erijan en modelos de rectitud, coherencia y ética política.