¿Una república hereditaria?

El ascenso de AMLO como la principal figura política de México en la historia moderna ha sido bien documentada. Sus años de campaña, su gran carisma y sus extraordinarios dotes comunicativos le llevaron a posicionarse como un símbolo para millones de mexicanos.

A diferencia de lo que sucedía con el PRI, cuando los presidentes de este partido ejercían un control absoluto pero limitado a seis años, AMLO continúa profesando el poder. Sus más acérrimos críticos aseguran que lo hace en los hechos desde su morada en Chiapas, mientras sus defensores aseveran que se ha retirado. En todo caso, ejerce una autoridad moral sobre todo lo que tiene que ver con la autoproclamada 4T.

En días recientes Andrés Manuel López Beltrán, segundo hijo del expresidente, hizo entender en su discurso que buscaría la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. Como bien se dice, nada es coincidencia. En otras palabras, frente a la desaparición mediática de Clara Brugada, que ha optado por alejarse de las cámaras, “Andy” parece pretender llenar un vacío político con miras a los próximos cinco años.

Desde su cargo como secretario general de Morena, López Beltrán, al lado de la incondicional Luisa María Alcalde, contará con las herramientas políticas para decidir, rechazar o validar las candidaturas, así como la administración del partido.

En términos de la elección de los candidatos para las intermedias de 2027 y las generales de 2030, el papel de este hombre resultará crucial, quizás, si se quiere, por encima del que ostenta Claudia Sheinbaum en el interior del partido.

Lo que sí que es un hecho es que López Beltrán, al igual que Sheinbaum, Monreal, López, Noroña o cualquier miembro de esta nueva casta política, no cuenta ni remotamente con el talento ni el carisma del padre. Por el contrario, se trata de un personaje gris como el cemento que deberá echar mano de otros recursos, servido, desde luego, del aparato de Morena.

Y aun de mayor relevancia, gozaría del apoyo político y moral del propio AMLO, quien no titubeará en jugar sus bazas para que su estirpe política se mantenga firme al frente del destino de los mexicanos.

Muy poco importaran las críticas, censuras o denuncias de nepotismo político por parte de la oposición. López Beltrán, bendecido por ser vástago del gran caudillo, y por llevar su nombre, buscará emular los pronunciamientos de su padre, en un ambicioso intento de sucederle; primero como jefe de Gobierno, y más tarde, si la suerte le sonríe, como presidente de la República.

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