El legado ferroviario en el sur: ¿avance o reto?
La inauguración de los tramos seis y siete del Tren Maya, encabezada por Claudia Sheinbaum en el sureste mexicano, marca un momento emblemático en el panorama de infraestructura del país. Con la finalización de un circuito de 1,554 kilómetros que conecta cinco estados, esta obra representa uno de los proyectos más ambiciosos de las últimas décadas en México. Sin embargo, detrás de los discursos triunfalistas y las cifras impresionantes, se encuentra un debate que exige análisis crítico.
El acto protocolario, en el que Sheinbaum destacó el “carácter histórico” de esta hazaña, busca proyectar continuidad en los esfuerzos de la Cuarta Transformación. La ex jefa de gobierno de la Ciudad de México subrayó que el Tren Maya no solo se posiciona como un motor turístico de clase mundial, sino también como un instrumento de carga que consolidará el desarrollo económico del sur. Este último punto es especialmente relevante si consideramos que el sureste ha sido históricamente una región marginada en términos de inversión federal.
Sin embargo, los logros de este proyecto no han estado exentos de polémica. Los retos ambientales han sido una constante desde su inicio. Sheinbaum aseguró que las críticas en esta materia fueron infundadas, resaltando la creación de nueve áreas naturales protegidas y siete zonas de conservación con más de un millón de hectáreas. A pesar de estas medidas, las organizaciones ambientalistas insisten en que los impactos ecológicos aún no han sido completamente mitigados, dejando una sombra sobre el discurso oficial. ¿Es realmente posible construir una infraestructura de tal magnitud sin daños irreversibles al ecosistema?
En términos económicos, la promesa de convertir al Tren Maya en un eje de conexión logística suena atractiva. Se anunció que el próximo año iniciará la construcción de diez terminales para transporte de carga, fortaleciendo el vínculo con el Corredor Interoceánico. Esto, sin duda, podría detonar el comercio en el sur, aunque también abre interrogantes sobre la sostenibilidad financiera del proyecto. El costo total, que supera los 20 mil millones de dólares, plantea dudas sobre su rentabilidad a largo plazo, especialmente considerando la incertidumbre en torno a la demanda real de pasajeros y carga.
Otro punto de debate es el impacto social del Tren Maya. Si bien el gobierno ha destacado la generación de empleos y el fomento al turismo, también han surgido voces que denuncian el desalojo de comunidades y la alteración de sus formas de vida. La narrativa oficial rara vez incluye estas historias, pero son una realidad innegable para muchos habitantes de la región.
El contexto político también es ineludible. La presencia de Sheinbaum en este evento refuerza su posición como heredera del proyecto lopezobradorista. Su discurso no solo celebró el avance del Tren Maya, sino que también lanzó una visión hacia nuevos proyectos ferroviarios en el norte del país. Esto sugiere una estrategia para consolidar su imagen como líder de continuidad y progreso.
A pesar de los retos, el Tren Maya ya está cambiando la fisonomía del sur de México. Aeropuertos remodelados, hoteles en desarrollo y una nueva red de carreteras complementan esta infraestructura. No obstante, el éxito del proyecto dependerá de su capacidad para cumplir con las altas expectativas generadas, sin comprometer el equilibrio ambiental y social.
En el fondo, el Tren Maya no solo es un proyecto de infraestructura; es un espejo de las ambiciones y contradicciones de una nación que busca reconciliar desarrollo y sustentabilidad. Es un esfuerzo titánico, pero también una responsabilidad monumental. Como país, debemos celebrar los avances, pero también mantenernos vigilantes ante los desafíos que aún persisten.